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Punta Umbría

Martha Thorne ve un error usar la arquitectura para vender una imagen

Martha Thorne, directora ejecutiva de los premios Pritzker, cree que en la última década se ha cometido el error de utilizar la arquitectura para vender una imagen o el nombre de un arquitecto, algo ?peligroso y preocupante? porque esta disciplina, afirma, ?nunca puede ser simple?.

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Martha Thorne, directora ejecutiva de los premios Pritzker, cree que en la última década se ha cometido el error de utilizar la arquitectura para vender una imagen o el nombre de un arquitecto, algo “peligroso y preocupante” porque esta disciplina, afirma, “nunca puede ser simple”.

Así lo indica la directora de estos premios, considerados los Nobel de la arquitectura, en una entrevista con Efe con motivo de su participación en el encuentro internacional de arquitectura Islas del futuro, que inaugurará mañana en Adeje (Tenerife).

Martha Thorne tiene previsto hablar en la conferencia inaugural del impacto de la crisis en la evolución del star system de la arquitectura, su impacto en el desarrollo de las ciudades-islas y su evolución futura.

Para ello ahondará en “lo positivo y lo negativo” de que haya arquitectos de gran renombre, y además citará dos ejemplos de transformaciones urbanas, que son Bilbao y el centro de Chicago.

En el caso de Bilbao, Thorne cree que es una simplificación el creer que la transformación de la ciudad se debe al museo Guggenheim y precisa que se trata de un fenómeno “más complejo”.

Precisamente el autor del Guggenheim, Frank Gehry, participó también en el Parque del milenio de Chicago, el otro ejemplo del que proyecta hablar Thorne, que ocupa unas diez hectáreas en el centro de la ciudad, entre una de las principales avenidas, la Michigan, y el borde del lago del mismo nombre.

A su juicio, este proyecto es interesante por la manera en que se financió y porque en él se involucraron artistas como Anish Kapoor y Jaume Plensa.

Estos ejemplos se contraponen con el uso de la arquitectura para que los políticos vendan una “imagen” interesada, algo que Martha Thorne cuestiona, porque refleja, dice, una actitud social, la de equiparar la arquitectura “con el dinero”.

“Esto es muy peligroso y también supone una especie de simplificación de los mensajes, cuando mi argumento es que la arquitectura nunca puede ser simple, aunque sí sencilla y directa”, añade.

En los últimos diez o quince años, añade, se intenta usar el nombre de arquitectos de gran renombre para “vender” las obras, algo que supone “un gran error” porque “cuanto más simple es un mensaje, menos preciso es”, y porque no se puede decir que una obra “es buena o mala porque la haya hecho fulanito”.

“Eso no es ningún criterio válido. Hay que evaluar una obra de arquitectura según su función, si es adecuada o mesurada para ese lugar y ese tiempo, si intenta avanzar en algún aspecto de la disciplina, la teoría o el pensamiento o en ideas de sostenibilidad”, precisa.

También se debe analizar, añade Thorne, si se trata de una obra “responsable”, esto es, si cumple su función, contribuye a la vida de los que la usan y si se ajusta a cosas “tan banales” como la normativa o el presupuesto.

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