Allen Ginsberg: 'Aullido' y 'Kaddish'

Publicado: 17/09/2009
El más célebre poema de Allen Ginsberg (1926-1997) es Howl (Aullido), que el poeta leyó en público, por primera vez, en el mítico recital de la Galería Six de San Francisco (California) en octubre de 1955, donde también intervinieron Philip Lamantia, Michael McClure, Gary Snyder y Philip Wallen. Aquello fue una importante manifestación de la Beat Generation. Entonces Ginsberg era un visionario exaltado, irascible, insolente: acusador furibundo de un poder corrupto y de una sociedad alienada pero también cómplice. Ginsberg protagonizaba escándalos, reyertas y toda clase de líos. Había mucho teatro en todas esas estridencias. Cuando pasó la etapa febril de los inicios, Ginsberg (bendito sea) se condujo siempre tal como en realidad era: amable, cordial, atento, educado y muy abierto; fue un hombre de una generosidad excepcional: una gran persona, como así lo corroboran todos los que lo trataron. Howl empezaba así: Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, / arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, / hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna, etc. Sin embargo, ésta (con ser excelente), no es la mejor composición de Allen Ginsberg.


Al hablar de los escritores beats decía que habían partido, intelectualmente, de una voluntad de regreso a la Naturaleza y de una rebelión contra la máquina. Ginsberg investigó los efectos de las drogas sobre la creación literaria en orden a la elaboración de imágenes poéticas, al autoconocimiento y a la exploración del subconsciente. Luego, siguiendo una tendencia generacional, viajó al Oriente, permaneciendo dos años en la India, pero de aquel viaje a la semilla volvió desencantado: no encontró la iluminación que él esperaba. Lo que sí le reportó bastantes beneficios espirituales fue su estudio del gnosticismo: movimiento de inequívocas raíces orientales, si bien ampliamente reelaborado (adaptado) en Occidente (cátaros, templarios, masones). Tuvo vivencias místicas: una vez hasta llegó a escuchar la voz de William Blake; pero fueron arrobamientos íntimos: sin ectoplasmas, ni mesas parlantes, ni muebles volando.

A propósito de la madre de Allen Ginsberg: Naomi Ginsberg (de soltera Livergant) era una emigrada rusa de origen hebreo, que padecía graves trastornos psíquicos de tipo paranoico (manía persecutoria); izquierdista radical, se afilió al CPUSA (Partido Comunista de los Estados Unidos) y se entregó en cuerpo y alma a un activismo desenfrenado. Terminó por abandonar a su marido (Louis Ginsberg) y a sus dos hijos, Allen y Eugene. El poeta vio a su madre “atada con correas a una camilla, gritando y vomitando”, como la niña de El Exorcista (B. Cook: La Generación Beat, Seix Barral, Barcelona, 1974). Allen Ginsberg la visitó en el manicomio “entre viejas catatónicas y brujas arrugadas y a rastras”, según cuenta el poeta, a quien se le quedó grabado el cuerpo desnudo y devastado de su madre. Este desastre inspiró a Ginsberg el que, sin la menor duda, es su mejor poema: Kaddish, escrito tras la muerte de Naomi (1956) e incluido en el libro Kaddish and Other Poems 1958-1960 (City Lights Books, San Francisco, 1961). En esta impresionante y extensa elegía (más exactamente contra-elegía) Ginsberg introduce recuerdos, emociones, sacudidas anímicas, aborrecimientos, fantasmas. Y todo ello sin el menor asomo de sentimentalismo: Oh madre / qué he omitido / Oh madre / qué he olvidado / Oh madre / adiós / con un largo zapato negro / adiós / con los seis pelos negros en el lobanillo de tu pecho / adiós / con el viejo traje y la larga barba negra alrededor de tu vagina / adiós / con tu vientre combado / con tu miedo a Hitler / con tu boca de malos cuentos…

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