La escritura perpetua

Pablo Casado

Pablo Casado resultó elegido presidente en un congreso en el que la mayoría de compromisarios lo votaron no para que ganara él, sino para que perdiera Soraya

Publicado: 13/05/2020 ·
11:55
· Actualizado: 13/05/2020 · 11:55
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Pablo Casado ha demostrado cierta inquietante tendencia a llevar al Partido Popular hacia la intrascendencia política, tal y como Albert Rivera hizo con Ciudadanos (Rivera se preparaba para presentar su libro sobre su abandono de la política a mediados de marzo en plan best seller, pero llegó la pandemia y en la nueva normalidad ese libro ya no interesará a nadie). Casado, decíamos, se abstuvo la pasada semana en el debate en el Congreso sobre la prórroga del estado de alarma, decisión extraña en un partido -el PP- con historia y permanente vocación de gobierno, porque una abstención en asunto tan capital es como responder con un ‘no sabe-no contesta’ en una encuesta. Se ha escrito que un diputado popular exclamó: “A ver cómo salimos de esta”. Porque la lógica del PP es una lógica de Estado desde los tiempos remotos de don Manuel Fraga, y no un papel secundario, pese a que a ese guión pobre le ponga acento exótico Cayetana Álvarez de Toledo.    

Inés Arrimadas (“la señora Arrimés”, que decía Quin Torra desde su furia decimonónica) votó a favor de la prolongación del estado de alarma, tras un pacto con el PSOE. “Entre ser útiles y no ser útiles lo tengo claro”, dijo. Casado deberá ubicar políticamente a su partido, porque el PP peligra con desplomarse entre el recuperado perfume centrista de Arrimadas y la política sudorosa y vociferante de Santiago Abascal.

Pablo Casado resultó elegido presidente en un congreso en el que la mayoría de los compromisarios lo votaron no para que ganara él, sino para que perdiera Soraya Sáenz de Santamaría. Ahora Casado se queja públicamente de que Pedro Sánchez no lo llama, pero la realidad demuestra su incapacidad para el acuerdo. Ni siquiera para los nuevos pactos de La Moncloa o de reconstrucción nacional. Lo ha escrito Josep Ramoneda: “Ciertas élites económicas o mediáticas no quieren una sombra de alternativa al neoliberalismo autoritario en curso (…) Y no están dispuestos a permitir que la recuperación económica la dirija un Gobierno de izquierdas por muy domesticado que esté. Por eso Pablo Casado se empeña en neutralizar el pacto de reconstrucción antes de empezarlo”. Mariano Rajoy se encerraba en su mundo y daba la impresión de ser un hombre feliz. Soso, sí, pero feliz. Pablo Casado transmite la sensación de vivir en un permanente desasosiego. Y el desasosiego es contagioso.

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