El día de la final de la Copa del Rey había escrito una previa sobre el encuentro del Barça ante el Athletic, pero el ordenador se fundió tras el punto y final y me quedé sin compartir mi vaticinio: 1-4. Al día siguiente pensé en volver sobre el tema, pero la que se lió con lo del himno y la catarata de artículos al respecto se convirtió en una invitación a dedicar el tiempo a otra cosa. Lo de la Champions ya me dio más respeto, y aunque volví a acertar el resultado (2-0), preferí ni anticipar ni caer en las repetidas y cansinas evaluaciones en que se convirtieron todas las referencias al encuentro -sólo El País y El Mundo, en sus cada vez mejores secciones de Deportes, se atrevieron a contar algo diferente e interesante-. No obstante, pasados los días, y reposado el ánimo tras las celebraciones, sí me gustaría ahondar en un aspecto al que no se le ha prestado excesiva atención: la retransmisión televisiva de ambos encuentros.
El caso de la Copa del Rey, ofrecida por TVE 1, ha sido el más sangriento. Lo ha sido por el asunto del himno censurado y manipulado, aunque éste sólo fue un detalle más dentro de una de las retransmisiones futbolísticas más lamentables de los últimos tiempos. A TVE se le nota oxidada, ha perdido costumbre y oficio en esto de ofrecer partidos de fútbol, y en su quiero y no puedo ha terminado por poner de los nervios al espectador: la conexión paralela al directo del encuentro con los estudios o con otro lugar ajeno al campo, los concursos telefónicos, las recomendaciones televisivas, las repeticiones a destiempo, la deferencia hacia sus comentaristas, no hacen sino desviar la atención sobre el desarrollo del juego sobre el campo, que es lo que debe primar por encima de cualquier otra cosa.
Lo suyo, por otro lado, fue de torpes. Cuando se producía el caso del himno en directo, sus presentadores de estudio se dedicaron a conectar con los lugares donde las hinchadas iban a presenciar el partido. En una de esas ocasiones, por la pantalla cara del fondo (como diría Patricia Conde en Sé lo que hicisteis...), se vio la alineación de los dos equipos ante la tribuna del estadio. En el descanso dijeron que no se pudo ofrecer ese momento por causas técnicas que, a la vista de cualquier espectador, no fueron tales, por lo que recuperaron el momento grabado por las cámaras. No sólo lo repitieron en el descanso, sino al final del partido, en una sucesión de despropósitos que culminaría a pie de campo con las entrevistas a los jugadores. La reportera encargada de acercarse a los futbolistas del Barça, en un tremendo alarde de recursos, le hizo la misma pregunta (estúpida, por otro lado) a todos y cada uno de ellos, prolongando de forma angustiosa y casi surrealista las mismas respuestas de los jugadores.
Para el día de la Champions, elegí Canal+. Demasiados partidos he tenido que padecerle esta temporada a los comentaristas de Antena 3 como para dejar que se entrometieran en el salón de casa ante un encuentro tan trascendente. Carlos Martínez y Michael Robinson, por otro lado, han creado escuela a lo largo de los últimos casi veinte años en lo que a narraciones futbolísticas se refiere, y al inglés se le perdona ya hasta el hecho de que no haya terminado de aprender el castellano. Lo suyo no es sólo narrar el partido, sino explicarte qué es lo que está pasando sin olvidar el sentido del espectáculo del fútbol, y en eso son unos auténticos fenómenos. Este año, de todas formas, creo que se la han jugado desde realización y la retransmisión tampoco fue tan excelente como esperaba: demasiadas conexiones con el palco para ver la siesta de Berlusconi y los saltos de alegría del presidente, no del Barça, sino del Gobierno. Daba la sensación de que había competencia con Antena 3 para ver quién lo hacía mejor a partir del despliegue extra de medios que se llevaron para complementar la señal oficial del encuentro. Fue, por cierto, el último partido de Champions que ambos canales ofrecerán en algunos años, después de que la Forta y TVE se hayan hecho con los derechos para las próximas ediciones. Esperemos que no hagan muchos experimentos; nos conformamos con que desoxiden las cámaras y las mesas de control para que todo nos llegue clarito y en directo, sin interferencias, y si es solo con sonido ambiente, mucho mejor.
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