Queridos lectores, hace algunos días en un programa de nuestra televisión habanera, se trató un tema muy interesante sobre las supersticiones, los mitos y las ideas religiosas. En mis crónicas semanales no ha sido mi propósito analizar programas de la televisión, pero el asunto abordado en este al que me refiero, que por cierto resulta en realidad ser ameno y se sale del esquematismo generalizado, me incitó a escribir algunas notas sobre estos problemas que considero muy importantes.
Ante todo quiero decirles que tanto el joven que lo modera como el formato de su concepción y realización se salen de lo manido y formal, funciona como un triángulo de personas que en confianza conversan con el moderador. A mi me gusta y creo que es muy bueno, pero no voy a hablar del programa en sí, sino de algo que me llamó mucho la atención en el tratamiento de uno de los temas. Por lo general los especialistas que acuden a estas conversaciones son personas muy informadas y que hablan con el mayor respeto hacia las ideas de los demás. Esa es una característica muy loable, pero en este caso hubo uno de los especialistas, un científico que, con todo su derecho a la expresión de sus ideas, en mi criterio, contradictoriamente se condujo con tono irónico hacia manifestaciones que aparte de lo cierto o no que pudieran ser en su contenido, es innegable que forman parte de la cultura y la tradición ancestral en nuestro país y en el mundo. En el debate de los problemas conceptuales el principio del respeto al pensamiento de los demás, considero que constituye una norma esencial de sabiduría y de humanismo, la que facilita la paz y la convivencia. No se pueden considerar ideas arcaicas y de segunda categoría aquellas que desde los tiempos primitivos han expresado y traído consigo las personas en las grandes migraciones de la humanidad desde que el mundo es mundo. En nuestro universo hay un infinito de cosas por descifrar, existen más misterios y secretos que hipótesis, afirmaciones esclarecidas y explicaciones racionales. Es muy respetable el método con que sean abordados estos asuntos, ya sea desde el concepto científico o a partir de las concepciones esotéricas, religiosas, mitológicas etc. En última instancia la verdad no es propiedad de nadie en particular y en mucha ocasiones resulta interpelada y contrapuesta por la adversidad de lo imprevisto y por los hechos inusitados que nos plantea el devenir de la vida, lo que Goethe explicara tan profundamente con su famosa expresión en Fausto, que parafraseo, de que gris es la teoría y solo es verde el árbol de la vida. Saber sobre determinado campo de las ciencias, ya sean puras, aplicadas, sociales etc., es siempre poseer una porción mínima, muy mínima del contenido de que se trate y no nos da el derecho a la ironía ni mucho menos de la burla hacia otros saberes ancestrales, por muy absurdos que pudieran parecernos, porque esto en mi opinión sería tanto como burlarnos de todo el desarrollo de la vida desde los inicios del universo y de lo infinitamente mucho que aún nos falta por saber. Como cristiano puedo decir que el Cristianismo no profesa la creencia en las supersticiones, mitos ni concepciones animistas pero estamos obligados a respetar a las personas que las profesan porque son nuestros hermanos y compañeros de viaje, pienso que igual debería conducirse un científico. Nadie tiene derecho a ironizar ni mofarse ni siquiera veladamente de las demás personas ni de sus ideas.