Cómo vuelan los años, dirían nuestros antecesores si los tuviéramos al lado, una coletilla repetida en sus cumpleaños y muy especialmente después de cambiar de mano la última uva soltando aquello de San Silvestre, deja el año y vete. Quién le iba a decir al santo que sería tan especial como para apadrinar una carrerade bienvenida al nuevo año, al que se le espera con la ilusión puesta más allá de la noche de Reyes.
En tanto llega, es inevitable el recuerdo, la mirada adulta y tierna en estos días al elegir un regalo, el salto atrás de la memoria al notar esta chispa invisible, sorprendente, imparable y melancólica, devolviéndonos las imágenes de aquellos lugares llenos de voces que nos siguen haciendo vibrar a pesar de haber enmudecido. Son momentos particulares, íntimos, que brillan sobre la tristeza del desamparo, del hueco abierto entre la distancia y el recuerdo. Esas voces obedecen al impulso ilusionante de llenar, mientras dura el momento, las palabras que se nos quedaron vacías, el botón que da luz a las siluetas y ver de nuevo qué escondían las arrugas de la frente del abuelo, qué dejó la risa en los holluelos de la cara de la abuela, a papá enseñándonos a hacer un crucigrama y oír los pasos de mamá acercándose a la mesa de noche para dejar el colacao con el último aviso para cerrar el libro y apagar la luz. Qué tiempos. Tan vivos como entonces y aunque la nostalgia nos asalte, somos capaces de reír de nuevo con las travesuras o las ocurrencias al rememorar una situación inesperada.
El año se nos va rápido, pero empezó como lo hará éste, subiendo con lentitud y trabajo la cuesta de un mes de enero frío e inacabable por los treinta y un días que contiene y que la ansiedad convierte en grados de inclinación. La llegada del carnaval, los papelillos y las serpentinas darán la bienvenida a la Cuaresma con la Semana Santa a la vuelta de la esquina. Al último toque de trompeta los pulgares engancharán las castañuelas y los zapatos taconearán en el tablao de una caseta, luego vendrán los chapuzones y los paseos por la playa para aliviar el calor, la fruta estará en su punto de sazón, se recolectarán las nueces, las castañas crujirán al amor de la lumbre y de nuevo las luces de colores engalanarán las calles de la ciudad, la memoria dará el salto atrás y volverá a encender la chispa que hace brillar los recuerdos. Es un ciclo hermoso y una suerte poder ser parte de él, sabiendo, esperando que algún día nosotros seremos esas imágenes que pululan por lugares llenos de voces que, a pesar de haber enmudecido, harán vibrar unos cuantos corazones.
Por un año nuevo tranquilo, interesante y esperanzador.