Placeres y sufrimientos

Publicado: 19/09/2019
Situarnos por delante y tomar la iniciativa nos satisface si acertamos y nos provoca enfado si nos equivocamos
Gozar y disfrutar de los placeres que la vida nos ofrece nos gusta a todos, pero no los valoraríamos si no tuviéramos momentos tristes, amargos y de sufrimientos. Recibir homenajes es casi siempre mejor que ser reprendido por alguna actuación inconveniente. Renacer tras una crisis es mucho más agradable que desparecer.

Cuan agradable resulta estar cerca de la persona querida, en lugar de padecer su ausencia. Hay viajes placenteros y visitas inaguantables, aclamaciones que nos enorgullecen y reclamaciones que nos irritan. Entre lo grande de lo pequeño y lo simple de lo grande, experimentamos emociones positivas y negativas.

Situarnos por delante y tomar la iniciativa nos satisface si acertamos y nos provoca enfado si nos equivocamos. Bienestares y malestares, frescuras y agotamientos, nos hacen ver en cada espacio y tiempo lo que vale un peine, entre bendiciones y maldiciones.

Decir una cosa y hacer toda la contraria es un ejercicio de poca vergüenza, pero que provoca desesperanza y dolor  en quienes han de soportar nuestras decisiones, y en la que nos damos cuenta que el miedo a sufrir es, en muchas ocasiones, superior al propio sufrimiento.

Al igual que hay placeres con los que soñamos, hay sufrimientos reales e imaginarios, imbuidos entre dolores , perdidas y decepciones , objetivos que tenemos al alcance de la mano y aquellos que nos resultan casi imposible conseguir.

Mientras que nos pasamos la vida intentando evitar el displacer y asegurarnos el placer, ya que como diría Freud, el primero tiene que ver con el incremento de la tensión y el segundo está relacionado con la disminución de esas cantidades de excitación.
Hay personas, cosas y situaciones que nos convulsionan haciéndonos felices o desgraciados, sintiéndonos como una linterna en la oscuridad del bosque  o alguien pedido sin ninguna esperanza, imaginando formas extrañas o  globos de colores que se elevan al cielo.

Somos de una cultura mediterránea y nos gusta estar en la calle , en ese ágora en comunicación con nosotros mismos y  los demás, con el sol como compañero y la luna como cómplice de nuestros sueños, moviéndonos de un lado a otro con un huerto que cultivar y cuidar.

Nos gusta comer, pero no debemos olvidar que si lo hacemos bien y ligero, eso influirá en nuestro estado de ánimo, en el nivel de nuestra energía tanto a corto como a largo plazo. Otro de los elementos naturales que nos da placer y nos evita sufrimientos es el agua. Gozar de ella nos proporciona energía y vitalidad.

Tampoco hemos de olvidar nuestro buen entendimiento con la naturaleza es salud y vida, si además somos capaces de hablar menos para escuchar más, mejor que mejor, porque tendremos todas las ventanas abiertas para aprender.

Para rematar la faena de los placeres y ponernos la vacuna antisufrimiento, no es mala cosa saber asumir nuestras responsabilidades, expresarnos creativamente de mil y una formas, desde escribir a cantar, pasando por bailar o cocinar.

En una sociedad crispada como la nuestra es un valor terapéutico ser amable y saber expresar la gratitud a las personas que nos rodean, si lo hacemos estaremos sembrando placer y erradicando la mala hierba del sufrimiento.
 

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