Escrito en el metro

Azahar de Mestanza

Ahora se preparan para una nueva batalla de dudoso final. El enemigo es el torticero interés del ser humano, revestido en una armadura de tecnicismos

Publicado: 13/04/2021 ·
11:52
· Actualizado: 13/04/2021 · 11:52
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

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Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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  • No es baladí que los programas de la Unión europea estén priorizando la protección de los ecosistemas agrícolas en el entorno de las grandes ciudades
  • El papel de este vergel es clave en la mitigación de la crisis climática a la que nos enfrentamos

Me recuerda Pereña, el Séneca de El Burgo, que el tiempo y el agua lo borran todo, salvo la historia. Fue el veredicto con el que concluyó la visita al extraordinario mirador de la Vega de Mestanza. Allí fuimos agasajados por Carmen, Ana Rosa y algunos vecinos más. El paisaje era espectacular, un vergel de más de veinte mil naranjos alineados como un enorme ejército. Unas huestes vegetales de más de un siglo que han combatido en batallas contra todo tipo de adversidades. Estos insignes soldados de la naturaleza, en agradecimiento a sus cuidadores, han proporcionado frutos de pura miel y primaveras inolvidables cargadas de azahar. Cuentan que en las tabernas de El Perchel los viejos marineros recordaban que la flor de los naranjos de Mestanza se olía desde alta mar.

Decía Manuel Vicent que cuando abril ya no tiene espera, el naranjo echa la flor y nos roba la voluntad. Ojalá así sea y que en esta batalla final no haya vencedores ni vencidos

Ahora se preparan para una nueva batalla de dudoso final. El enemigo es el torticero interés del ser humano, revestido en una armadura de tecnicismos y con armas administrativas camufladas en opacos procedimientos. El conflicto se basa en una falsa dicotomía. Hay una necesidad justificada de construir una segunda depuradora de aguas residuales en nuestra área metropolitana. Y desde la oscuridad la alternativa seleccionada es la Vega de Mestanza. En su visión de tecnócratas de salón entiende que el servicio de la gigantesca depuradora está muy por encima de lo que aporta un humilde bancal de naranjos. Craso error. No es baladí que los programas de la Unión europea estén priorizando la protección de los ecosistemas agrícolas en el entorno de las grandes ciudades. Los beneficios ecosistémicos que proveen son cuantiosos y si les pusiéramos valores de mercado superarían con creces a los de la necesaria depuradora. El papel de este vergel es clave en la mitigación de la crisis climática a la que nos enfrentamos. Cada uno de estos naranjos absorbe diez kilos anuales del dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera con nuestra actividad diaria y que ellos transforman en jugosos frutos y delicado azahar. Esta vega es un sumidero de 250 toneladas anuales de carbono, lo que en su cotización a día de hoy supone que regala a Málaga más de diez mil euros al año.

Decía Manuel Vicent que cuando abril ya no tiene espera, el naranjo echa la flor y nos roba la voluntad. Ojalá así sea y que en esta batalla final no haya vencedores ni vencidos, que el azahar abra el sentido común de una mejor alternativa para la otra necesidad y se salve la Vega de Mestanza.

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