Sevilla

Miles de personas reclaman en Sevilla dignidad laboral e igualdad

Los sindicatos mayoritarios vuelven a llenar el centro de Sevilla en este Primero de Mayo con sus reivindicaciones, en una marcha inusualmente tranquila

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Los sindicatos mayoritarios volvieron a llenar el centro de Sevilla en este Primero de Mayo con sus reivindicaciones, una marcha inusualmente tranquila, sin lemas ni cánticos que rompieran el silencio, con el turismo como principal espectador.

 

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Los sindicatos mayoritarios, acompañados por representantes de diversos partidos (PSOE, Cs, PCE...), han vuelto a echarse a la calle en este Primero de Mayo por las calles del centro de Sevilla, una manifestación en la que han congregado a unas 5.000 personas, que fuentes de CCOO elevan a 15.000, para reclamar dignidad laboral e igualdad, una marcha mucho más tranquila que en otras ocasiones, en la que apenas si se han escuchado consignas o cánticos -los trabajadores del campo y los jóvenes que cerraban la protesta eran los únicos que se oían- y en la que ha estado muy presente la condena a la sentencia de La Manada.

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Mirando las nubes que amenazaban lluvia aunque al final el chaparrón no apareció, la cabecera de la manifestación de este año partía bajo el lema “Es tiempo de ganar”, con Alfonso Vidán y Juan Bautista Ginés (CCOO y UGT Sevilla) tras la pancarta aunque antes habían sido las mujeres y su reclamación de igualdad las que se habían puesto a la cabeza.

La música de Bebe, Queen, Alaska o Paco Ibáñez amenizaba el paso, festivo por momentos, aunque también acallaba lema alguno que gritar, de forma que la marcha trascurrió inusualmente silenciosa y calmada desde la Puerta de Jerez hasta la Plaza Nueva, con apenas algunos gritos que rompían la charla animada en la que discurría la manifestación, entre colas de turistas que esperaban para entrar en la Catedral, visitantes que observaban la protesta sentados en las terrazas o sorprendidos guiris que aprovechaban para hacerse un selfie mientras pasaban manifestantes y pancartas.

 

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Apenas una hora después, la cabecera llegaba a la Plaza Nueva y el Himno de Andalucía rompía ese peculiar silencio que hasta ese momento había marcado la marcha, mientras las últimas pancartas aún se encontraban en la Catedral. Los manifestantes, con sus pancartas reivindicativas, se replegaban alrededor del escenario donde se habían subido los dirigentes sindicalistas y muchos de ellos buscaban el refugio de los árboles que daban sombra, porque la amenaza de lluvia se había transformado en bochorno con la salida del sol.

 

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El primer aplauso unánime fue para el rechazo y repulsa a la sentencia de La Manada, que “castiga a la víctima en lugar de al agresor”, y se dispersaron en los recuerdos a Palestina, al Sáhara, a Siria... para volver a la clase trabajadora y a reclamar que la movilización sirve, como lo ha demostrado el 8 de marzo y las protestas de los pensionistas.

Porque los sindicatos lo que reclaman es que éste sea el tiempo de los trabajadores, de recuperar los derechos sociales (el 58% de los parados no tiene protección) y laborales (95% de los contratos son temporales y la mitad a tiempo parcial y feminizados) perdidos durante la crisis, de reclamar la firma de los convenios colectivos aún pendientes (campo, aceite, Persán, Endesa...) y de dignificar las pensiones más allá de ese IPC arrancado por el PNV al Gobierno en el presupuesto del próximo año.

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“Este Primero de Mayo es el comienzo, seguirá la escalada de movilizaciones durante mayo, junio y después del verano habrá guerra, guerra, guerra y caña, caña, caña, un otoño caliente”, advertía Vidán desde el escenario reclamando negociación laboral si no quieren que estalle el conflicto social, porque, como decía Bautista, la “gente está muy harta” de la reforma laboral, de los corruptos del Gobierno del PP y de “esos políticos que son la nueva burguesía”.

 

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“Malditos aquellos políticos que con sus palabras defienden a los trabajadores y con los hechos los traicionan”, decía arengando a los presentes, arrancando algunas muescas de respaldo pero sin llegar a entusiasmar, muestra evidente del “hartazgo” que el mismo sindicalista citaba desde el estrado.

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