Mientras los asistentes ocupaban su lugar caras conocidas se vieron pasear por el albero, no quisieron perderse la cita con el arte de las cuerdas de la solera del más puro estilo flamenco. Entre los asistentes destacados se encontraban Niña Pastori y su marido Chaboli, los guitarristas jerezanos Manuel Morao y Diego del Morao, la cantaora María José Santiago y uno de los componentes del grupo de los delincuentes entre otros.
Pasadas las diez y media de la noche el escenario seguía apagado y el público ansioso llamaba al artista al compás de las palmas de la tierra. A la entrada de Paco de Lucía la plaza entera lo recibió en pie, entró, sin necesidad de un acorde, por la puerta grande.
El artista quedaba en el centro del escenario con un elegante juego de luces y escoltado por un fondo de verdes palmeras que con el aire cogían un alegre compás que parecían mecerse con los llantos de la guitarra. El recital se basó sobre todo en el palo de la bulería, como en Jerez esta mandado, y en su último trabajo Cositas Buenas.
Paco se sentó y su guitarra quiso que comenzara con unos melódicos acordes de dulce sonido que invitaban a los presentes a soñar y perderse por los más íntimos sentimientos estableciendo desde el principio una profunda complicidad entre artista y audiencia. Los presentes esperaban una pausa del artista para poder premiarlo con aplausos y desde el graderío se escapaban gritos de “genio”.
En el segundo tema salió al acompañamiento el percusionista Piraña con un impecable toque al cajón que logró mezclarse con el sonido de la guitarra pareciendo dos instrumentos en uno, como si siempre hubieran sonado juntos, poco después se incorporaron David de Jacoba, El Farruco y Duquende al toque y el cante.
En el tercer tema la guitarra cantó por bulerías, de nuevo cada pausa es aprovechada para regalar calurosas ovaciones al artista, los dedos del genio parecen multiplicarse llegando de una manera magistral a todos los trastes de esa continuación de su cuerpo, la guitarra, con un auténtico dominio del compás y la melodía.
En el siguiente tema el torero cambió su traje de luces por el de marinero para faenar con las olas de la alegría con la guitarra como mástil del más valiente de los veleros que surcaron en alta mar. Para el quinto tema, Volar, de Cositas buenas, último antes de un descanso de quince minutos, de nuevo el cuadro completo arropó al maestro, los músicos brillaron con luz propia con un bajo acompasado fusionando el flamenco de Paco de Lucía con un fino jazz, la increíble armónica y arte de Antonio Serrano que arrancó el aplauso en pie del respetable. Duquende dio lo mejor de sí mismo con las bulerías junto al maestro que acompañaba a la guitarra a Camarón, descubridor de este cantaor.
Para cerrar la primera parte el baile del Farruco dio sus primeras pinceladas de lo que después sería una magnifica exhibición del arte que ha heredado de su familia.Tras el descanso, que el público aprovechó para refrescarse, comenzó de nuevo el espectáculo con el cuadro completo hasta el final. Abrió la segunda parte con un papel secundario en unos tangos que dejó que el cantaor Duquende se luciera con un cante templado y su inigualable timbre de voz.
El siguiente tema lo dejó para el protagonismo del bajo del cubano, Alain Pérez y de la armónica de Antonio Serrano que dejó a todos los presentes boquiabiertos por su destreza.
Acto seguido llegaba el momento dedicado para El Farruco, que desgranó su arte y su dominio del compás sobre las tablas. Con un baile quizás demasiado forzado y poca expresión en los brazos. Parecía querer recoger l
la fuerza de su abuelo para transmitirla a sus tacones.
El guitarrista pronunció pocas y breves palabras en la velada, un tímido “buenas noches” al comenzar y el momento de la presentación escueta de los músicos que le acompañan, tuvo también la deferencia con los guitarristas jerezanos Manuel y Diego del Morao que se encontraban entre el público y pidió un aplauso para ellos.
Con el noveno tema de la noche en el que todo el cuadro se lució el artista se despedía de la plaza de toros de Jerez con un público tal vez entregado en exceso y al que dejó más que satisfecho, a juzgar por su prolongada ovación y los vítores que dedicaron al artista.
Para el bis se hizo mucho de rogar, casi cinco minutos de palmas al compás del soniquete jerezano de la bulería, y los insistentes gritos coreados de “Paco, Paco”. La noche terminó Entre dos aguas y un rotundo silencio en los tendidos y el albero, el guitarrista dio certeros capotazos con los archiconocidos sonidos de la más conocida de sus creaciones que dejó a todos los presentes con un gran sabor de boca.
En total, algo más de cinco mil personas se dieron cita en la plaza de toros para disfrutar de este espectáculo, en el que Paco de Lucía estuvo acompañado de los cantaores Juan Cortés Duquende y David de Jacoba; así como de la guitarra auxiliar de Antonio Sánchez. Al baile estuvo Antonio Fernández Montoya El Farruco, actual patriarca de esta dinastía. En la percusión, Israel Suárez El Piraña.
Pasadas las diez y media de la noche el escenario seguía apagado y el público ansioso llamaba al artista al compás de las palmas de la tierra. A la entrada de Paco de Lucía la plaza entera lo recibió en pie, entró, sin necesidad de un acorde, por la puerta grande.
El artista quedaba en el centro del escenario con un elegante juego de luces y escoltado por un fondo de verdes palmeras que con el aire cogían un alegre compás que parecían mecerse con los llantos de la guitarra. El recital se basó sobre todo en el palo de la bulería, como en Jerez esta mandado, y en su último trabajo Cositas Buenas.
Paco se sentó y su guitarra quiso que comenzara con unos melódicos acordes de dulce sonido que invitaban a los presentes a soñar y perderse por los más íntimos sentimientos estableciendo desde el principio una profunda complicidad entre artista y audiencia. Los presentes esperaban una pausa del artista para poder premiarlo con aplausos y desde el graderío se escapaban gritos de “genio”.
En el segundo tema salió al acompañamiento el percusionista Piraña con un impecable toque al cajón que logró mezclarse con el sonido de la guitarra pareciendo dos instrumentos en uno, como si siempre hubieran sonado juntos, poco después se incorporaron David de Jacoba, El Farruco y Duquende al toque y el cante.
En el tercer tema la guitarra cantó por bulerías, de nuevo cada pausa es aprovechada para regalar calurosas ovaciones al artista, los dedos del genio parecen multiplicarse llegando de una manera magistral a todos los trastes de esa continuación de su cuerpo, la guitarra, con un auténtico dominio del compás y la melodía.
En el siguiente tema el torero cambió su traje de luces por el de marinero para faenar con las olas de la alegría con la guitarra como mástil del más valiente de los veleros que surcaron en alta mar. Para el quinto tema, Volar, de Cositas buenas, último antes de un descanso de quince minutos, de nuevo el cuadro completo arropó al maestro, los músicos brillaron con luz propia con un bajo acompasado fusionando el flamenco de Paco de Lucía con un fino jazz, la increíble armónica y arte de Antonio Serrano que arrancó el aplauso en pie del respetable. Duquende dio lo mejor de sí mismo con las bulerías junto al maestro que acompañaba a la guitarra a Camarón, descubridor de este cantaor.
Para cerrar la primera parte el baile del Farruco dio sus primeras pinceladas de lo que después sería una magnifica exhibición del arte que ha heredado de su familia.Tras el descanso, que el público aprovechó para refrescarse, comenzó de nuevo el espectáculo con el cuadro completo hasta el final. Abrió la segunda parte con un papel secundario en unos tangos que dejó que el cantaor Duquende se luciera con un cante templado y su inigualable timbre de voz.
El siguiente tema lo dejó para el protagonismo del bajo del cubano, Alain Pérez y de la armónica de Antonio Serrano que dejó a todos los presentes boquiabiertos por su destreza.
Acto seguido llegaba el momento dedicado para El Farruco, que desgranó su arte y su dominio del compás sobre las tablas. Con un baile quizás demasiado forzado y poca expresión en los brazos. Parecía querer recoger l
la fuerza de su abuelo para transmitirla a sus tacones.
El guitarrista pronunció pocas y breves palabras en la velada, un tímido “buenas noches” al comenzar y el momento de la presentación escueta de los músicos que le acompañan, tuvo también la deferencia con los guitarristas jerezanos Manuel y Diego del Morao que se encontraban entre el público y pidió un aplauso para ellos.
Con el noveno tema de la noche en el que todo el cuadro se lució el artista se despedía de la plaza de toros de Jerez con un público tal vez entregado en exceso y al que dejó más que satisfecho, a juzgar por su prolongada ovación y los vítores que dedicaron al artista.
Para el bis se hizo mucho de rogar, casi cinco minutos de palmas al compás del soniquete jerezano de la bulería, y los insistentes gritos coreados de “Paco, Paco”. La noche terminó Entre dos aguas y un rotundo silencio en los tendidos y el albero, el guitarrista dio certeros capotazos con los archiconocidos sonidos de la más conocida de sus creaciones que dejó a todos los presentes con un gran sabor de boca.
En total, algo más de cinco mil personas se dieron cita en la plaza de toros para disfrutar de este espectáculo, en el que Paco de Lucía estuvo acompañado de los cantaores Juan Cortés Duquende y David de Jacoba; así como de la guitarra auxiliar de Antonio Sánchez. Al baile estuvo Antonio Fernández Montoya El Farruco, actual patriarca de esta dinastía. En la percusión, Israel Suárez El Piraña.
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