Aleister Crowley: magia sexual

Publicado: 25/01/2019
Autor

Carlos Manuel López

Carlos Manuel López Ramos es escritor y crítico literario. Consejero Asesor de la Fundación Caballero Bonald

El sexo de los libros

El blog 'El sexo de los libros' está dedicado a la literatura desde un punto de vista esencialmente filosófico e ideológico

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“Quiero blasfemia, asesinato, violación, revolución, cualquier cosa, mala o buena, pero fuerte”, exclamó en 1909.
En sus escritos teóricos (¿qué era Thelema, una religión. una filosofía o el desbarro de un demente?), Crowley se explayó a propósito de la magia sexual, abordando y proponiendo un buen número de técnicas y liturgias destinadas a centuplicar los goces carnales en un estrato gnóstico, de conocimiento y autoconocimiento, por obra de una secuencia de revelaciones, como la interesantísima Lucidez Eroto-Comatosa, que, si él no la inventó, merecía haberlo hecho, por la perspicacia con que la formuló. Estimulación sexual repetida hasta la extenuación, evitando el orgasmo, que aloja al sujeto en un estado intermedio entre la vigilia y el sueño de tal forma que permita una contemplación mística con alternativas ilimitadas (hetero y homosexualidad, autoerotismo, sadomasoquismo, estupefacientes, afrodisíacos, juguetes sexuales, etc.). Todo acompañado del correspondiente y codificado  atrezzo. Hay quienes no ven necesario impedir el orgasmo; sin embargo, “Crowley siguió esa tradición alquímica que consideraba la mezcla fluídica como un elixir que, cuando se embebe, podía aumentar tanto el estado físico como el espiritual” (Hugh Urban: “Unleashing the Beast. Aleister Crowley, Tantra and Sex Magic in Late Victorian England”, Esoterica: The Journal of Esoteric Studies 5, 2003). Muchas de estas sexoterapias están generalizadas en la actualidad, y ello se comprueba visitando cualquier web de vídeos porno. La meta es llegar a una enajenación orgásmica insoportablemente arrebatadora: “Los asistentes observarán con atención las señales de vigilia; y en el momento en que ocurren, toda estimulación debe cesar instantáneamente, y se le permite al Candidato volver a dormirse; pero apenas ha sucedido esto, se reanuda la práctica anterior. Esta alteración continuará indefinidamente hasta que el Candidato se encuentre en un estado que no sea ni dormir ni despertarse, y en el que su Espíritu, liberado por el agotamiento perfecto del cuerpo, pero sin que pueda ingresar en la Ciudad del Sueño, comunique con el Altísimo y el Santísimo Señor Dios de su ser, hacedor del cielo y de la tierra” (Aleister Crowley: “Of Eroto-Comatose Lucidity”, De Arte Magica, Liber CDXIV, Holmes Publishing Group, Sequim, WA, USA, 1987).  Una teorética supersticiosa de la desinhibición, la impudicia, el amor promiscuo, el muestrario al completo de las parafilias y las abstracciones relativas a un trasmundo poéticamente infernal —con independencia de ser Crowley un ególatra codicioso de fama y predicamento—  empujaron al mago a exprimir el ocultismo hasta la última gota con el tesón de un empresario modélico de Hardcore Sex.

El Libro de la Ley le fue revelado (dictado) a Crowley en 1904, en Egipto, con la intervención no sólo del mensajero Aiwass, sino también de las divinidades Nuit, Hadit y Ra-Hoor-Khuit, siempre según Crowley, que jamás confesó que las voces escuchadas eran las mismas de Juana de Arco, sólo que debidamente disfrazadas porque la ocasión lo exigía; la misma oscuridad críptica, y esto preocupaba a Crowley, de ahí que compusiera El Comentario con ayuda de la Cábala y su método numerológico de la Gematría, originando “un nuevo concepto de lenguaje” (Aleister Crowley: Magick Whithout Tears, New Falcon, Temple, Arizona, USA, 1991), y aunque dicha apreciación resulta un tanto hiperbólica, la cuestión es que las voces lo sabían todo y fueron causa de la sobrecogedora  perplejidad de Juana. Las complicadas revelaciones recibidas por Crowley eran tan asombrosas que recordaban las añagazas filosóficas del Diablo, tal como aconteció con la doncella de Orleáns. El carácter preterhumano y descojonante de esas revelaciones, por otra parte, habla de la palmaria megalomanía y el inefable historial psicótico de su destinatario. Los fantasmas involucrados en este embrollo procedían del subconsciente de Crowley, cuando no de un espantoso ataque de nervios: “Quiero blasfemia, asesinato, violación, revolución, cualquier cosa, mala o buena, pero fuerte”, exclamó en 1909 (Israel Regardie: The Eye in The Triangle: An Interpretation of Aleister Crowley, Falcon Press, Phoenix, Arizona, USA, 1986). Thelema fue una utopía practicada con más pena que gloria, con manual de instrucciones y documentos ideológicos; utopía que aún  subsiste para todos los que siguen creyendo en aquella Bestia que llevaba un poeta dentro: “26. Entonces dice el profeta y esclavo de la bella: ¿Quién soy y cuál será el signo? Y así ella le contestó, doblándose, una lamiente llama de azul, toda tocante, toda penetrante, sus hermosas manos sobre la tierra negra y su cuerpo cimbreño arqueado para el amor y sus suaves pies sin dañar las pequeñas flores: ¡Tú sabes! Y el signo será mi éxtasis, la conciencia de la continuidad de la existencia, la omnipresencia de mi cuerpo.  27. Entonces el sacerdote contestó y dijo a la Reina del Espacio, besando sus hermosas cejas y el rocío de su luz bañando su cuerpo todo en un dulce perfume de sudor: ¡Oh, Nuit, la continua del Cielo, que sea siempre así; que los hombres no hablen de Ti como Una sino como Ninguna; y que no hablen de ti siquiera, ya que eres continua!” (Aleister Crowley: The Book of the Law, Mandrake of Oxford, Oxford, 1992). 

 

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