En España "hay empresas muy buenas" en el mundo del videojuego y se puede hacer carrera en ellas, pero aún es una industria joven y los salarios no son competitivos, así que muchos desarrolladores trabajan aquí, pero para compañías extranjeras, explican a EFE los ganadores de la tercera edición del concurso Beer Jam, el alicantino Alberto Gómez y el castellonense Jonatan Castell.
A la hora de competir con las de fuera, las empresas españolas se enfrentan a la falta de recursos, sobre todo económicos, para contratar personal y ofrecer sueldos competitivos, y es ahí donde estos jóvenes profesionales ven el problema principal de la industria nacional.
Hoy "es muy fácil que venga una empresa de Alemania, Francia o el Reino Unido y te ponga un salario mucho mejor, lo que es un plus", por lo que en muchas ocasiones el desarrollador acaba trabajando en remoto desde España pero para estudios de otros países, lamenta Gómez.
Ambos jóvenes, que se dedican profesionalmente al desarrollo de videojuegos desde hace ya varios años, consideran que el sector "ahora mismo está en una situación complicada porque salen muchos videojuegos al año y un gran porcentaje no es rentable".
"Es una industria que está en constante crecimiento y estructurándose a sí misma", y aunque se confirma como un sector con un gran potencial, en España aún tiene que asentarse porque falta que "aparezcan estudios más sólidos" que permitan la consolidación de una base amplia de trabajadores sobre la que cimentarse, añade Castell.
Dos niños con las ideas claras
Castell y Gómez son los creadores de 'Excelente servicio', el juego premiado por esta iniciativa de Cervezas San Miguel con la que buscan animar a los desarrolladores de videojuegos a retarse a sí mismos y dar visibilidad a las carreras de los profesionales del universo 'gaming', como se conoce por su nombre en inglés a esta industria tecnológica. Ellos, por ahora, no se ven trabajando en otra cosa.
Vienen de mundos diferentes, pero les une la pasión por los videojuegos. En el caso de Gómez, que trabaja con aplicaciones móviles, en su casa no entendieron durante mucho tiempo cómo su futuro profesional podría estar ligado a este sector y su madre siempre le sugería otras opciones para ganarse la vida que, aunque relacionadas con la informática, no eran para él.
Desde que acabó el instituto "lo tenía claro" y en su preinscripción para la universidad sólo seleccionó "desarrollo de videojuegos". "Si no entraba en esa, no entraba en ninguna", recuerda, de manera que de no haber accedido a esos estudios no sabe "qué habría hecho con su vida".
En el caso de Castell, conoció los videojuegos por el entorno en el que se desenvolvía ya de niño, pero sobre todo por su padre, con el que se "escapaba algunas tardes a comprar un videojuego".
Para él "nunca fue un problema" porque sus padres "siempre" supieron que eso era lo que le gustaba y cuando planteó que era a esto a lo que se quería dedicar, tan sólo le aconsejaron buscar algo en la industria "que tuviera salidas", precisa.
La inspiración, cuando menos lo esperas
La inspiración, como en cualquier sector creativo, llega "cuando menos te lo esperas y de donde menos te lo esperas", comentan.
"Un día te levantas y dices: ¡ostras! me gustaría hacer esto", y si bien "el 99 por ciento de las veces se acaba en un prototipo que no va a ningún lado, luego hay un uno por ciento que la idea funciona y sale un juego que está bien", explica Alberto Gómez.
En otras ocasiones "ves algo que ya está hecho y te planteas: ¿yo podría hacer algo así si lo intentase? Te pones y le dedicas un tiempo a ver si podrías hacer algo parecido", añade.
Y es que crear un videojuego "es como el cine en la época de los setenta o los ochenta donde ya estaba todo inventado prácticamente", apunta Castell, así que "tomas como referencia cosas que te gustan y que has disfrutado, las copias de otros lados y le das tu pincelada para hacerlo un poco distinto".