“Trabajar desde la locura que dejan las huellas de la guerra”

Publicado: 05/12/2013
No cabe duda de que es un gran gancho publicitario, pero a veces puede esconder la verdadera valía de un actor
Juan Díaz es un famoso porque ha trabajado en las series televisivas Aquí no hay quien viva o Amar en tiempos revueltos. Mañana y pasado, o sea, los días seis y siete, en el Teatro Olivares Veas, interpreta a ese excombatiente que decimos en el monólogo Caso 315. Caso 315 es un alegato contra la guerra, contra la sinrazón de todas y cada una de las guerras. En esta ocasión se centra en la guerra civil que asoló Nicaragua, pero la metáfora vale para todos los conflictos, los de ayer y los de hoy.
Hemos hablado con él sobre su obra en marcha, sobre este monólogo que desde aquí recomendamos encarecidamente.

—Quizás por culpa de la televisión, por los programas de monólogos que todos tenemos en

mente, pueda parecer que esa modalidad artística, el monólogo, es exclusivamente humorístico. Sin embargo viene usted a Arcos de la Frontera, al teatro Olivares Veas, con un monólogo sobre la guerra civil en la Nicaragua masacrada por Anastasio Somoza y representa a un ex combatiendo herido y desengañado. ¿Nos lo explica?
—Nunca he trabajado monólogos cómicos o de humor, al estilo de los monólogos de la comedia.Me gusta contar historias componiendo personajes y realidades que estén cerca o no de mi realidad. Que supongan un reto para mi ( no digo que los monólogos cómicos no lo sean, pero  no me atraen). Tampoco me lo han ofrecido ni lo he buscado, tampoco lo descarto, es solo que en esta ocasión leí el texto (de Julián Egea), y me atrapó.


—¿Qué es, exactamente, Caso 315?
—Caso 315 es un testimonio real de un soldado que con 17 años fue alistado en el ejército sandinista para luchar contra La contra (un ejército profesional y muy preparado). Cuando lo leí me impactó mucho y además conocía al actor que lo representó hace 25 años y que ahora me dirige en esta nueva versión, Eduardo Fuentes. Quería trabajar con él y el texto me parecía tan potente que nos lanzamos a ensayarlo en un principio por el disfrute de trabajar este personaje. Trabajar desde la locura que dejan las huellas de la guerra. Desde lo más profundo de un personaje que no quiere volver a contar la historia que le ha tocado vivir, pero que ha llegado un punto en su vida donde su única salvación consiste en compartir sus traumas con los terapeutas que le tratan en un centro psiquiátrico . Además de ser una denuncia contra la guerra, es un viaje por la selva amazónica...; un viaje por los recuerdos de su vida, de su infancia. Es la voz de muchos perdedores que necesitan ser escuchados.


—Cine, teatro, televisión. Evidentemente no le hacemos esa pregunta tan impertinente de “¿qué prefiere?”. Imaginamos que para cada una de esas modalidades habrá que usar los métodos y las técnicas adecuados. ¿Es así?
—Sí. El cine y la televisión tienen muchas similitudes pero el teatro es diferente. Así lo siento yo. En el teatro se ensaya durante muchas horas y días seguidos, con una disciplina exigente entre actor y director como una pareja que convive codo con codo. En el cine o televisión también , sólo que el director tiene que repartirse más el tiempo con todos los demás departamentos,  que son necesarios muchas veces tanto  como la interpretación, aunque creo que la interpretación también es fundamental. Los tiempos son otros (puedes rodar cuatro secuencias esparcidas en cuatro días diferentes en un mes). La distancia que sientes con los proyectos es a veces evidente, debido a estas interrupciones. En el teatro el director y los actores mandan y son mucho más responsables del resultado final; sin olvidar al productor, claro, que suele estar siempre por encima de todos, a no ser que te lo montes tú mismo, como con El Caso 315. Lo hemos montado entre tres personas: un director , un productor y un actor. Esto te lo permite el teatro.


—Muchos de nosotros -me refiero a gente que andamos ya cerca de los sesenta- nos aficionamos al teatro en los Estudio 1 de Televisión Española, donde disfrutamos a nuestros míticos actores. Sin embargo, ¿no cree que la televisión no es el medio adecuado por la difusión del teatro; no cree que el teatro es, en exclusiva, directo irrepetible, tablas y rostros?
—El teatro es el teatro y el teatro televisado es otra cosa. Si está bien rodado puede ser interesante,  y ha habido algún que otro ejemplo que ha sido más que digno.Creo que en el momento social e histórico de los Estudio 1 tenía sentido emitir esas obras porque había un publico al que le atraía. Ahora, además, creo que no tenemos paciencia para ver una obra de teatro desde nuestra casa, o vamos al teatro o vemos televisión o cine o internet en casa...; han cambiado nuestros gustos, y la imagen tiene mucho poder, el teatro televisado no nos llama la atención, y lo recibimos como más sobreactuado y precario.


—Usted estudió Arte Dramático en España y agrandó y perfeccionó sus estudios en el Reino Unido. Lo decimos por los que piensan que ser actor es algo que se consigue sin esfuerzo. La realidad es otra, ¿no cree?
—Las realidades son muchas, hay gente que trabaja como actores o actrices y no ha estudiado, y gente que no para de estudiar y no trabaja como actores. Todo depende de lo que sientas y que respeto te merece a ti la profesión, a mí me merece mucho e intento estudiar y formarme. No digo que esto sea lo correcto, solo que para mí no tiene sentido querer ser actor sin formarte. Es como si un médico quisiera operar y no le han enseñado, puede que por intuición lo haga bien, pero también hay muchas posibilidades de que se equivoque.

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