Como siempre

Publicado: 25/06/2023
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Caminar por la Feria del Libro ha sido volver a vivir una tarde ilusionante en la sonrisa de los autores locales, la conversación breve y anhelada
el levante, tan nuestro, tenía que aparecer. Y lo hizo con la locura alegre de la ilusión cumplida, una ilusión brillando en un cartel impreso anunciando lectura, citándonos para ser parte de este encuentro con libros y sus autores durante la semana en que hemos vuelto a caminar despacio parándonos en las casetas.

Apenas transcurre un año y, aunque siempre es nueva, este año la Feria del Libro ha vuelto al origen, a sus inicios: a la Plaza del Rey. Así se nos contó apenas empezábamos a recorrerla por la alameda Moreno de Guerra dando la mano a la infancia, donde se llevó bastantes años hasta que su remodelación obligó al traslado para volver a su sitio con el correr del tiempo.

Ha sido una feria donde hemos disfrutado todos, porque la lectura y las charlas con los invitados han sido variadas, participativas, con ese punto de individualidad que aporta la firma del ejemplar leído o recién comprado una vez subido el escalón de la timidez por la cercanía, por estar delante de quien nos escribió ese montón de páginas que recordaremos siempre. Es el prodigio de la lectura, nunca se olvida. Quizás el título o el autor se escapen, se nos escondan tras otros. Sin embargo, bastan unos renglones o un párrafo para evocar los momentos en que ocuparon su lugar en nuestro imaginario lector.

Es grato rescatarlos del expositor, abrirlos y revivir los subrayados apresurados en el nuestro, las notas casi ilegibles al margen, incluso aparece el lugar de la casa donde los leímos, el sofá bajo la lámpara si era de noche o junto a la ventana si era de día, si hacía frío o calor. Apenas un segundo basta para que el fogonazo brille hasta devolverlo al mostrador y recostarlo entre los volúmenes que lo rodean, esperando otros ojos, otras manos mientras las nuestras se alejan con el recuerdo enganchado.

Caminar por la Feria del Libro ha sido volver a vivir una tarde ilusionante en la sonrisa de los autores locales, la conversación breve y anhelada por el regreso del texto, el que escribe el lector y lo va contando al autor mientras la dedicatoria desfila sobre la portadilla con agradecimiento y cariño. La rúbrica encierra la emoción. La fecha es la invitación, la despedida y el comienzo de la ausencia del momento disfrutado, la clavepara recordar las frases, las miradas, los gestos, los suspiros y el murmullo de la caseta contigua cada vez que abramos el libro.

Así hemos vivido la Feria del Libro, con imágenes y palabras, con el poniente y el levante acariciando la memoria. Con la ilusión puesta en la próxima. Como siempre.

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