Néstor Antipático

Publicado: 10/06/2014
Antipático tenía una visión corta de la vida como si llevara todo el tiempo anteojeras, con un recorrido tan corto que todo empezaba y terminaba en él
Néstor era áspero, voluble y agobiante en el trato con los otros, lo que no provocaba ninguna simpatía. De natural apretado, su talante era de esos que tiraban para atrás. Sus modales e incluso su tono de voz resultaban altaneros, por esa manera de mirar por encima del hombro a todo el que le rodeaba, como si realmente fuera superior cuando era todo lo contrario.

Su profesión le hacía moverse, aunque casi siempre fuera en la misma línea, era conductor de Autobús como podría haber sido Ingeniero Técnico Superior u ordenanza en el Ayuntamiento de su pueblo. Antipático hacia honor a su apellido y resultaba insufriblemente soberbio como toda su familia.

No era un portento en el dominio del verbo ni un maestro en la expresión lingüística. Su palabra preferida era NO. En su pueblo, como en todos los españoles tan propensos a colocar motes y apodos, les conocían a toda su parentela como “los malajes”, lo que se tenían ganado a pulso y habían hecho méritos más que merecidos para tener tal sobrenombre.

A lo largo de distintas generaciones habían demostrado con sus vecinos su pobreza interior, su baja autoestima y su falta de ecuanimidad y generosidad con los demás, lo que les había hecho aún parecer más antipáticos, cuando además era gente poco dadas a ser agradecidos, y mucho menos a reconocer sus errores.

Antipático tenía una visión corta de la vida como si llevara todo el tiempo anteojeras, con un recorrido tan corto que todo empezaba y terminaba en él. Esta manera de ser y comportarse solo le había traído disgustos y sinsabores.

Eso sí Néstor despistaba, porque era cambiante como el clima, y si le convenía trataba bien a quien le podía proporcionar algún beneficio, ya que era una estrategia muy común su hipocresía y egoísmo a  la hora de alcanzar sus objetivos.

Una de las cosas que podía desatar su ira era ver a los demás contentos y satisfechos. Está claro que en la vida no tenemos la obligación de ser amables y contentar a todo el mundo, pero si descubriéramos y supiéramos la cantidad de puertas que puede abrirnos, tal vez no iríamos por el mundo poniendo peros o haciendo muecas de desagrado.

Los milagros que producen gestos abiertos y agradables, una palabra dicha con la oportunidad y la sincronía de servir y ser útil a los demás, sin aspavientos ni altiveces, con respeto y sin sumisión. La gente responde cuando nosotros nos empeñamos en tratarlos con dignidad.

Néstor Antipático se preguntó una mañana delante del espejo, porque los demás le reprobaban su actitud, tal vez se estaba perdiendo muchas posibilidades de disfrutar de su vida con él mismo y con los demás, no se consideraba una persona con un trastorno de ansiedad social  pero sabía que necesitaba una urgente terapia contra su antipatía.

Tenía que aprender a saludar e interesarse por lo que le sucedía   a sus paisanos, a sonreír a quienes se cruzaban en su camino, a decir hola y adiós, a dar las gracias, ceder el paso o un asiento, a pedir las cosas por favor y comenzó a entrenarse y quedó sorprendido porque la gente le respondía con la misma delicadeza.

Había cambiado de gafas y se había colocado la de los otros,  y ahora observaba desde fuera de sí mismo su realidad y la de los demás y se dijo así mismo que no merecía la pena continuar siendo tan antipático, y en ese proceso de transformación decidió cambiarse hasta el apellido, claro está previo pago de una tasa, y es que este ministro Gallardón no desaprovechaba ocasión.
          

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