El jardín de Bomarzo

El canto de la bella ninfa

Las sirenas son seres fabulosos, descritas como mujeres hermosas con cola de pez que hechizaban a los marineros con bellos cantos

Las sirenas son seres fabulosos, descritas como mujeres hermosas con cola de pez que hechizaban a los marineros con bellos cantos.

Sin palabras. No hay nada que produzca mas desazón en los ciudadanos que acudir a una administración pública solicitando algo, recurriendo contra una decisión errónea o alegando contra algún acuerdo considerado poco conveniente y comprobar que los días pasan, los meses transcurren y se obtiene la callada como única respuesta: es lo que se conoce como el silencio administrativo. En las administraciones de antes de la democracia era lo común, había pocos trabajadores públicos y el respeto al ciudadano no era precisamente un principio extendido y, ante ello, se estableció un muro de silencio entre administración y ciudadanía solo custodiado por una lenta, muy lenta justicia. En las últimas décadas la cosa cambió, al menos en las leyes y en las actitudes de buena parte de los servidores públicos, aunque no lo suficiente como para que el silencio dejara de ser un método legal de respuesta. ¿Cómo es posible que la administración pública de hoy, en pleno siglo XXI, el de las pantallas, el de la tecnología, el del futuro, el de la alta velocidad para todo, responda mediante silencio a lo alegado por un contribuyente ciudadano? Viene a ser como mandarle a paseo sin que medien palabras. Me extiendo.

El silencio administrativo. Sucede que en las leyes se obliga a la administración a contestar, se dice que la regla general es que ante el silencio administrativo el ciudadano debe entender que se le da la razón; hay directivas europeas que inciden en reprobar el uso del silencio, en las normas escritas todo queda realmente bonito, pero si no hay sanciones, si incumplirlas no tiene ningún castigo todo se convierte en un canto de sirena en forma de principio jurídico y ante lo cual se seguirá sufriendo a políticos y a ciertos empleados públicos que actúan con desprecio hacia el ciudadano y olvidan que es este quien le paga y es, en consecuencia, algo así como su jefe. Lo olvidan con extrema facilidad. El anteproyecto de Ley de Transparencia de Andalucía, aprobado en consejo de gobierno de 4 de junio, en palabras de Susana Díaz, entonces consejera de Presidencia, -y cito textual lo que ella anuncia en la misma web del anteproyecto-, “podrá corregir la tendencia que tienen las administraciones al silencio administrativo, el documento obliga a éstas a contestar en un plazo no superior a 20 días hábiles”. Loable intención, pero, como en tantas otras ocasiones, promesas políticas que no tienen reflejo en los textos legales ni en la práctica. Efectivamente el anteproyecto obliga a eso, pero no contiene ninguna sanción ante su incumplimiento, ni tan siquiera establece que transcurrido el plazo para resolver, sin que se haya resuelto, el silencio administrativo se entenderá en sentido positivo a la solicitud. Y la cosa empeora porque se remite a la Ley estatal de Transferencia y ésta lo que dispone es que si hay silencio administrativo tendremos que entender desestimada la solicitud. De auténtica traca.  La intención de la ex consejera y actual presidenta de la Junta sólo se ha quedado en sus palabras expuestas en la web. Salvo que, gracias a alegaciones como la presentada por este humilde jardinero, el texto del anteproyecto se haya modificado y el sentido del silencio pase a ser positivo. Particularmente, lo dudo.

Transparencia prometida. De manera voluntaria, el gobierno andaluz decidió abrir un periodo de información pública para que cualquier ciudadano u organización pudiera formular alegaciones al texto del anteproyecto de Ley, gesto de transparencia y participación ciudadana digno de la misma futura Ley; recogiendo el pañuelo presenté las alegaciones que en su día formaron parte de este jardín y que hoy vuelvo a incluir –en la web- para disfrute de quien consuma: fue el 12 de julio. Cumpliendo lo que el mismo anteproyecto dice, el día 6 de agosto a lo más tardar debí recibir respuesta. Hoy, 141 días después, están sumidas en el silencio administrativo. Nadie me llama, nadie me escribe, libre soy de pensar que a nadie de allí le importo. No sé si se encuentran en un cajón leídas por alguien, desconozco si es que no  “parecieron convenientes” y en lugar de explicarme porqué, alguien decidió que formasen parte de los archivos silenciosos, también ignoro si, con suerte, algunas de mis propuestas han sido acogidas, pero han preferido no reconocer la autoría: lo peor de este silencio es no saber nada de nada, sentir que no hay respeto hacia el tiempo que dediqué a prepararlas en la confianza de que, al menos, ocuparían el de alguien más. Desazón que supongo sienten el resto de personas que, como yo, han obtenido la callada por respuesta. Exactamente 500 alegaciones se presentaron, de las cuales se han aceptado el 21 por ciento, según   hace escasos días reconoció Manuel Jimenez Barrios, actual consejero de Presidencia, 105 aceptadas, 395 rechazadas, ¿porqué unas sí y otras no?, ¿quién responde a eso haciendo un ejercicio, precisamente, de transparencia?, ¿debo pensar que las mías forman parte de las aceptadas o de las rechazadas?, ¿las habrán leído?, ¿si?, ¿no?, ¿pudiera ser?: silencio. ¿Exactamente 500 se han presentado en toda Andalucía? ¿No 497 o 504? ¿500 clavadas? Muy mal comienzo tiene una Ley que para hacernos creer una venidera transparencia nos invita a alegar contra su anteproyecto, nos ilusiona y nos responde con SILENCIO. Ante lo cual, ¿qué podemos esperar de su futura aplicación? ¿Sería razonable pues que el ciudadano eligiera el mismo método y respondiera con silencio a sus políticos cuando nos piden consulta e igual a aquellas demandas que nos hacen las administraciones públicas? Me temo que el silencio ciudadano ante, por ejemplo, hacienda, tenga cárcel. Cansan las promesas  políticas vacías que se plasman en normas que nunca se aplican, algo así como el que compra libros con lomos de determinado color para hacer juego con las cortinas del salón, patético. Resulta agotadora la actual estética política que se queda en palabras, en una rueda de prensa, en un titular adecuado o, a lo sumo, en normas que quien las escribe lo hace a sabiendas de que si se incumplen no va a pasar nada y, por tanto, nacen sabiéndose que se incumplirán. Tocaría ya prometer aquello que se va a cumplir, cumplir de una vez con aquello que se ha dicho y silenciar para siempre los cantos de sirenas porque a estas alturas de trayecto pocos son los sufridos marineros que están dispuestos a dejarse hechizar por los cánticos de la bella ninfa. Todos sabemos que las sirenas no existen.

 

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