La suerte se trabaja

Publicado: 27/06/2024
Autor

Juan Antonio Palacios

Juan Antonio Palacios es observador de la conducta humana, analista de la realidad y creador de personajes literarios

Curioso Empedernido

Curioso empedernido. Curioso de las tres pes, por psicología, la política y el periodismo, y alérgico a las fronteras y murallas

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Frente a los que predican el vacío o dejan sus cartas al azar, están aquellos que no son comprendidos por la mayoría por ser adelantados en el tiempo
Como bien dice el refrán “al saber le llaman suerte” y yo añadiría que también al trabajo y al esfuerzo. Todos tenemos algo que decir, aunque en ocasiones nuestro verbo sea un parlotear sin sentido que parezca que el prestigio, la fortuna y el reconocimiento sea como caído del cielo, dando la sensación que es una pura retórica entre la nada y el vacío.

La suerte se trabaja y es importante que cuando tenemos ideas es poder expresarlas, de manera que nuestro mensaje sea entendido con claridad por los demás. Sin embargo en más ocasiones de las deseables, algunos personajes públicos, que deberían tener una especial preocupación por hacerse entender, utilizan un lenguaje duro y espeso o caen en la tentación de despachar sus intervenciones con una verborrea insustancial y superficial que terminan por aburrir al oyente más entusiasta.

Produce una sensación agradable, escuchar a aquellos que en el laberinto de la vida y sin caer en el falso optimismo y la ingenuidad, se esfuerzan y encuentran siempre tiempo para alegrarnos con lo que dicen, en una búsqueda permanente de una esperanza para seguir ilusionándose e ilusionándonos.

A algunos políticos en sus peroratas y discursos, se les acusa , no sin razón, que en una necesidad psicopatológica por hablar en cualquier momento y lugar, además de no decir nada interesante, se les nota demasiado su impostura y la perdida de sus ideales , y se comportan como diría Oscar Wilde en la interpretación del cínico perfecto “que conoce el precio de todo y el valor de nada” 

Nos ganamos día a día la suerte que nos asignan si somos capaces de vivir como decimos pensar , y de terminar pensando como realmente vivimos. Entre las asperezas y desconfianzas que produce esta incontinencia verbal, sin comienzo ni final , tal vez para llegar a entender a los otros, nos conviene aprender a administrar adecuadamente nuestros silencios, y mirar hacia nosotros por si descubrimos algo nuevo y distinto.

Para fabricar nuestra suerte y comprender mejor a los demás, no nos  vendría nada mal, escuchar más y hablar menos. No en vano como el común de los mortales, tenemos dos orejas y una boca, y no a la inversa, o sea dos bocas y una oreja ¡Por algo será¡

Con frecuencia asistimos al espectáculo de las palabras innecesarias que provocan enfrentamientos y crispaciones y escasean las ocasiones en que empleamos las precisas para fomentar el diálogo y el acuerdo. Siempre es preferible que quienes nos representan, lo hagan con dignidad y trabajando por la comunidad con provechosos resultados para todos y todas, y no aparentemente con brillantes argumentos, pero que no logran convencer a nadie.

Frente a los que predican el vacío o dejan sus cartas al azar, están aquellos que no son comprendidos por la mayoría por ser adelantados en el tiempo, y quizás en el mañana se les reconocerá lo que en el hoy se les niega injustamente.

Lo más decepcionante y peligroso, es cuando utilizando una dialéctica conveniente y convincente, hay quienes mienten descaradamente y no dicen una sola verdad ni por equivocación. Mientras que lo que genera credibilidad y transforma nuestra suerte en fortaleza es que las palabras se correspondan a los hechos, y que además de predicar y dar trigo en los momentos de dificultades seamos capaces de ser ingeniosos y creativos, como sacar la lámpara de Aladino de debajo de la mesa y buscar nuevas soluciones.

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