Análisis: Final Fantasy VII Rebirth

Publicado: 03/04/2024
Un Final Fantasy para dominarlos a todos
La serie Final Fantasy no es sólo una colección de juegos, sino un fenómeno cultural que ha influido enormemente en el género de los juegos de rol durante más de tres décadas. Este juego ha sido muy popular desde su lanzamiento en 1987. Tiene una gran historia, personajes memorables y nuevas formas de jugar. Cada capítulo rinde homenaje al género de la fantasía, revelando reinos cautivadores donde la magia y la tecnología se entrelazan de una manera sin precedentes.

Final Fantasy se ha convertido en una serie de videojuegos muy popular y respetada, con más de 159 millones de copias vendidas. esta frase puede parafrasearse como: "A pesar de sus cifras de ventas, su impacto va más allá, ha influido enormemente en la cultura popular y ha sido un logro importante en el sector del entretenimiento interactivo".

La industria del juego se ha visto significativamente impactada por juegos como Final Fantasy VII, que no solo cambiaron la dirección de la serie, sino que también introdujeron nuevas técnicas como la narración cinematográfica y los gráficos 3D.



La importancia de Final Fantasy en el ámbito de los videojuegos es innegable. Ha sido precursora en la introducción de elementos narrativos complejos y personajes multidimensionales que han resonado profundamente con los jugadores, estableciendo así un estándar para lo que se puede esperar de un videojuego. A lo largo de sus entregas, la serie ha explorado temas tan diversos como la amistad, el sacrificio, el amor y la lucha contra el mal, todo ello mientras ofrece una jugabilidad que combina estrategia, exploración y combate por turnos.

Cuando hablamos de Final Fantasy VII Rebirth, no estamos discutiendo un simple videojuego; estamos hablando de un viaje nostálgico y emocionante que nos lleva de vuelta a un mundo que muchos de nosotros consideramos nuestro segundo hogar. Este título no es solo una secuela o un remake; es un reencuentro con viejos amigos y una oportunidad para forjar nuevos recuerdos en el vasto y mágico mundo de Gaia.

Desde el primer acorde de su banda sonora hasta el último destello de su impresionante apartado visual, Final Fantasy VII Rebirth es una carta de amor a los fans que han crecido con la saga y a aquellos que están por descubrir sus maravillas. Es un juego que entiende la importancia de su legado y lo abraza con una madurez y un respeto que solo Square Enix podría ofrecer.

Final Fantasy VII Rebirth es más que un juego: es un fenómeno que captura la esencia de la aventura y la camaradería. Es un testimonio del poder de los videojuegos para contar historias que resuenan con nosotros a un nivel profundo y personal. Y ahora, sin más preámbulos, sumerjámonos en el análisis de este emblemático título que promete ser una experiencia inolvidable.



El nacimiento de todo

Final Fantasy VII Rebirth continúa la travesía justo donde nos dejó la expansión de Yuffie, con Cloud y su equipo avanzando hacia Kalm. La historia se prolonga hasta llegar a la Capital Olvidada, abarcando así todo lo que ofrecía el primer CD del juego original. Pero no nos equivoquemos, esto no es una simple expedición de 15 horas, sino más bien una aventura épica de casi 60 horas. Es impresionante observar cómo los escritores han entrelazado una trama más cohesionada y robusta para este universo. Se indaga profundamente en las luchas de los habitantes de los suburbios de Junon, quienes viven bajo la opresión de la sombra de Shinra, y en la resistente Kalm, una ciudad asolada por la corporación pero que ha surgido de sus ruinas, acatando órdenes bajo la amenaza de represalias.

A diferencia de Final Fantasy VII Remake, que colocó a Aeris en el centro de atención, Rebirth se enfoca en Sefirot. Este enigmático personaje desempeña un papel central en la secuela, apareciendo con frecuencia y revelando fragmentos de su misterioso plan. El comienzo de Rebirth con el flashback de Nibelheim, un momento emblemático que en el juego original era bastante breve, se convierte en una experiencia de más de dos horas, estableciendo el tono de la entrega. Al igual que su predecesor, Rebirth se toma su tiempo para expandir ciertos eventos y explorar aspectos que apenas fueron esbozados en el original. Un ejemplo es la cálida bienvenida que los residentes de Nibelheim le ofrecen a Sefirot, sin sospechar la tragedia que pronto caerá sobre ellos.



Un nuevo viejo conocido

Lo sobresaliente de Rebirth reside en su profundo respeto por la historia original en la que se basa. No solo no se omitieron los momentos y detalles que hicieron único al videojuego de 1997, sino que se ampliaron esos segmentos para hacerlos aún más memorables. Todo fue explorado, e incluso la escena cómica más entrañable del original tiene su lugar en este título. Aunque hay algunas alteraciones en cuanto a cuándo y dónde suceden ciertos eventos, como es el caso de Cid, a quien conocemos mucho antes de llegar a Ciudad Cohete y se nos presenta desde el principio como un aviador independiente que transporta pasajeros a su destino por un precio nada modesto.

En líneas generales, la forma en que se expandió la historia me dejó una impresión positiva. A diferencia de lo que experimenté con Final Fantasy VII Remake, no siento que Rebirth haya prolongado de manera innecesaria ningún capítulo. Cada parte tiene la duración justa y no deja nada sin explorar. Las nuevas secuencias y sus diálogos están excepcionalmente bien escritos, enriqueciendo constantemente el guion.

Final Fantasy VII Rebirth se ha construido en torno al vínculo entre los protagonistas. Para ello, se ha implementado un sistema de afinidad que afecta la relación personal de Cloud con cada miembro del grupo. Esta relación puede mejorar o empeorar con el desarrollo de los acontecimientos, pero en ningún caso altera la historia principal, por lo que es un contenido totalmente opcional. En resumen, no importa si somos antipáticos con Aeris y disminuimos nuestra afinidad con ella, su destino será siempre el mismo. Esta relación se puede fortalecer de dos maneras: mediante el uso de habilidades sincronizadas, de las que hablaré más adelante, y con algunas líneas de diálogo esporádicas y misiones secundarias asociadas a nuestros personajes. Nuestro grupo interactuará con los habitantes de Gaia, y siempre que alguien necesite nuestra ayuda, Barret, Red XIII, Tifa o Aeris nos animarán a echarles una mano. En todo momento podremos ver el progreso de nuestra relación con cada uno de ellos, y aunque nuestras decisiones no afecten a la historia principal, hay contenido opcional asociado a este sistema de vínculos.



A pesar de ello, el sistema nos incentiva a explorar el mundo y completar desafíos para aumentar el nivel del grupo, separado del nivel individual de cada personaje. Al aumentar el nivel del grupo, accedemos al árbol de habilidades pasivas y ataques sincronizados para cada personaje. Esencialmente, es el mismo sistema de puntos de habilidad que vimos en Final Fantasy VII Remake, pero aplicado de manera diferente. Cada nivel de grupo desbloquea nuevos nodos donde podemos elegir entre diferentes habilidades, mientras que el nivel de cada personaje otorga los puntos de habilidad necesarios para desbloquearlas. Esto no significa que las armas hayan perdido importancia, todo lo contrario, pero su progresión ha cambiado un poco. En esta ocasión, cada arma tiene su propio nivel, y al utilizarlas, desbloquean nodos donde podemos colocar mejoras pasivas. Otra novedad en cuanto a la exploración es la síntesis de objetos, un sistema que se nos presenta desde el principio y nos permite crear objetos en cualquier momento con los ingredientes que encontramos dispersos por el mundo. Encontrar chips perdidos nos otorga nuevos planos en nuestro artefacto, y subir nuestro nivel de síntesis también desbloquea nuevos planos.

Nueva forma de jugar

En Final Fantasy VII Rebirth, nos sumergimos en un JRPG que, a pesar de su preferencia por entornos expansivos, mantiene una estructura de fases secuenciales. Lo que realmente resalta es la diversidad en su progresión. Persiste la división en capítulos, alternando entre áreas de mundo abierto (seis en total) y segmentos más guiados con mazmorras. Nos encontramos tanto vagando por las vastas praderas o las elevaciones cerca de Bajo Junon, como adentrándonos en laberintos subterráneos con plataformas y acertijos. El concepto de mundo abierto es intrigante, aunque presenta sus altibajos, y personalmente, me resulta más atractivo que el presentado en Final Fantasy XVI hace casi un año. Aunque se le denomine ‘mundo abierto’, la libertad de movimiento no es comparable a otros títulos, ya que nos movemos por zonas extensas separadas por cargas. No es posible un viaje continuo. Esta limitación se extiende a todas las áreas, con puntos de transición entre ellas. Posteriormente, se habilita el viaje rápido para facilitar el desplazamiento entre zonas.

En cuanto a las actividades de mundo abierto, encontramos las clásicas del género: localización de tesoros escondidos, desafíos de combate que desbloquean duelos en el simulador virtual, análisis de nodos de mako para obtener recursos o activación de torres de vigilancia para destacar tareas cercanas. Los entornos parecen vastos y llenos de detalles, y aunque pueden ser abrumadores, no llegan a ser excesivos. Las actividades son breves y no consumen mucho tiempo, permitiendo que, si se desea, se dediquen horas a la exploración sin un mapa saturado de indicadores. Cada área abierta introduce un elemento distintivo que enriquece la exploración. Cada región alberga una variante de chocobo con habilidades propias, que debemos capturar para poder invocar a voluntad. El chocobo de las praderas es bastante estándar, mientras que el de Junon puede escalar, el de Costa del Sol se personaliza con adornos y el de Cañón del Cosmo utiliza corrientes de aire para volar. Esto nos lleva a descubrir lugares singulares, motivando una exploración exhaustiva.

Sin embargo, siento que se ha desaprovechado la oportunidad de expandir el universo de Final Fantasy VII. La amplitud del mundo no es el problema; lo que flaquea son las misiones propuestas. Aunque se obtienen nuevos objetos mediante la síntesis y se acumula experiencia y materias, falta profundidad narrativa y contexto histórico. Es una lástima, especialmente porque el mecanismo de síntesis tiene su propia historia, vinculada a descubrimientos de una era republicana pasada, un detalle histórico hasta ahora oculto. Las misiones secundarias siguen la línea del Remake, aunque están más elaboradas. Generalmente implican recolección o limpieza de enemigos, pero ocasionalmente se intercalan minijuegos que aportan variedad. En resumen, el mundo abierto de Rebirth no sobresale frente a otros juegos, pero se agradece la ausencia de un mapa abarrotado de marcadores destacados.



La caza de protomaterias ha resultado ser una faceta del juego particularmente cautivadora. Estas misiones secundarias se dispersan por cada región, y cada conjunto de ellas despliega una narrativa única. Lo que las hace destacar sobre las demás tareas es su trama envolvente, que nos conecta con figuras clave del relato y culmina en un combate épico contra un antagonista legendario, que se estrena en el mundo de Final Fantasy VII. Varias misiones nos reencuentran con rostros conocidos del juego previo, mientras otras nos invitan a sumergirnos en el minijuego de Fuerte Cóndor (donde Cloud y compañía se sumergen en una realidad virtual) o a adentrarnos en los secretos de Shinra, enfrentándonos a pruebas que solo los aspirantes a la élite de los Turcos pueden superar.

Un sistema de combate brillante

El mecanismo de lucha en Final Fantasy VII Rebirth se mantiene fiel al Remake, aunque se han introducido pequeñas novedades que aportan frescura a cada enfrentamiento. Ahora, es factible emboscar a los adversarios si activamos el ataque en el instante preciso antes de ser avistados, proporcionando un leve aumento en nuestra barra de BTC. La selección de un trío de héroes para el combate persiste, manejando habilidades y aprovechando los intervalos del sistema de BTC, que se carga al conectar golpes certeros. Cloud, en particular, enfatiza más en las maniobras de bloqueo y evasión. Un bloqueo bien sincronizado nos vuelve invulnerables, mientras que una esquiva oportuna permite contraatacar con un amplio arco de su espada. Este movimiento no es común a todos, siendo Cloud el que experimenta sutiles modificaciones, resultando en una dinámica de control más fluida, reminiscente de Zack en Crisis Core.

Red XIII, por fin, se une a la batalla como personaje jugable, algo que anhelábamos desde el Remake. Cada combatiente brilla con un rol distinto: desde la potencia de Cloud hasta la velocidad de Tifa. El querido canino destaca por su agilidad, llenando su barra de BTC con rapidez, aunque su resistencia es limitada. Esto se equilibra con su modo Venganza, que se activa al resistir ataques y nos permite asestar golpes más potentes y desbloquear habilidades curativas. Sus ataques coordinados con el equipo también incrementan la carga de nuestro próximo ataque especial, convirtiéndolo en un valioso aliado.



Cait Sith se suma como la novedad más reciente, y personalmente, se posiciona como uno de los más influyentes del grupo. No destaca por el daño que inflige, que es modesto, sino por su versatilidad y la facilidad con la que llena su barra de BTC. Comienza las batallas en su forma felina, pero puede convocar a su moguri de peluche en cualquier momento, el cual posee su propio medidor de salud, resiste numerosos golpes y ataca de forma autónoma. Podemos optar por combatir montados en él, accediendo a habilidades adicionales y funcionando como un tanque de daño. Aunque el moguri caiga, es posible invocar otro, causando daño de área al aparecer. No obstante, su verdadera fuerza radica en sus habilidades ligadas a la suerte, un atributo mejorable con ciertas armas. Su tirada de dados proporciona beneficios basados en esta estadística, desde curaciones hasta escudos protectores, y hechizos adversos cuya eficacia se incrementa con la suerte. Esta facultad es casi siempre utilizable, y una de sus armas otorga la posibilidad de ejecutar un ataque aleatorio de la invocación asignada. Aunque su ritmo de ataque es pausado, su utilidad en situaciones críticas es innegable.

Una puesta en escena espectacular

Visualmente, el título es una maravilla con modelados que capturan la atención, una deslumbrante gama de efectos visuales, una dirección artística sublime y escenarios meticulosamente detallados. A pesar de esto, hay aspectos gráficos que podrían mejorar, como la calidad de algunos personajes no principales, texturas que desentonan y escenas que pierden claridad bajo intensa luz. Cabe señalar que mi experiencia previa al parche de lanzamiento reveló ciertas imperfecciones, como popping notable en áreas de mundo abierto, aunque el modo Rendimiento parece haber mitigado algunos inconvenientes en pantallas 4K.



La música del juego es, sin duda, uno de sus puntos fuertes. Las composiciones de Nobuo Uematsu, junto a Mitsuto Suzuki y Masashi Hamauzu, quienes también trabajaron en Final Fantasy XIII, son un tesoro auditivo. No se trata solo de remezclas de temas icónicos; hay una variedad impresionante, con múltiples versiones, cada una superando a la anterior en grandiosidad. La banda sonora de Rebirth es una delicia para los sentidos, capaz de erizar la piel con su creciente intensidad e instrumentación en medio de la acción.

El doblaje inglés es de alta calidad, realizado con gran cuidado y profesionalidad. No obstante, la traducción al español se ha basado en la versión japonesa, lo que resulta en discrepancias entre las voces y los subtítulos. Aunque el trabajo de actores como Cody Christian, Briana White y John Eric Bentley es destacable, la adaptación ha tomado ciertas libertades creativas, alterando diálogos y comportamientos de personajes. Esto no ha mermado mi experiencia, pero para aquellos que prefieran una interpretación más fiel a la visión original, el doblaje japonés sería la opción recomendada.

‘Must Have’
Final Fantasy VII Rebirth es, en última instancia, un triunfo en la narrativa interactiva, un testimonio del arte de contar historias en un medio que sigue evolucionando. Es un juego que no solo se juega, sino que se vive y se recuerda, un capítulo imprescindible en la historia de los videojuegos y un brillante ejemplo de cómo los clásicos pueden renacer para capturar la imaginación de una nueva generación. Con su lanzamiento, Square Enix no solo ha creado un juego; ha redefinido lo que significa ser un remake y ha establecido un nuevo estándar para las futuras adaptaciones de títulos clásicos. Poco que añadir más señorías: un Final Fantasy para dominarlos a todos.



 

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