La dragona

Publicado: 10/02/2020
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Esta máquina parece la caja de un mago, dirían nuestros abuelos.
Es el enlace que días pasados recibíamos en el teléfono. Con un titular tirando a mitológico, nos presentaba una máquina capaz de imprimir un libro en unos diez minutos. Y surge, se inventa o publicita cuando el libro digital tiene su lugar en la actualidad, por comodidad y espacio mínimo en un e-book. La dragona, que así se llama por escupir libros en vez de fuego como la presentan sus responsables, es un artificio que imprime libros bajo demanda, es decir, recibe el encargo, imprime, encuaderna, seca, pega, ruge y lanza la obra, tras haberla elegido en un catálogo con unas treinta mil referencias de ciento cuarenta y dos editoriales, dice el artículo al abrir el enlace. En cuanto al precio del ejemplar es el que marca la ley, el mismo que si fuera editado de forma convencional.

    Este prodigio se encuentra en una librería de Sevilla y es el resultado de un proyecto visto en Nueva York, donde los libreros fueron testigos la impresión de un libro a tiempo real, concluyendo en este proyecto: desarrollar un prototipo con vistas a una inversión importante y que pudiera ser manejada por cualquier librero.

    Esta máquina parece la caja de un mago, dirían nuestros abuelos. Teclear unos datos, dar al botón de inicio y tener el libro solicitado con tapa blanda en las manos antes de terminar un café, recuerda a las primeras películas de ciencia ficción. Entonces no se utilizaba el término visionario, porque discurría entre la ignorancia y el recelo. De hecho, se le dio a Julio Verne por atreverse a viajar al centro de la tierra, bajo el mar y a la luna. Lástima que su colección esté semanalmente en las librerías. Si no también sería otro trabajo para la dragona, que además aporta una alternativa a la autoedición, en la que el autor gestiona la obra y recibe un informe diario de la venta, dicen los libreros. Es una opción más de publicación, porque las redes sociales difunden el título en segundos, por lo que se elimina el gasto de distribución. Otra cosa es la compra del ejemplar, que queda a criterio del lector y su bolsillo.

    Un proyecto tan real como ilusionante, pero para que sea rentable, hace falta imprimir unos catorce ejemplares diarios, aseguran los libreros. Desde noviembre se encuentra funcionando y ya dicen que es un complemento a la firma de la sonrisa bajo su nombre. Y sale cuando está todo un poco al revés, es decir, cuando se compran los libros en papel después de haberlos leído en la pantalla. En cualquier caso, la ciencia sorprende, pero aún más la rapidez con que evoluciona.

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