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Lo que queda del día

Clavicordio desafinado

Desafinar, desafinan todos, empezando por Kichi, pero está claro que es comparándose con los demás cuando uno suele venirse arriba

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El alcalde de Cádiz, José María González, ha dicho esta semana que el PSOE suena como un “clavicordio desafinado”. Su afición por las metáforas no tiene límite. Lo mismo le ocurre con su entusiasmo, que tampoco lo tiene, igual que su arrogancia, y así contenta y desquicia a unos y otros a partes iguales. En realidad, lo que me inquieta es el instrumento elegido: ¿por qué un clavicordio? ¿Acaso tiene predilección por Bach? ¿O todo vuelve a reducirse a la estrategia de inspirar subliminalmente el titular del día siguiente?

Su jefe, el aclamado líder y macho alfa de Vistalegre 2, ha hecho saber esta semana -todos a copiarle la idea- que piensa dedicar su tiempo libre a ver The leftovers. ¿Por el impuesto carácter mesiánico a su protagonista tal vez? Dudo que encuentre correspondencias políticas con la realidad; en todo caso, espirituales y filosóficas: cada episodio, una sacudida. Más reconfortante, eso sí, que otra serie más acorde a sus aspiraciones, House of cards, que ha entrado en bucle y sólo se sostiene por el hipnótico trabajo de los maquiavélicos Underwood (Kevin Spacey y Robin Wright).

Entre el clavicordio, The leftovers y la afición de la princesa de Asturias por las películas de Kurosawa, ésta ha sido una semana de referencias exquisitas. Pero volvamos al instrumento y al hecho impepinable que Kichi obvió en su elocuente observación: Desafinar, desafinan todos, empezando por él mismo, pero está claro que es comparándose con los demás cuando uno suele venirse arriba.

En Jerez desafinó esta semana el pleno convocado para abordar la cesión de activos del Teatro Villamarta, pero más aún el concierto para presupuesto y orquesta, cuya partitura ha llenado de correcciones el Ministerio de Hacienda en pleno ensayo general y para provocar división de opiniones.

Para entender lo ocurrido basta con atender las valoraciones de Ganemos Jerez y Ciudadanos, las más sensatas en mitad del irreductible combate entre socialistas y populares. Primero, porque la presión intervencionista del citado Ministerio nunca llegó a tal bajo gobierno popular en la ciudad; y, segundo, porque el PSOE ha optado por llevarse el debate, desde el inicio, al terreno electoralista, y no al de la aportación de soluciones, en una maniobra casi calcada a la que puso en marcha para garantizar el futuro del Villamarta: esbozar un problema para presentarse posteriormente como la solución, y no como solución desde un inicio. Ya no es sólo cuestión de desafinar, sino de sobreactuar.

El Gobierno local, que salvó el presupuesto de 2016 en el tiempo de descuento, al borde de las campanadas en Sol, se comprometió a tener el de 2017 antes de abril. Y lo logró, así como el respaldo necesario para sacarlo adelante en pleno. Casi dos meses después, el informe remitido por el Ministerio de Hacienda ha hecho tambalearse la estabilidad con la que el ejecutivo ya se había garantizado una plácida travesía hasta 2019. Al Ayuntamiento no le queda otra que rebatir punto por punto ese mismo informe, y es lo que pretende hacer en unos días, pero antes de eso se ha construido un relato con un amago de ERE incluido y la demoníaca influencia del PP sobre el despacho de Montoro. 

Personalmente, me cuesta imaginar, tal y como insinúa el PSOE, a Antonio Saldaña maniobrando en Hacienda y pidiéndole a los técnicos del Ministerio que hagan todo lo posible por frustrar los planes del Gobierno socialista, que, en el fondo, son los de la propia ciudad, como si el futuro de España se redujera a Jerez, aunque lo que sí sería deseable es que la misma influencia que el PP tuvo en su día para evitar mayor presión sobre el Ayuntamiento ante los incumplimientos del plan de ajuste, volviera a ejercerla en este momento para establecer un mejor entente entre ambas partes, aunque no salga de ellos. Algo tan necesario como poco probable. Ésa es la cuestión. ¿Por dónde quedaba eso de anteponer los intereses de los ciudadanos a los intereses partidistas? Pues ni unos ni otros. Y así es imposible que la orquesta deje de desafinar, con o sin clavicordio, mientras la platea comienza a impacientarse.

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