El cementerio de los ingleses

No lo digas

No importa si pregunta a sus invitadas por su ropa interior o si duermen desnudas pese a ser irrelevante

Publicado: 03/12/2023 ·
18:19
· Actualizado: 03/12/2023 · 18:19
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Una tendencia que se viene repitiendo desde hace tiempo es la de instar a alguien a no decir algo pese a que sea la verdad más obvia. Resulta curioso que los mismos que se quejan de que no se puede decir nada como antes (en cuanto a hacer chistes sobre colectivos estigmatizados o esparcir bulos en televisión) mientras lo están diciendo en un programa de máxima audiencia, dicen a otros que no pueden decir esto o aquello, no vaya a ser que se enfade no sé quién. Y es que la libertad de expresión parece estar mal entendida: los hay que defienden su derecho a decir lo que quieran, olvidando el derecho de los demás a pronunciarse al respecto.

Parece ser que no se puede llamar baboso a un baboso. No importa si pregunta a sus invitadas por su ropa interior o si duermen desnudas pese a ser irrelevante. No importa si pregunta a un invitado su opinión sobre un tema tan trascendente como si Beyoncé tiene mejor culo que Jennifer López. No se le puede llamar baboso porque se victimizará desde su programa de prime time, dirá que intentan censurarlo y luego, según afirman algunas voces, llamará a las productoras para intentar cargarse profesionalmente a quien haya osado llamarle tal cosa. En el peor de los casos, buscará el respaldo de referentes del pensamiento progresista (nótese la ironía) como Alfonso Guerra o Pérez Reverte.

No llames fascista a un fascista. Sí, puede ser cierto que se manifiesten con banderas preconstitucionales, haciendo saludos y cánticos fascistas, que asedien sedes de un partido político o que pidan un golpe de estado con un manifiesto de militares retirados. No exageres si reivindican a Franco, si aplauden a una declarada seguidora de Il Duce italiano como Meloni o si reescriben la historia para convertir en terroristas a las Trece Rosas. Tampoco les llames nazis aunque lleven la esvástica tatuada en el brazo que levantan como si fueran a parar un taxi o entonen el Sieg Heil en grupo siguiendo con el saludo dichoso. No hagas nada de esto, serás para ellos un puto rojo que les llama fascistas y nazis por ser de derechas, independientemente de que digan, hagan o piensen cosas nazis y fascistas.

Alma de cántaro, ¿cómo se te ocurre llamar genocida a un genocida? Ya no hablo sólo de que Feijóo afee que Sánchez dude del cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario por parte de Israel en el genocidio que está llevando a cabo en Palestina.

Feijóo, al fin y al cabo, sigue las aguas de su partido y se arrodilla ante los poderosos. Dicen hacer frente a un tirano, en referencia a un presidente del gobierno democráticamente elegido, mientras ofrecen gustosos su garganta a otros tiranos si tienen dinero, poder o tienen apoyo estadounidense. Lo digo, más bien, por cuantos activistas han sido silenciados en distintas redes por hablar del asunto en sus directos, streams y posts que, sólo por contar lo que pasa en territorio palestino (y eso incluye el propio suelo israelí, arrebatado vilmente a los que están intentando exterminar) y llamar a las cosas por su nombre. Te llamarán antisemita aunque no estés en contra de los judíos ni de la propia Israel, sólo en contra de la barbarie que están cometiendo. No digas que cortar la luz a civiles, bombardear hospitales o desconectar las incubadoras de niños prematuros es un genocidio, porque los cometrancas de los poderosos dirán que Israel tiene derecho a defenderse.

Tampoco digas que un machista es un machista, a ver si es que van a decir que eres una loca del coño feminazi o que eres poco hombre por creer en la igualdad. Que no, joder, que La Manada sólo está condenada por la presión de las feministas y el pico de Rubiales no es para tanto. ¿Qué importa una agresión sexual si hemos ganado el Mundial? No llores tanto, niñata, yo soy español, español... No digas que las denuncias falsas son residuales en comparación a las denuncias que resultan en condena y a las propias muertes por violencia de género (tampoco lo digas, di intrafamiliar) que doblan en la mitad de tiempo a las que ETA provocó. ¿Cómo vas a decir eso? Que nos dominan las mujeres, coño. Que perdemos el derecho a invadir su espacio para lanzarles un piropo soez o tocarles el culo en la discoteca. Si es que ya no se puede acosar ni violar como antes, oiga.

En fin, que puede que lea usted esta columna y le parezca un excremento. Pero en tal caso... dígamelo. Yo sí respeto su libertad de expresión. No soy Motos, ni Guerra, ni Pérez Reverte. No soy Abascal, ni Ortega Smith, ni llevo banderas de Noviembre Nacional. No soy Netanyahu, ni Rubiales ni El Prenda y su abogado. Lo que sí soy es demócrata y respeto sus libertades. Dígamelo, se lo ruego: para decir no lo digas ya habrá otros.

 

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