El enroque es la única jugada de ajedrez en la cual se mueven dos piezas a la vez, normalmente primero el rey y después la torre, y se hace básicamente para proteger al primero ya que éste suele ser muy vulnerable a los ataques del enemigo si permanece en el centro. Para evitarlo, se protege tras la línea de peones. No obstante, es un movimiento de principios de partida porque al final el rey debe dirigirse al centro para ganarle la posición al rey –debe liquidar antes a su pupila, la reina- adversario. Durante la contienda es normal que se sacrifiquen piezas ante el objetivo final. Ganar.
El Psoe gaditano está enrocado, o al menos una parte de él. Mide con cautela sus movimientos y aguarda sigiloso mientras el tiempo avanza, sabe que la partida es larga y tiene marcadas fechas en el calendario. El oponente es fiero, poderoso, joven y decidido a no dejarse arrastrar por el tablero, pero en su contra suma que aún no ha cosechado una gran victoria que le avale como jugador de primera, y eso lo sabe su veterano oponente que, en cambio, ha ganado muchas veces. Si el joven jugador pierde su primera gran batalla mermará su autoconfianza y muchas piezas de este tablero, que hoy dudan qué grado de intensidad y qué posición ocupar en el tablero, marcarán el desenlace final de la partida. Es un juego precioso, donde la estrategia y la inteligencia alcanzan el grado superior.
Me imagino el tablero y, como seguramente muchos otros, soy capaz de ponerle cara a todas las piezas y fechas para los movimientos definitivos. Mayo, elecciones locales. Hasta entonces durará el enroque, si logran mantener la posición, claro.
