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Andalucía Game

Análisis: Split Fiction

Hay juegos que entretienen, otros que innovan, y luego está Split Fiction, una obra que no solo desafía las convenciones, sino que redefine el cooperativo

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  • Split Fiction.

Hay juegos que entretienen, otros que innovan, y luego está Split Fiction, una obra maestra interactiva que no solo desafía las convenciones del género, sino que redefine lo que significa jugar juntos.

Desde el primer fotograma, te atrapa con una premisa tan ambiciosa como ejecutada a la perfección: dos realidades paralelas, dos jugadores, una sola historia entrelazada por decisiones que resuenan en ambos universos.

Este no es un simple "juego cooperativo"; es una simbiosis lúdica donde cada movimiento, cada diálogo y cada giro del mando izquierdo afecta no solo tu experiencia, sino la de tu compañero. Y creedme, cuando digo que la Xbox Series X nunca se había sentido tan poderosa como al ejecutar esta coreografía interdimensional, no exagero.

Es una oda a la cooperación, un ballet perfectamente coreografiado entre dos jugadores cuyas acciones resuenan a través de realidades fracturadas. Desde el instante en que empiezas a jugar, queda claro que este no es un título convencional: es una experiencia que te obliga a mirar más allá de tu propia pantalla, a sentir la presencia del otro jugador como una extensión de ti mismo, incluso cuando sus decisiones te desconcertan o sus errores te hacen gritar de frustración (y luego reír, porque aquí hasta los fallos son parte de la magia).

El juego construye su grandeza sobre una premisa aparentemente sencilla: dos realidades paralelas, conectadas por un cataclismo dimensional, que deben ser exploradas y reparadas simultáneamente. Pero lo que podría haber sido un simple truco narrativo se convierte en un ecosistema vivo de causa y efecto, donde cada movimiento en el mundo futurista de neón y datos altera el reino fantástico de espadas y hechizos, y viceversa.

La genialidad de Split Fiction reside en cómo convierte esta interdependencia en algo tangible: un puente destruido en una dimensión puede manifestarse como un río congelado en la otra; un enemigo derrotado en tu pantalla reaparece como un aliado herido en la de tu compañero. No se trata de mecánicas separadas que ocasionalmente se tocan, sino de un diálogo constante entre dos mundos que respiran al unísono.

El combate es donde esta filosofía brilla con más fuerza. Mientras un jugador se mueve con la agilidad de un mercenario cybernético, esquivando ráfagas de balas entre paredes que se regeneran como tejido orgánico, el otro puede estar invocando escudos mágicos cuyas runas coinciden milimétricamente con los patrones de los proyectiles enemigos. La sincronización no es recomendable; es esencial. Hay ataques que solo funcionan si ambos jugadores golpean al mismo objetivo desde realidades opuestas, creando una "fractura" que desgarra a los enemigos entre dimensiones. Los jefes son especialmente memorables: criaturas que existen parcialmente en ambos planos, obligándote a coordinar ataques en espacios que ni siquiera compartís visualmente.

Split Fiction.

La primera vez que derrotáis a una de estas bestias sintiendo cómo vuestras estrategias se alinean como engranajes perfectos es uno de esos momentos que quedan grabados en la memoria colectiva de los jugadores.

Pero Split Fiction no se conforma con revolucionar la jugabilidad; también quiere conmoverte. La narrativa, contada a través de fragmentos que cada jugador experimenta de forma distinta, explora temas como la identidad, el libre albedrío y el precio de la conexión humana. Hay escenas donde un diálogo inocente en tu pantalla se convierte en un grito desesperado en la del otro; momentos en los que debes elegir entre salvar a un NPC en tu realidad o sacrificarlo para abrir un portal en la ajena.

El juego no juzga estas decisiones, pero las recuerda, tejiendo una red de consecuencias que culmina en uno de los finales más emocionalmente ambiguos de los últimos años. Incluso los personajes secundarios tienen peso: un mercenario que en un mundo es un villano despiadado, en el otro es un padre que busca a su hija perdida, y solo al compartir información entre jugadores podéis descubrir la verdad completa.

Técnicamente, Split Fiction es un escaparate de lo que la Xbox Series X puede hacer cuando los desarrolladores piensan en grande. Las transiciones entre dimensiones son instantáneas gracias al SSD, pero el juego las disfraza de distorsiones visuales que convierten el paso entre mundos en un espectáculo. Los efectos de ray tracing no solo embellecen escenarios; son pistas: el reflejo en un charco puede mostrar la versión alternativa de un edificio, revelando un camino oculto. El audio 3D es tan preciso que puedes oír a tu compañero moviéndose "detrás" de ti en su realidad, incluso cuando en la tuya solo hay un muro vacío. Y aunque el modo para un jugador (que alterna dimensiones con un botón) es una proeza de diseño, la verdadera esencia del juego late en el cooperativo, donde cada susurro, cada risa y cada "¡corre!" compartido convierten la pantalla dividida en algo íntimo y épico a la vez.

Split Fiction.

¿Merece la pena? La respuesta es tan compleja como el propio juego. Si buscas una experiencia solitaria rápida, quizá te abrume. Pero si tienes a alguien dispuesto a sumergirse contigo en sus aguas turbulentasSplit Fiction se revela como algo raro y precioso: un videojuego que no solo se juega en cooperativo, sino que habla sobre la cooperación misma, sobre lo que significa confiar, adaptarse y, a veces, fallar juntos.

Es desafiante, conmovedor y, sobre todo, inolvidable. En un industria obsesionada con el online masivo, este título demuestra que la conexión más poderosa a veces solo necesita a dos personas, dos mandos y un multiverso roto que reconstruir. No es un juego para todos, pero para quienes resonéis con él, se convertirá en una parte de vuestra historia personal. Y eso, al final, es el mayor logro que cualquier obra interactiva puede alcanzar.

Split Fiction.

 

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