Antes había que esperar a las rebajas de enero o a las de verano para poder comprar a un menor precio aquellos productos que uno tenía en mente, confiando que se ofertaran los que a uno le interesaban, o que en el caso de ropa o calzado quedaran los modelos, tallas o colores que uno quería.
Ahora pasa como con las celebraciones, que a cada momento es el día de algo. Cuando no es el día sin IVA, es el Black Friday, el Cyber Monday, los días locos, la celebración del aniversario, las rebajas de mitad de temporada, las de fin de temporada, las liquidaciones de inventario, excedentes y outlets, las rebajas de Navidad, las de Año Nuevo, las de San Valentín, del día de la madre, del padre, del soltero, etc. Todo ello sin contar con los cupones descuento de las tiendas online, las ofertas flash, o los descuentos canjeables en futuras compras. Tampoco podemos olvidar los folletos con descuentos y promociones que se lanzan semanal o quincenalmente, y las bajadas de precio por fechas de consumo próximo en productos perecederos. Para completar, tenemos las llamadas de teléfono a cualquier hora durante todo el año, que nos ofrecen rebajarnos las tarifas de telefonía móvil, o las de cualquier empresa que ahora también vende electricidad y nos pregunta a cuánto pagamos el kilovatio/hora. Deben pensar que uno lleva mentalmente un cuadrante de gastos esperando a recibir una mejor oferta. Menos mal que nos informan que “por nuestra seguridad” la llamada puede ser grabada. Aunque lo más seguro sea siempre no contratar nada por teléfono que uno no haya solicitado.
Ya no nos atrevemos a comprar algo que suponga un desembolso importante fuera de algún periodo de ofertas o rebajas. Siempre hay un cuñado que compra más barato. Hay que estar atento y correr. Hoy está, pero mañana nadie sabe. No hay tiempo para pensar, ni comparar, y podemos acabar comprando cosas que no necesitamos simplemente porque parece que son baratas, ya que suele incluirse un precio original junto al reducido para hacernos ver la gran oportunidad que supone. Otra cosa es que el precio original fuera ese.
Vivimos entre rebajas y ofertas de todo tipo y cada vez cuesta más saber el precio real de las cosas. Aunque la calidad no debe reducirse, hay que tener cuidado y leer siempre la letra pequeña, no dejarse llevar por las prisas, y no olvidar que si algo parece demasiado bueno para ser verdad es posible que no lo sea.