Ocio y copas entre básculas

Publicado: 12/12/2009
Los primeros rastros de mercados municipales en España se remontan al siglo XII, cuando en las plazas de los pueblos y burgos castellanos comenzó a florecer la actividad comercial alrededor de puestos, primero periódicos y luego permanentes.
Los primeros rastros de mercados municipales en España se remontan al siglo XII, cuando en las plazas de los pueblos y burgos castellanos comenzó a florecer la actividad comercial alrededor de puestos, primero periódicos y luego permanentes.

Novecientos años después, pese al empuje de las grandes superficies, los mercados conservan su vitalidad y por sus puestos pasan al año 1.825.000 toneladas de frutas y hortalizas, 225.000 toneladas de pescado y 417.000 toneladas de carnes y derivados, según los datos que ofrece la empresa nacional Mercasa.

Y es que hoy, en efecto, los alrededor de mil mercados municipales españoles evolucionan y se adaptan a los nuevos hábitos de la sociedad para que “tradicional” no se convierta en un sinónimo de “antiguo”.

La clave, según dice a Efe el jefe del Área de Mercados Minoristas de Mercasa, Roberto Alonso, es aunar la tradición de los mercados con una vocación de servicio que se adapte a los clientes.

“¿Tiene sentido que los mercados abran a las 7 de la mañana y, sin embargo, cierren a las 6 de la tarde, cuando la competencia registra mayores ventas de productos perecederos?”, reflexiona Alonso, quien señala que aún en España hay zonas donde se mantiene una actitud más reacia entre los minoristas a cambios como la ampliación de horario.

El técnico del Ayuntamiento de Barberá del Vallés del área de mercados José Núñez coincide en que el sector del minorista siempre ha sido “muy conservador”, pese a lo que esta localidad barcelonesa realizó una remodelación “total” del mercado municipal en 2005, “empujados por una situación de crisis”.

Hoy, sus paradistas (tenderos) han visto aumentar sus ventas y comparten espacio con un supermercado de la cadena Mercadona, centro que es el que mejor resultados tiene a nivel nacional, según afirma Núñez, lo que demuestra que ambos formatos comerciales no sólo no son enemigos, sino que son “amigos inseparables”.

Desde la gerencia del Mercado Sur de Burgos, Rubén Medel coincide en el diagnóstico, ya que considera que el cliente “ha cambiado”, de modo que ahora lo que quiere es hacer la compra de la semana de una vez, ya “no sabe comprar” y no tiene tiempo.

Por ello, también han abierto la planta superior del edificio a un supermercado. Además, han organizado actividades para celebrar la fiesta de cumpleaños en su 75 aniversario junto con sus clientes, quienes han adquirido 55.000 papeletas para una rifa en sólo dos semanas, un número relevante en una ciudad con 180.000 habitantes.

Por el contrario, en Madrid la reconversión del mercado de San Miguel ha creado controversia tanto entre los vecinos como en el sector, ya que el local ya no dedica el 65% mínimo de su actividad a la venta de productos alimenticios, requisito que el Ayuntamiento exige para la concesión de una licencia de mercado.

“Un gran bar de copas con elementos de alimentación”, sentencia el presidente de la Federación de Comercio Agrupado y Mercados de la Comunidad de Madrid (Cocam), Javier Ollero, mientras que desde Mercasa, Roberto Alonso defiende que al mercado hay que “ir a hacer la compra, no de compras”.

Para el director-gerente del madrileño Mercado de la Paz, Guillermo del Campo, la clave de este éxito es que los mercados “mantienen de tradicional lo que tienen que mantener” a la vez que todos están innovando.

De tradiciones sabe mucho el Mercado Central de Valencia, cuyo emplazamiento se remonta a la ciudad árabe, y también de innovaciones, como los cursos de cocina para niños que organizan con maestros de la alta cocina como Santi Santamaría y donde la dieta mediterránea y los productos sanos cobran un protagonismo central.

Bajo la hermosa cúpula central se abre un espacio diáfano y luminoso donde se organizan eventos y actividades culturales. La última iniciativa convirtió a tenores y sopranos en tenderos que, para sorpresa y deleite de los compradores, alzaron sus voces por encima del bullicio habitual de los puestos para entonar La Traviata.

De cara al futuro, en Barberá barajan ofrecer degustación de productos in situ, en Madrid esperan afinar el reparto a domicilio, en Valencia pretenden continuar programando actividades bajo el techo del mercado y en Burgos esperan avanzar en la venta de productos precocinados y ultracongelados en el mercado.

En el camino, los mercados tienen que enfrentarse a retos como mejorar y promocionar la venta por internet o mejorar los accesos a los mercados, pero sin duda, la cuestión de la ampliación de los horarios de apertura es uno de los principales “caballos de batalla” del sector, en palabras del responsable de Mercasa.

Ante esta cuestión, Ollero se muestra preocupado, dado que en Madrid, el Ayuntamiento permite la apertura de las tiendas en domingo en el centro de la ciudad, cuestión que ha provocado tensiones entre los minoristas, las grandes superficies y el consistorio.

El presidente de la Cocam advierte de que si los mercados abrieran este día, tendrían que compensar los costes aumentando el precio de los productos. Además, defiende la conciliación de la vida laboral y familiar de los empleados.

Otra amenaza para los mercados es la reconversión, y es que su valor arquitectónico y sus privilegiadas ubicaciones en el centro histórico de las ciudades les convierten en un objeto de deseo para iniciativas privadas y públicas.

Muchos mercados han visto así cómo la gente que cruza sus puertas ya no son compradores que arrastran carritos, sino que ahora, por ejemplo, son artistas, como es el caso del Antiguo Mercado Público de La Unión, en Murcia, donde cada año el Festival Cante de Las Minas llena de ecos flamencos el hermoso edificio modernista.

Desde Mercasa, Roberto Alonso señala la necesidad de realizar una “apuesta firme y decisiva” por desarrollar nuevos urbanismos que tengan en cuenta a los mercados no sólo como “catalizadores” de las áreas donde se ubican, sino que también plantee la política comercial de toda la zona desde una visión integral que ponga en relación al mercado con los demás comercios.

Pero para el director del Mercado Central de Valencia, Vicente Gimeno, los problemas son siempre los mismos y se resume en “la falta de accesos y de aparcamiento”.

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