Leopoldo María Panero. Así se fundó Carnaby Street.

Publicado: 17/11/2008
Obras poéticas significativas de Leopoldo María Panero: 'Así se fundó Carnaby Street' (1970); 'Guarida de un animal que no existe' (1998); 'Poemas del manicomio de Mondragón' (1999); 'Esquizofrénicas' (2004); 'Poesía completa 1970-2000' (2001); 'Poemas de la locura' (2005)
Cuando habla de la locura, el poeta Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) recurre casi siempre a la misma cita de Spinoza: “nadie sabe lo que puede el cuerpo”. Inmediatamente aparece el tema del manicomio. Por mucho que Leopoldo diga que prefiere mil veces la cárcel al manicomio, no ha hay que concederle demasiado crédito. Una de las muchas definiciones estremecedoras acuñadas por Panero en relación a los manicomios presenta a éstos como “una mezcla entre el Folies Bergère y el infierno de Dante”. Sin embargo, para un creador que tiene auténtica fe en lo que hace (y una idea clara de las condiciones necesarias para hacerlo) no existe mejor morada que un centro de salud mental, puesto que allí es donde puede dedicarse, con absoluta garantía de éxito, a perder su vida par delicatesse, como dijo Rimbaud, a quien Leopoldo menciona con frecuencia. En realidad, los argumentos de Panero en contra de las instituciones psiquiátricas ofrecen serias dudas respecto a su veracidad de conciencia. La recurrente diatriba contra las casas de locos constituye uno de los motivos fundamentales de su literatura oral; literatura ésta que alcanza ya una importancia trascendental en la producción del poeta y que, por fortuna, se conserva transcrita en un buen número de entrevistas publicadas.



Panero ha dicho de la psiquiatría: “la psiquiatría delira”; “la psiquiatría es la consideración no humana de lo humano”; “la psiquiatría se encarga de reprimir y perseguir la experiencia mística y paranormal, pues no otra cosa es el loco que un iluminado”; “la psiquiatría es la persecución de la extrañeza”, etc. Pero, ¿qué tiene que ver todo este repetitivo catecismo con la interesante lectura que de Mallarmé ha sido capaz de realizar Panero en determinados períodos de lucidez? ¿Todavía no se ha enterado Panero de que la mente (ese sucedáneo laico del alma) es una falacia? ¿No le han explicado que el funcionamiento del cerebro se basa en el dinamismo bioelectroquímico; y que, por consiguiente, la psiquiatría cada vez es más fisiología y neurobiología a las que, en todo caso y para ir tirando, se agregan ciertas técnicas extraídas de la práctica del sacramento de la confesión?


En la actualidad, Panero está ingresado en la clínica del doctor Rafael Inglod (Canarias). Anteriormente ya tenía cumplidos siete bienios en el Manicomio de Mondragón (Guipúzcoa). En esta nueva residencia, según Panero, continúan envenenándolo (como en el País Vasco), pero todavía más. Se queja de su tratamiento con haloperidol, un antipsicótico típico de la familia de las butirofenonas, el cual puede provocar, parece ser, no pocos efectos secundarios nada deseables. Este fármaco es uno de los neurolépticos más usados en patologías como la esquizofrenia, la paranoia, estados maníacos y otros trastornos psíquicos de gravedad. Leopoldo no vacila en sentenciar que en los manicomios “odian el pensamiento, como en toda España”.


Panero visitó en París al célebre psiquiatra heterodoxo Félix Guattari, coautor, junto a Gilles Deleuze, de El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia (1973) y de Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (1980). Ni corto ni perezoso, Leopoldo aprovechó la consulta para largarle al eminente analista una conferencia sobre la anorexia manicomial de tres cuartos de hora. Al finalizar la homilía, Guattari le dijo al poeta madrileño (según la versión de éste) que era el español más inteligente que había conocido. Panero, a la sazón, se dedicaba en la capital francesa a recoger basura como penitencia para salvar a sus habitantes, y el día que fue a ver al ilustre terapeuta le dejó como recuerdo, escondido detrás de una cortina, un maloliente saco de desperdicios. De los escritos de Guattari y Deleuze asimiló Panero la idea central del alienado como límite del capitalismo. Enlazando con Lacan (figura obsesiva y omnipresente en el discurso del autor de Narciso en el acorde último de las flautas), Leopoldo acusa a la burguesía de haber inventado el caos y el ateísmo “para permitirse proscribir así el derecho divino de la nobleza medieval”.


En 2004, al disertar sobre un asunto tan delicado como la pederastia, e interpretando con extremo desahogo el concepto universal de libre decisión, Panero manifestó lo siguiente: “no sé qué hay de malo en la corrupción de menores”, lo que es una apelación directa o indirecta, dependiendo desde dónde se mire, al ectoplasma de Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais y conde de Brienne (1404-1440), el verdadero e inolvidable Barba Azul, alquimista y mago, valeroso en el campo de batalla, héroe nacional de Francia en la Guerra de los Cien Años y compañero de armas de Santa Juana de Arco. Una pareja sobrehumana. Bataille asegura (El proceso de Gilles de Rais, 1959) asegura que los crímenes de Barbe Bleue (especial atención merecen los de signo pedófilo) fueron los del mundo en que vivió: los de aquella sociedad medieval que confería a la nobleza un poder absoluto a la hora de consumar sus deseos.  Como escribió Leopoldo María Panero en uno de sus memorables artículos de prensa: “Que sea la muerte de los límites en un contacto indefinido lo que aquí resuma la entrada de Dios en el ámbito político”.


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