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El sexo de los libros

Blofeld contra James Bond

El estilo de Blofeld era, en esencia, europeo. Esteta de costumbres fijas, frecuentaba los baños turcos de la rue Aubert para relajarse. No fumaba ni bebía. Era totalmente asexuado.

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Ernst Stavro Blofeld, calificado por el Servicio de Inteligencia Británico como el criminal más frío de la historia del delito, visionario cibernético, con un brillante currículo académico: ciencias económicas y políticas en la Universidad de Varsovia e ingeniería radioelectrónica en el Instituto Politécnico de la capital polaca. La comunicación es la clave del poder. Blofeld es el archienemigo de James Bond.

Nacido el 28 de mayo de 1908 en Gydnia. Su padre era natural de Polonia y su madre griega. Empezó desde cero: hurtando información y especulando con suma prudencia en la Bolsa; organizando, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, una red ficticia de espionaje que vendía materiales al mejor postor, sin idealismos ni estupideces. Así comenzó su fortuna. Antes de la invasión de su país por Alemania huyó a Suecia, después de habérselas ingeniado para borrar absolutamente todos sus datos personales de todos los archivos y registros. Desde Suecia saltó a Turquía, donde volvió a montar un nuevo negocio de compraventa de secretos de Estado. Cuando estuvo seguro de la derrota del Eje, orientó su actividad en beneficio de los Aliados. Entonces todo salió bien, no sólo desde el punto de vista financiero; aparte de las extraordinarias ganancias, Blofeld fue también objeto de numerosos honores y reconocimientos. Fue condecorado en los Estados Unidos, en Francia y en Gran Bretaña. En el apogeo de su triunfo se retiró a Sudamérica para disfrutar de un merecido descanso. A partir de aquí hablamos de un fantasma.

Blofeld, superviviente de sí mismo, funda SPECTRA, una  fabulosa y perfectamente estructurada asociación criminal de este mundo. Objetivo único: el lucro de sus miembros integrantes, dentro —lógicamente— de la jerarquía rigurosamente establecida: Blofeld en la cúspide. Independientemente la clandestinidad absoluta y de numerosos camuflajes, la dirección de SPECTRA se ocultaba bajo la inofensiva apariencia de un instituto filantrópico, la Fraternité Internationale de la Résistence contre l’Oppresion (FIRCO), con sede en el 136 bis del Boulevard Haussmann en París. El tipo de entidad que correspondería a una ONG. La FIRCO estaba supuestamente dedicada, en la compleja e inestable segunda posguerra, a la localización de resistentes antifascistas en paradero desconocido. Por detrás de esta excelente pantalla, SPECTRA centraba su actividad a gran escala en el robo, asesinato, tráfico de drogas y armas, extorsiones y, fundamentalmente, a sembrar la discordia entre las naciones y fomentar el caos en el planeta.

Los socios de SPECTRA carecían de antecedentes penales. Esta limpieza de expediente, mantenida tras una larga e intensa trayectoria de criminalidad, era requisito imprescindible para pertenecer a la corporación. Blofeld era un obseso de la seguridad y la eficacia. No admitía mediocridades, ni incompetentes, ni oportunistas en su cenáculo.

El estilo de Blofeld era, en esencia, europeo. Esteta de costumbres fijas, frecuentaba los baños turcos de la rue Aubert para relajarse. No fumaba ni bebía. Era totalmente asexuado. Adoraba el café y los caramelos de violetas, con los que se endulzaba la boca cuando tenía que decir algo desagradable.

En El Golem, la sibilina revelación del cabalista Meyrink, se dice que “son las escaleras estrechas y ocultas las que nos llevan a la patria perdida”. Para Blofeld la vida no pasaba de ser una superstición en el fondo incómoda. Y los muertos no hablan.     
 

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