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Desde Conil

La Fábrica

Un homenaje sincero y popular para Adolfo Martínez, este granadino de nacimiento y conileño de alma y corazón.

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Hace aproximadamente unos catorce años, tuve la satisfacción de visitar el centro de visitantes “Fabrica de Hielo” en Sanlúcar. En este edificio perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente, se interpreta la información sobre las áreas naturales del Parque Nacional Doñana y se explica la evolución del hombre en este entorno geográfico. Además ofrece al visitante una visión sobre la importancia de esta ciudad en el descubrimiento de América. Dicho centro cultural se encuentra construido sobre los cimientos de una vieja fábrica de hielo que data de finales del siglo XIX.
Dos lustros después de aquella visita cultural, hablando con un compañero de trabajo salió la conversación sobre mi viaje a Sanlúcar. Narrando mi travesía, llegamos al punto donde contaba mi presencia en el centro de visitantes “Fabrica de Hielo”. Tras oír mí historia, el joven tertuliano que me acompañaba, con el rostro sonriente. Rápidamente añadió a la conversación, que su abuelo tenía una fábrica de hielo en Conil. Sorprendido, le dije que había oído hablar de la fábrica de su abuelo y pensaba que solo elaboraba bebidas espumosas. El dijo que en los primeros años ambas cosas.

A finales de los años 70 y principio de los 80, solía visitar una vez cada mes la casa del propietario de “La Fabrica de las Gaseosas”, este es el nombre como todos los conileños conocemos el local que elaboraba las bebidas espumosas y refrigerantes. La casa de este artesano de las gaseosas ecológicas y tradicionales, estaba junto a la fábrica. En la plaza Santa Catalina, para mas seña. Aquella visita la hacía yo unas veces con mi padre y otras con mi hermano, íbamos a cobrarle el recibo de un seguro .Muchas veces al llegar allí, me asomaba a la sala de fabricación para ver las vieja maquinas, ya inservibles y cubiertas por una patina de oxido. Mi mente intentaba imaginar cómo sería el funcionamiento de aquellas maquinarias fabricando esa riquísima gaseosa.
Una vez al salir de aquel histórico y nostálgico lugar, estando junto a la puerta del bar El Resbalón. Mi padre me comento. Que cuando él era un niño y no existía en Conil ni neveras, ni cámara frigorífica, ni se fabricaba hielo. En los bares se enfriaba las bebidas en los días calurosos del verano, introduciendo las botellas en un cubo de lata con agua recién sacada de un pozo. Si el pozo había sido excavado sobre una cantera, el agua aun salía más fría.

El propietario de la fabrica era un granadino, que recalo en Conil no sé porque motivo. Caso con una gaditana y se instalo en nuestro municipio. Igual que ocurría en muchos pueblos y ciudades de España, este foráneo venido de la ciudad de la Alhambra, instalaría a principio del siglo XX una fábrica de hielo y gaseosas que era la bebida refrescante que estaba de moda.

La gaseosa se elaboraba con agua saturada de ácido carbónico, a la cual se le añadía sacarosa o azúcar y esencias de limón, naranja o jarabes de limón o naranja. Cada fabricante tenía su secreto en la receta. Por eso no tenía el mismo sabor una gaseosa conileña, que una gaditana de la fabrica La Alianza.

Estas deliciosas bebidas espumosas, artesanales y ecológicas se servían en sifones. Estos eran unos recipientes de vidrio grueso, cerrados con un casquete accionado con una palanca que permitía la salida de la gaseosa a presión. Esta era ideal para combinarla con vino tinto o con vermut. Los anglosajones en los años 50 solían tomar whisky con gaseosa, que era la bebida de moda en aquella época. El whisky con soda (traducción anglosajona, que equivale a agua carbonizada), era el combinado más solicitado en los pub británicos y en los bares americanos.
Vaya este recuerdo popular para esta “Fabrica de las Gaseosas”, que durante muchos años refresco y endulzo el paladar de los conileños, hasta la aparición a finales de los años 60 y principio de los 70 de la gaseosas comerciales, que no necesitaban sifón para servirlas. Estas traían su tapón cubierto con un papel rojo anaranjado, que coleccionándolos luego se podían canjear por regalos o juguetes. Contra más papeles juntáramos, más regalos o mejores. Sistema tómbola. Este sistema comercial rápidamente atrajo la atención de los consumidores. Pasando a segundo plano la gaseosa tradicional y artesanal que se realizaba en esta añorada fabrica.

Un homenaje sincero y popular para Adolfo Martínez, este granadino de nacimiento y conileño de alma y corazón, que supo invertir en el placentero elixir que refrescaba y hacia más confortables las tarde estivales para sus paisanos de adopción. Su legado que forma parte de la memoria histórica de Conil, lo conserva la familia Martínez como si de una valiosa reliquia del pasado se tratara en el fondo de sus corazones.

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