Málaga pone, poco a poco, los cimientos de lo que supondrá su revolución en cuanto a movilidad. Ya era hora, por otra parte, aunque aún queda demasiado por hacer. El inicio del metro al Civil es inminente, la zona de bajas emisiones de la capital entrará en vigor en pocas semanas (lo que supondrá un importante plan de renovación del parque móvil de la ciudad) y parece que, por fin, se va a obligar a llevar casco a los ciudadanos que prefieren ir en patinete para desvelo de los conductores. De cualquier forma, quedan demasiadas piezas por encajar en el puzle. Parece que ya se han adquirido terrenos para la futura ampliación del metro hacia El Palo (de la que debería hacerse hasta Ciudad Jardín aún no se sabe nada), y hay quien no entiende por qué lo de llevar el suburbano hasta el Parque Tecnológico, o ampliar el tren de Cercanías hasta sus inmediaciones, son sólo esbozos en la mente de algún político con ganas de hacer las cosas bien. En ambos casos, se ha susurrado que no serían infraestructuras rentables, como si la rentabilidad tuviera que ser la premisa básica que impere en los servicios públicos, cuando de lo que aquí hablamos es de que el malagueño pueda moverse bien en una ciudad interconectada con su territorio inmediato en los albores del siglo XXI, entre otros, el siglo de la movilidad inteligente, sostenible e integradora. En esta revolución de la movilidad se circunscribe también la propuesta de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol Occidental para unir por barco las localidades del litoral, una idea que se lanza como alternativa al Cercanías y a la A-7, cada vez más saturada y escenario de más siniestros. El alcalde, Francisco de la Torre, ya ha apuntado, basándose en estudios técnicos, a la importancia que tiene rematar el tren litoral hasta Marbella, al menos, y construir una nueva ronda que, con forma de inmenso anillo, ayude a desatascar y a hacer más fluido el tráfico en el entorno de la capital. Hay quien cree que el metro debería llegar, como mínimo, hasta Rincón de la Victoria, Torremolinos y Alhaurín de la Torre, convirtiendo el área metropolitana en un inmenso territorio conectado en cuestión de minutos y en el que es fácil llegar de un sitio a otro. Desde luego, la movilidad supone ganar tiempo y el tiempo, en este mundo que nos ha tocado vivir, es dinero.
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Tiempo es igual a dinero
Hay quien cree que el metro debería llegar, como mínimo, hasta Rincón de la Victoria, Torremolinos y Alhaurín de la Torre
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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