A finales de los 70 para ser alguien destacado en las discotecas españolas había que parecerse a Jonh Travolta. Mientras por la mañana se hacía en España la Transición en los despachos, los cafés, la calle y las Cortes, durante la noche los pubs y las discotecas se llenaban de ‘travoltas’ y de chicas a lo Olivia Newton-Jonh, que disfrutaban de la vida al ritmo de ‘You’re the one that I want’, el tema principal de ‘Grease’, después de apurar un gin tonic y pasar (ellos) adecuadamente el peine por el cabello con el punto ideal de brillantina. Danny y Sanndy viven un amor que dura ya 50 años a ritmo de pop.
Porque el amor es el asunto esencial de ‘Grease’, entre bailes levemente salvajes, nostalgia y riñas. Este musical se estrenó en 1971 en Chicago, luego fue en 1978 una exitosa película, en 2008 se representó con brillo en Londres, y ahora ha vuelto, renovado y joven, al teatro Nuevo Alcalá, uno de los templos de los musicales de Madrid, con menos testosterona, más fuerza en las chicas, todo bien ajustado a los nuevos tiempos, y unos y otras dispuestos a vivir un curso de aventuras y, ya está dicho, de amor –desamor en algún aislado caso- en el instituto Rydell High durante el año 1959. Que suene la música.
-“Dónde está el Danny que yo conocí este verano?”, se pregunta dolorosamente Sandy. Y otra de las chicas responde: “Todos los hombres son unos asquerosos”. El elenco de intérpretes, encabezado por Lucía Pemán y Quique González, es muy joven: por primera vez se aproximan mucho a los 17 años de los protagonistas del libreto original, lo que significa un logro de primer orden de este montaje. El musical tiene marcha –como se decía antes-, una interpretación digna, excelente tono en los bailes, y una escenografía colosal –muy distinta en su dimensión a los escuálidos decorados actuales del –digamos- teatro convencional. Esta escenografía significa un homenaje al ‘pop-art’. ‘Grease-el musical’, que se estrenó el pasado sábado y tres días antes ofreció una función para la prensa, irá adquiriendo más garra con el transcurso de las representaciones y, sobre todo los chicos, deberán subir un grado en golfería, porque sus personajes son golfos bien peinados. Ellas tienen algún aislado momento Disney que también vencerán. Y el espectáculo gustará a los jóvenes, sí, pero los mayores vibrarán con el río de melancolía de la música, porque el tiempo ha pasado, pero Danny y Sandy siguen igual, decíamos, en el instituto, preparándose para ir a la hamburguesería o buscando pareja para el baile. Como siempre. Sandy y Danny continúan magníficos bajo el efecto mágico de la brillantina y la música. Grease.