El Puerto

Un Lugar Tranquilo: Día 1

Crítica de la película 'Un Lugar Tranquilo: Día 1', por Jesús González

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  • JESUS GONZÁLEZ. -

En las primeras entrevistas que concedió John Krasinski durante el estreno de Un Lugar Tranquilo (2018), dijo haber escrito su película impulsado por el miedo que conllevaba la paternidad. Resulta curioso pensar en cómo la llegada de una nueva vida complica, y de qué manera, otra. Resulta más curioso aún reconocer que se trata de una paradoja que inevitablemente se repite siempre que un lazo afectivo nos une a otra persona: el amor es quizás lo más valioso que posee la humanidad y a la vez una de las cosas que más miedo nos provoca: nos da miedo no ser correspondidos, no merecerlo, que se agote, estropearlo o perderlo. Y en el contexto de una invasión de letales alienígenas, quizás sea aterrador pensar que el amor es lo único que nos queda por perder, pero salvaguardarlo también puede convertirse en el mayor motivo de esperanza.

UN LUGAR TRANQUILO: DÍA 1.


Michael Sarnoski escribe y dirige la tercera entrega de la saga: Un Lugar Tranquilo: Día 1 (2024), precuela que Hollywood ha tenido a bien desarrollar debido al éxito económico rotundo de las anteriores. Si Krasinski, de manera algo conservadora, situaba a la familia como nexo de unión de todos sus miedos y esperanzas, Sarnoski se atreve a ir un poco más allá, y construye la trama alrededor de dos protagonistas irónicos, inesperados y que parten como desconocidos entre sí, hasta que cruzan sus caminos accidentalmente durante el primer día de la invasión: Sam, una enferma terminal (Lupita Nyong’o) y Eric, un hombre con ataques de pánico (Joseph Quinn). No puedo obviar a un tercer protagonista vital para la historia: Frodo, el gato de terapia que acompaña a Sam y que funcionará como vínculo emocional entre personajes y como impulsor de situaciones de tensión con los alienígenas.
Recordemos que la premisa principal de la saga y una de sus mejores ocurrencias es que la mayor parte de la trama debe transcurrir en silencio. Los alienígenas que invaden la Tierra son ciegos, pero poseen un oído hiperdesarrollado que los convierte en unos cazadores infalibles. En esta tercera entrega, la acción se traslada a la gran ciudad, transformando la bulliciosa isla de Manhattan en un silencioso campo de batalla. Sarnoski dirige con la tensión necesaria aquellas escenas en las que cualquier ínfimo ruido puede suponer el final, filmando quizás una de las secuencias más impactantes de la trilogía: un río de personas intentando caminar en silencio a través de los valles que conforman los rascacielos de la ciudad. Sin embargo, sacrifica ritmo, acción y espectacularidad con respecto a sus predecesoras, para ofrecer a sus personajes un desarrollo más pausado, significativo e incluso poético.
El viaje de supervivencia que trazan nuestros protagonistas establecerá entre ellos un lazo de afecto que nada tiene que ver con el amor romántico o la familia, pero que igualmente servirá para salvaguardar aquello que creemos perder cuando todo está perdido: la valentía, la alegría o incluso las ganas de vivir. El buen hacer de los dos actores, comprometidos con la historia, hacen de esta entrega una película algo diferente a las anteriores, quizás más humana, menos centrada en la trama de la invasión alienígena y más preocupada en hablar de nosotros, de lo duro que es vivir con miedo a morir, de lo necesario que son las relaciones humanas y de lo que son capaces de conseguir hasta en las situaciones de supervivencia más extremas. 

Jesús González Twitter:@JesulinGonzalez

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