Las tardes en el Café Gijón de Madrid tienen el aroma de las conversaciones suspendidas en el tiempo, el sonido de las cucharillas en las tazas, y el inquietante resplandor de la mirada de la joven turista finlandesa que visita el local por primera vez con ojos de la ‘Ágata ojo de gato’ de la novela de Caballero Bonald. Manuel Vicent ya casi no acude al Café, después de pasar lustros de interminable tertulia vespertina con los actores Álvaro de Luna y Manuel Alexandre -que murieron- sentados junto al ventanal más próximo al puesto que ocupaba Alfonso, “el cerillas”, que vendía también periódicos y conocía la vida de todos. El viejo café es pasado pero ha comprendido el presente. Los literatos de antaño solicitaban al camarero el “recado de escribir”, que consistía en una pequeña bandeja con cuartillas, estilográfica y bote de tinta, y los jóvenes de ahora consultan las redes sociales. José Luis Garci, que ha publicado un libro exquisito y melancólico, ‘Lo que el viento se llevó, un recuerdo, un comentario’, no tiene teléfono móvil. Juan Mayorga, el gran dramaturgo español del siglo XXI, toma un café en la barra antes de acudir a un ensayo de su obra ‘El Golem’, que se estrena el próximo 25 en el María Guerrero.
Están los de siempre y los que pasan fugazmente por el Café. Manuel Delgado, periodista de Canal Sur Huelva, siempre va al Gijón cuando viaja a Madrid para recoger alguno de los numerosos premios periodísticos que gana. Manolo lee mucho, escribe desde el corazón y desde el conocimiento, y realiza reportajes radiofónicos aparentemente sencillos pero de una enorme elaboración y complejidad interna, reportajes que dicen mucho y bien, con un dominio absoluto del lenguaje de la radio. Manolo tiene tesón, amor a la profesión y talento. Es lo que Félix Madero llama “un hombre de radio”. Mañana jueves le entregan en la Casa Colón el Premio Ciudad de Huelva de Periodismo.
José Esteban, veterano tertuliano, escribió en los 90 ‘Café Gijón’, con un estilo luminoso y exquisito, y ahora reedita Reino de Cordelia esta novela breve y hermosa con ilustraciones y una tipografía bellísimas. Es, digamos, como ‘La noche que llegué al Café Gijón’, de Francisco Umbral, pero sin ira. Aunque este libro de Umbral consiste en lo mejor que se ha hecho sobre el Gijón, porque trasciende hasta convertirse en un colosal retrato lírico y ensayístico de la literatura y los literatos de cuando entonces. Manolo Delgado apura su café, deja una buena propina al camarero con la silenciosa alegría del galardón recién recibido, y se va. Hasta el próximo premio.
