Arcos Gardens

Publicado: 22/12/2017
"... me da dolor de los miles de jovencitos atrapados en las redes de estos realitis churretosos que maleducan, malforman..."
Paso con mi madre la tarde fría de diciembre. Merendamos fuera pero el viento Norte nos obliga a volver y nos refugiamos en su casa. Nada más entrar me pide que le ponga Tele5 y, por supuesto, la obedezco. La obedezco sabiendo que es la hora de esos programas cutres donde un grupo de pseudoperiodistas se dedican a despellejar al prójimo sacando trapos sucios que ellos llaman del corazón.

En esta ocasión, enciendo la televisión y reconozco la fachada de nuestro Arcos Gardens, y delante a un periodista que informa sobre el matrimonio Janeiro Campanario, ilustres huéspedes de la urbanización. Al parecer María José Campanario trata al vecindario de malos modos, mangonea en las juntas de vecinos y deja que sus perros campen sin respeto por jardines y salones. Como prueba aportan la voz distorsionada de una señora que dice ser vecina de Jesulín y su esposa. A mí siempre me ha repugnado este tipo de gente que denuncia desde el anonimato, que se esconde para acusar, así que en seguida, y sin conocerla, se me hace antipática esta denunciante.

Pero lo más grave es que el grupo de “periodistas”, formado por señoras y caballeros talludos, comienzan a despotricar contra la señora Campanario sin orden ni concierto, a cual con más inquina, sin tener piedad de una mujer que, sea como sea, ha pasado y está pasando por un grave problema emocional que la ha llevado a clínicas psiquiátricas. No hay el más mínimo gesto de consideración ni conmiseración, sino atacar, atacar.  Me dan ganas de darles un escobazo a través del televisor, pero además de inútil mi madre podría darme el escobazo a mí, así que me controlo y sigo viendo el programa, cada vez más encendido y más insidioso, más chabacano. El director del programa, no sé si para rebajar tensiones o para hacerse el gracioso, da un gritito y comunica a la audiencia que al sentarse y cruzar las piernas se ha pillado un huevo. En otro momento declara que se va a mear. Una de las señoras manda a la mierda a alguien en directo y sin anestesia. Entre el grupo de “opinadores” está Terelu Campos, una señora que hace poco reconoció “haber practicado sexo” en un avión en vuelo, ya pueden imaginarse ustedes el nivelito del personal; también hay otra que creo es especialista en Isabel Pantoja. En fin, unos regalitos.

Ya lo he dicho alguna vez: mi madre tiene ochenta años y yo casi sesenta, así que no nos van a malcriar estos programas. Pero me da dolor de los miles de jovencitos atrapados en las redes de estos realitis churretosos que maleducan, malforman y atrofian las capacidades de nuestros chavales. Con catorce, quince, dieciséis años, nuestros chicos y chicas pueden creerse que la vida es eso, chismorrear de todo el mundo, atacar al indefenso, mofarse del débil, y creer, emulando a Terelu, que lo más guay del mundo es follar en un avión. Como si eso fuera un galón o le importase a alguien. A mí particularmente, y siempre que no sea con el piloto, por aquello de la seguridad en el vuelo, cada pasajero puede hacer en los servicios lo que le de la gana.

 

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