Sergio López-Rivera, el español que ganó el Óscar al mejor maquillaje por "Ma Rainey's Black Bottom", asegura que el domingo vivió en un sueño pero no cumplió uno, ya que ganar reconocimientos nunca estuvo entre sus metas.
"Yo nunca he tenido ese objetivo, para mi el éxito es otra cosa, llevar una vida feliz, ser auténtico y poder hacer lo que me gusta", afirma en una videollamada con Efe desde Atlanta (Georgia, EE. UU.) este cántabro que llegó a Los Ángeles hace 30 años.
No ha pasado ni una semana desde que recibió la estatuilla dorada y el español ya está inmerso en un nuevo rodaje que le ha vuelto a unir con Viola Davis, quien esta vez encarnará a Michelle Obama en la serie sobre las primeras damas estadounidenses que prepara el canal Showtime.
La mañana después de la ceremonia, el teléfono de López-Rivera (1967) recibió más de 300 mensajes. Al día siguiente el número se elevó a 750.
"He aprovechado que el primer día de rodaje tenemos que hacer cuarentena para responder uno a uno a todos, de la mañana a la noche -cuenta risueño-. Lo tenía que hacer, la cantidad de cariño, de amor, de apoyo es muy fuerte".
Pero ni revisar los centenares de felicitaciones han ayudado al maquillador a procesar las emociones que sintió en la gala. No es el único, asegura, ya que no ha logrado encontrar a nadie que explique con palabras lo que realmente se siente.
"Y eso que en mi vida me he visto todos los Óscar menos uno", añade.
Entre los momentos que impresionaron a López-Rivera se encuentra "el laberinto" que uno recorre al bajar del escenario y que tiene en el engravado del trofeo su colofón final.
"Es imposible no emocionarse cuando atornillan la placa con tu nombre enfrente tuyo", narra aún agitado desde la habitación de un hotel.
"CEDER MI PALABRA ERA LO CORRECTO"
López-Rivera subió al escenario a recoger el galardón pero cedió el turno de palabra a sus compañeras, Mia Neal y Jamika Wilson, que se convirtieron en las primeras mujeres de color que ganan este premio desde que en 1981 se incluyó en el palmarés de los Óscar.
"Todos queríamos hablar, pero la Academia nos dijo que solo podía utilizar el micrófono uno y supe que a mi no me correspondía", razonó.
Y añadió que sabiendo que existía la posibilidad de hacer historia, se negó a que la imagen fuera la de "un hombre blanco acaparando el micro y dos mujeres negras calladas detrás".
El discurso de Mia Neal se convirtió en uno de los titulares de la edición más diversa de los premios.
"LLEGUÉ A PENSAR TRES VECES EN IRME DE LOS ÁNGELES"
Pero más allá de poner su nombre en titulares y de otorgarle el mayor reconocimiento del mundo del cine, el Óscar ha supuesto para López-Rivera una oportunidad para pensar en el pasado, en su llegada a Los Ángeles cuando tenía 19 años y encadenó trabajos en todo tipo de oficios.
Como para muchos en esta inmensa ciudad, hubo etapas en las que la foto no era tan perfecta como la de ahora. Incluso llegó a pensar en hacer las maletas y marcharse en tres ocasiones.
"En una de ellas vendí el coche, que eso en Los Ángeles es como quitarte las piernas", recuerda.
Por eso tiene claro que sus planes de futuro pasan por seguir trabajando y jubilarse pronto para disfrutar de España junto a su marido, a quien conoció en la misma ciudad en la que encontró su trabajo soñado y que le ha regalado un Óscar.
"Me quedan 10 años para jubilarme, por lo que me pueden pasar muchas cosas. Pero sé que no me voy a quedar en Los Ángeles sin trabajar, quiero disfrutar de la vida en mi tierra", concluye.