La tribuna de Viva Sevilla

La caja negra de los veladores

La nueva Ordenanza de Veladores ya no le exigía el permiso de sus vecinos para poner los veladores y podía colocar mesas en toda la calle y hasta enfrente

A lo largo de los últimos 14 años, como integrante de la Plataforma por el Descanso y de Juristas contra el Ruido, he sido testigo de hitos clave que han permitido la toma de la ciudad por los veladores, con un grave menoscabo de la salud de los vecinos.

Voy a contar la historia del bar de Pepe, situado en la planta baja de la calle del Velador n. º cero de esta capital. Con Soledad Becerril, el bar de Pepe tenía que cerrar a las 12 y no podía tener veladores ni permitir el consumo de bebidas en la puerta. Los vecinos vivían en una ciudad amistosa y su hogar era un remanso de paz. Pepe y los vecinos convivían felizmente.


Con Monteseirín, Pepe pudo poner veladores, previo permiso de los vecinos  y siempre que sólo ocuparan el frente de su local. Pepe triplicó su clientela por dos perras gordas.
El florecimiento de los veladores (legales e ilegales) conllevó la imposibilidad de control por el Ayuntamiento. Pepe descubrió que podía poner más veladores, cerrar cuando quisiera y permitir el consumo de pie. Como mucho le pondrían una multa irrisoria cada dos años.

Los vecinos ya no podían ni dormir, ni estudiar, ni ver la tele y le retiraron su permiso para veladores a Pepe, y tras años de escritos al Ayuntamiento e ir a los tribunales Pepe se vio sin sus mesitas. Pepe y los vecinos ya no eran amigos. De momento, el autoservicio, más el consumo de pie, habían librado a Pepe de contratar a otro camarero. Para entonces la calle se llamaba “Velador 20”.


La llegada de Zoido puso  a Pepe contentísimo. La nueva Ordenanza de Veladores ya no le exigía el permiso de sus vecinos para poner los veladores y podía colocar mesas en toda la calle y hasta en el lado de enfrente. Los inspectores habían dejado de salir de noche. Pepe cerraba cuando quería, y para ahorrar servicio puso una megafonía para llamar a los clientes. Los días de partido ponía la tele en la calle.

Pepe estaba feliz; los  vecinos, condenados a no vivir. La calle se llamaba en 2013 “Velador 30”. Pepe se vio obligado a contratar  a Antonio, el camarero, por un año.  


Para 2015, Pepe había pasado a imponer a Antonio, el nuevo camarero, un contrato de 9 horas al mes, el gran truco de la reforma laboral. El pobre Antonio ya no tenía más que 9 horas al mes de cotización, a pesar de sus 15 horas de trabajo al día. En caso de caer una inspección, Pepe tenía las espaldas cubiertas. Además, como sólo tenía que presentar una declaración responsable, Pepe abrió dos bares más en la calle.

Ya no había 50 vecinos afectados por el ruido, sino 300. Los más afortunados habían conseguido vender sus pisos perdiendo dinero y ganando salud. Ya no quedaban inquilinos en los pisos. Todos han huido a viviendas en las que puedan vivir en paz. 


A finales de 2014, la calle se llamaba “Velador 100”.  Sevilla ya era un velador con ciudad.
La historia dirá cuál es el futuro del bar de Pepe. No podemos más que aplaudir y animar a Espadas a que siga en la línea iniciada, si bien aún queda mucho por hacer y son miles los sevillanos que sufren el ruido de los veladores.

Espadas ha sido el único alcalde que nos ha recibido a los afectados por el ruido y el único que ha permitido que formemos parte de la Mesa de Veladores. Está siendo valiente y no nos está utilizando a los vecinos ni como escudo, ni como excusa.


El velador es una ampliación de licencia sujeta a mediciones y si el ruido que se emite supera los 55 dBA de día , o los 45 dBA de noche, esos  veladores no pueden tener licencia. Por ley ningún vecino tiene que soportar un ruido superior a los 30 DBA en su dormitorio, lo que equivale al ruido de una mosca volando. A por ello, señor Espadas. Muchos sevillanos lo apoyamos y aplaudimos sus medidas.


Nadie puede hacer negocio a costa de la salud de nadie. Vaya nuestro respeto y agradecimiento a los muchos Pepes que han actuado y actúan cada día con consideración y respeto por sus vecinos y dentro de la más absoluta legalidad.

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