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Gente, lugares y tradiciones

Plaza Costa del Sol, garbo de Torremolinos

En la Plaza Costa del Sol, en pleno corazón de Torremolinos, se encuentra una de las dos antiguas fuentes públicas cuyas aguas bajan directamente de los manantiales en la proporción ideal de calcio-magnesio, tan indispensable para la salud.

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En los inicios del siglo XX los lugareños la conocían como “Plaza de la Constitución”. Por ella circulaban, tirando cansinamente de sus carros, esos peludos y  nobles brutos, de largas y graciosas orejas, de los que el “Platero” de Juan Ramón Jiménez se erigió en supremo embajador. Después, en los años treinta, fue rebautizado el céntrico entorno como “Plaza de la República”. Concluida la contienda civil, el régimen le dio el nombre de “Plaza de José Antonio”. Aquí la feria dio sus vueltas, rotando por el pueblo hasta que alcanzó su cénit en el actual y perenne recinto.

  

 Finalmente, en pleno boom turístico, el pueblo empezó a conocer ese típico espacio como “Plaza Costa del Sol”. Y así se le conoce hoy. Fue escenario del rodaje de alguna que otra película en la década de los sesenta. En esa época llamaba la atención de los turistas el simpático guardia urbano, con su donoso casco blanco sobre la cabeza, subido al clásico queso entonces en boga, desde donde animosamente dirigía el tráfico. Asimismo protagonizó la plaza el trasfondo de más de una novela.

 

  La popular fuente, antigua, es una de las dos que en la urbe aún refrescan a los viandantes. De salutíferas aguas cristalinas procedentes de los copiosos manantiales de Torremolinos -que se cuentan entre los principales de España y que abastecen del vital líquido a la ciudad de Málaga-, la fuente manaba tiempo ha entre las calles María Barrabino y San Miguel. Después fue trasladada más al centro de la plaza, donde durante años calmó la sed de autóctonos y visitantes. Hoy mitiga los calores estivales en el acceso donde vierten sus troneras automovilísticas esos dos estrepitosos ríos urbanísticos que damos en llamar calle Hoyos y calle Cruz.  

 

  A propósito de las aguas de los manantiales de Torremolinos, éstas brotan en la proporción ideal de dos partes de calcio (50%) por aproximadamente una de magnesio (22%), Según investigaciones médico sanitarias realizadas pocos años atrás, la proporción aproximada de dos partes de calcio por una de magnesio es la idónea para que ambos elementos sean absorbidos con éxito por el cuerpo, cooperando así a su salud integral. Esa proporción es la que se encuentra en la dolomita y previene gran número de enfermedades. Las aguas de Torremolinos manan precisamente en esa proporción estimada de dos por uno, por lo que resultan medicinalmente recomendables para el equilibrio calcio-magnesio.

 

  En otros tiempos conoció la Plaza un casi permanente ambiente festivo, gracias a la célebre sala de fiestas El Mañana, donde hoy se levanta el edificio Entreplazas, y al bar Pedro’s, donde, aparte de la flor y nata del turismo, paraban los artistas, músicos y personajes del momento. La cafetería Plaza, donde posteriormente se instaló Mc Donalds, fue otro punto de encuentro popular. Cerca, aún palpita el viejo molino de Manojas, reconvertida parte de sus bajos en minúsculo centro comercial. La otra parte la ocupan el veterano bar Jerez y la no menos veterana bodega Casa Flores, que continúan derramando cotidianamente sus exquisiteces vinateras. La casa de María Barrabino, hoy vacía, aunque repleta de añoranzas, aún conserva la aureola del ayer, cuando el turismo local era tan solo embrión. El arbolado central le daba otrora a la plaza genuino aire de romanticismo. La modernidad ha arrinconado aquel sentimentalismo; pero las artísticas farolas y las monumentales fuentes luminosas imprimen hoy cierto ámbito nostálgico y hasta señorial a nuestra amada Plaza Costa del Sol.   

   

 

PLAZA COSTA DEL SOL

(Poema de Jesús Antonio San Martín,

de su libro “Torremolinos, mi sol, mi amor”)

 

El añejo corazón del municipio / con más ímpetu palpita hoy en la Plaza / de rigor cosmopolita donde antaño / todo el pueblo se reunía y conversaba. / Otros nombres conoció su anatomía, / mas calmó siempre la sed la misma fuente / de agua fresca de pureza saludable / que hoy se yergue, entre dos calles, esplendente. / De la Feria fue la Plaza su real, / donde el júbilo del pueblo se encumbraba; / nunca el pueblo abandonó sus tradiciones: / cual la niña de sus ojos las mimaba. / El Mañana, cada noche amenizaba, / trepidaba con el ritmo de la orquesta; / cerca, Pedro’s disipaba en su terraza, / del doliente forastero, toda pena. / Fue la Plaza inspiración del escritor, / que llevó Torremolinos por el orbe; / la vehemencia del turismo destacó / de lugar tan predilecto su renombre. / La simpática figura del urbano / que, paciente, encaramado sobre el queso, / dirigía puntual el denso tráfico, / ya es emblema popular en el recuerdo. / Enfilando por la céntrica avenida, / el Molino de Manojas atestigua / de la gloria molinera del pasado; / por su entraña discurrió la acequia antigua. / Hoy la Plaza es inmutable torbellino / de comercios, oficinas, bancos, bares / y una ingente multitud abigarrada, / procedente de los pueblos más dispares. / Mas, con todo, no ha perdido su tipismo: / hoy, farolas, fuentes, bancos y verdores / son, pletóricos de diáfana elocuencia, / de la Plaza genuinos esplendores.

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