Andalucía más que verde

Elecciones para un mundo postcrecimiento

En este siglo tendremos que redefinir nuestra relación con la naturaleza y organizar estrategias para superar los retos que nuestro tiempo nos trae

Publicado: 03/10/2018 ·
10:27
· Actualizado: 03/10/2018 · 10:27
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En este siglo tendremos que redefinir nuestra relación con la naturaleza y organizar estrategias para superar los retos que nuestro tiempo nos trae: el fin de los combustibles fósiles y la crisis climática, eventos que están condicionando y van a condicionar cada vez más la política, la economía y la sociedad. No tenemos tiempo para gastar ni consumir. Hemos de comenzar a virar el rumbo hacia el mundo del postcrecimiento. Esta es la transcendencia del ciclo electoral que comenzará con las elecciones autonómicas en Andalucía este año y al que seguirán otras citas electorales. Serán elecciones en las que habrá que hablar del futuro que se nos está echando encima.

Es necesario, por ello, que en esos procesos electorales participen actores políticos conscientes de los retos que hemos de afrontar, que hablen a la gente de manera franca, sin medias tintas, a la vez que ilusionan y aportan soluciones. Fuerzas políticas que se atrevan a decir a los ciudadanos que la batalla es contra la civilización industrial. Y que no solo lo es contra el capitalismo, que también. Se necesitan actores capaces de afrontar los retos de nuestro tiempo, que sepan mantener viva la esperanza en un mañana mejor y persuadir a la gente que estos retos —que parecen lejanos— ya están ligados a su realidad diaria.

Hay que contar desde hoy a los ciudadanos la necesidad de poner fin a nuestra adicción al petróleo de manera voluntaria, antes que el agotamiento de los recursos fósiles colapse la economía, la cohesión y la adherencia social. Para ello hay que derribar los falsos mitos que alimentan nuestro estilo de vida, como el del crecimiento infinito del PIB. Estudios económicos avisan y demuestran que partir de cierto nivel de energía per cápita no se producen mejoras en la calidad de vida. En el futuro no podremos disponer de más energía de la que hemos dispuesto hasta ahora. Ni podemos alargar demasiado tiempo el actual nivel de consumo. La gente ha de comprender, por ello, que el crecimiento por el crecimiento es un «suicidio» para los integrantes de la clase media y trabajadora, hoy esclavos energéticos. Mañana mendigos energéticos.

El hiperdesarrollo actual solo origina bienestar material superficial, perjudicial e innecesario, que favorece de manera injusta la acumulación de riqueza de unos pocos y muy poco o nada el bienestar de los demás. ¿Es bienestar el estilo de vida que tenemos, que nos enferma y mata el planeta? ¿La polución que sufrimos? ¿Los plásticos que tiramos? ¿La comida envasada que consumimos? ¿Los centros comerciales convertidos en centros de consumo y ocio? Hoy  más que nunca es necesaria «sinceridad política», no populismos ni posibilismos.

Hemos de abrazar el decrecimiento o postcrecimiento.  O como quiera que quieran llamarlo. No podemos taparnos los ojos y los oídos como el monito de los emoticonos. De lo contrario el fin de los combustibles fósiles será la herencia que dejaremos a nuestros hijos. Y la crisis climática el legado de nuestras nietas. Mejor comenzamos a practicar el desapego con el consumo, y los rebeldes la insumisión al mismo. La prosperidad sin crecimiento es mejor. La razón es bien simple: no podemos crecer ilimitadamente en un planeta finito. Sino cuidar con esmero el planeta para las generaciones futuras, esas que sin estar presentes deben ser el centro de la acción política. Y que continúe siendo nutritivo para nosotros y para ellos. Para todos.

Es necesario para ello comenzar a practicar la democracia económica y la soberanía energética. Y garantizar el derecho a la satisfacción de las necesidades básicas de todos los seres humanos: materiales y psicológicas. Y ello incluye tener en cuenta también las necesidades de las generaciones futuras y los intereses no humanos de la flora, fauna y el equilibrio de los hábitats y ecosistemas.

En un planeta y un mundo que han cambiado, las necesidades a cubrir deben ser acordes con las exigencias que ha provocado ese cambio. En este contexto es necesario poner en entredicho la oportunidad, la utilidad del llamado ‘voto útil’. Su pertinencia. En el ciclo electoral que se inicia, cada ciudadano ha de realizar su parte del trabajo en aras del bien común, a saber: elegir sin dejarse a atrapar con propuestas que ignoran esta realidad, que se centran en el agravio y el victimismo, o con otras que caen en un ambientalismo institucional insuficiente que no sirve. Estas elecciones son un punto de inflexión, por tanto, los ciudadanos habrán de buscar, comparar y votar en consecuencia. No tenemos tiempo para más.

Francisco Soler

Coportavoz de EQUO Andalucía

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