Andalucía

'Nuestro último verano en Escocia'. Celtas y vikingos

Pueden resultar tan irresistibles como irritantes en sus observaciones, diálogos, características y reacciones. Tan complejos, como innecesariamente complicados...

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Esta producción británica de 95 minutos de metraje está fechada en 2014, codirigida y coescrita por Andy Hamilton y Guy Jenkin, su música la firma Alex Heffes y la ha fotografiado Martin Hawkins. Esta producción británica, que tiene un eficaz y atractivo reparto encabezado por Rosamund Pike, David Tennant y Billy Connolly, y  unos pasmosos actores infantiles, ha robado mayoritariamente el corazón de la crítica, a tenor de las referencias leídas por quien esto firma. De hecho, parece que también el del público, pues se mantiene en cartelera teniendo unas señas de identidad independientes y algo peculiares.

Con rasgos indies, a lo pequeña Miss Sunshine, esta comedia de tintes oscuros, sigue a una pareja, no demasiado bien avenida, con tres hijos más que peculiares que viaja a Escocia -intentando disimular sus conflictos- para festejar el cumpleaños de un abuelo heterodoxo y gravemente enfermo. Allí tendrán que enfrentarse con un hecho irreversible y con sus propias contradicciones.

Los realizadores, desde el punto de vista de quien esto escribe, extraen la fuerza y la debilidad de esta cinta de sus propias señas de identidad de fondo y forma. Parte de su encanto está en la personalidad de los protagonistas, pero fuerza demasiado sus extravagancias. Esto es particularmente cierto en lo que se refiere al trio de las dos hermanas y el hermano. Pueden resultar tan irresistibles como irritantes en sus observaciones, diálogos, características y reacciones. Tan complejos, como innecesariamente complicados. Tan únicos e irrepetibles, como clichés.

Premio del Público en la Seminci vallisoletana, posee una negrura que te asalta en el terreno del humor. Y, a la vez, humor dentro de la oscuridad de un hecho trágico. Transita muy bien por ese territorio tan british de la excentricidad cotidiana; de los dardos afilados de la ironía; de la brillantez en los diálogos; de la sátira; de la parodia sin trazo grueso; de saber hacer cercano lo  inverosímil.  Pero también resulta previsible, pese a todo. Pero también elude, desde la mirada de quien esto firma, ciertas emociones genuinas. Enmascara el conflicto, evita el trauma infantil ante un impacto inesperado y escapa del duelo mediante rituales manieristas. ¿Dónde el dolor…? Demasiado teórica, quizás.

Pues eso. Esta entrada es solo una contribución, paradójica y contradictoria, a este relato nada convencional entre celtas y vikingos que deberían juzgar por sí mismas-os viéndolo.

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