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Una exposición ilustra la destrucción del patrimonio cultural religioso durante la Guerra Civil

Una exposición ilustra desde ayer en el Museo Diocesano de Barcelona la destrucción del patrimonio cultural religioso y de las iglesias durante la Guerra Civil española, una muestra que invita, según el responsable del museo, Josep Maria Martí Bonet, a la ?reconciliación?.

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Una exposición ilustra desde ayer en el Museo Diocesano de Barcelona la destrucción del patrimonio cultural religioso y de las iglesias durante la Guerra Civil española, una muestra que invita, según el responsable del museo, Josep Maria Martí Bonet, a la “reconciliación”. 

Según Martí Bonet, “la reconciliación es un deseo, una necesidad, porque no podemos seguir con heridas abiertas y sangrientas, setenta años después”. 

La exposición es el resultado de la investigación que el equipo dirigido por Martí Bonet ha realizado en los últimos tres años y que ha cristalizado además en un libro, publicado con la colaboración de la Generalitat, que pretende ser “un martirologio de las piezas de arte”. 

La exposición y el libro se basa en las encuestas que Mosén Manuel Trens recogió tras la Guerra Civil de gran parte de las diócesis de España, en las que cada rector informaba sobre la situación de su iglesia, el archivo y las obras de arte antes, durante y después de la contienda. 

En 2000, comenta Martí Bonet, “encontramos un informe secreto dirigido a la Santa Sede en el que se explicaba todo lo que sucedió con los monumentos, con los objetos de cada pueblo, realizado a partir del cuestionario que se envió a cada rector”. 

En esa encuesta de 1941, la mayoría de los capellanes informan de que el franquismo “fue recibido bien al principio, pero después se constata el rechazo en muchos pueblos por no permitir hablar en catalán o por prohibir las costumbres catalanas”, comenta. 

A consecuencia de la Guerra Civil, 464 retablos de la Diócesis barcelonesa, que ocuparían 2,5 kilómetros lineales si se pusieron uno junto a otro, se perdieron o se quemaron durante el conflicto, así como 172 órganos, “tontamente quemados”, entre ellos el de Santa María del Mar, que era uno de los mejores ejemplares de Europa. 

En cuanto a los archivos, la destrucción, reconoce Martí Bonet, fue menor, pues en muchos casos fueron ocultados o escondidos “y sólo se quemaron un 40%”. 

El libro documenta informes republicanos en los que “incluso se explica cómo se deben destruir las pinturas murales, para las que además de quemarlas se deben rociar con ácido sulfúrico”. 

El mayor desastre en la Diócesis de Barcelona se produjo, según el director del museo diocesano barcelonés, en los templos: “Excepto seis o siete, el resto fueron expoliados y quemados, y una treintena completamente arrasados como Santa María de Sants o La Bonanova. 

Entre las obras exhibidas en la muestra destacan dos fragmentos de la capa hispanoárabe del abad Biure de Sant Cugat (siglo XIV), que se pensó que había sido destruida por las llamas pero que después apareció fragmentada en museos de EEUU y que fue devuelta en 1950.

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