Antes muerta que sin silla

Publicado: 21/07/2013
Nada nuevo  bajo el sol inclemente de este indecente mes de julio: las primarias del PSOE-A no tienen por qué  alcanzar su fase cenital para lograr sus objetivos. ¿Para qué? Más de 22.000 avales demuestran hasta qué punto ser oficialista, hoy por hoy, en el Partido Socialista de Andalucía se erige, a efectos prácticos, en tabla de salvación. La misma jauría jaenera que despotricaba de Griñán y Susana tras el último congreso regional en Almería, ahora rinde pleitesía a la candidata a la presidencia de la Junta. La votan, sin tener que mojarse de veras, y le ríen las gracias, pese a que la chica no esté especialmente dotada para la socarronería.


Felipe González y otros históricos dirigentes, como Pepote Rodríguez de la Borbolla y Antonio Ojeda, gente con criterio y de conocida animadversión al método de las primarias, entienden que el proceso se ha adulterado por un sinfín de prisas y exigencias,  como elevar hasta el 15 por ciento del total de la militancia el respaldo mínimo para pasar el corte, y, ni que decir tiene, los impedimentos para acceder al censo  oficial del partido, que no afectan por igual a quienes controlan el aparato que a los advenedizos que confiaron en llegar a 6.780 firmas por arte de birlibirloque.


Con Susana Díaz se volcaron, sin tapujos ni arrumacos, desde Paco Reyes a Micaela Navarro. Las principales agrupaciones locales de Jaén fueron un clamor de apoyo a la consejera de la Presidencia. Los avales engrosaban mayoritariamente en la saca de Díaz siguiendo las consignas de Hurtado en pos de una neutralidad activa que, de partida, se arrimase al sol que más calentaba. Luis Planas y José Antonio Rodríguez, contrariamente a lo que habría aconsejado el sano juicio de un pragmatismo crítico e inteligente -mayor torpeza procedimental no cabe- no sumaron sus respaldos y Susana se alzó con el triunfo por aclamación por la ley del mínimo esfuerzo.


A la postre, la movilización de la militancia sabe a muy poco cuando la batalla real se va a dirimir en la calle, en la sociedad, y no en el comité director que ratificará esta misma semana, sin pausa y con prisas, la nominación de Susana como cartel electoral en las próximos comicios autonómicos andaluces. Díaz aboga por agotar la legislatura tal cual están las cosas, pero el ánimo de Pepe Griñán continúa por los suelos, como alma en pena, aguardando que se despejen unas incógnitas judiciales encanalladas, altamente inquietantes.


Desde luego, se vaya Griñán antes de acabar el año o en dos años y medio, lo cierto es que la partida interna de lucha de poder y equilibrios territoriales aún debe de jugarse. Avalar a Susana era apostar a caballo ganador y ello, de entrada, no garantiza al PSOE de Jaén puestos de privilegio en el selecto club de estrechos colaboradores de la futura lideresa. Griñán podría irse mañana mismo, dejar en bandeja el futuro inmediato a Susana, pero el problema se mantendría inalterado: los herederos de Griñán siguen considerando en el plano orgánico a Jaén una bomba –marca Zarrías- de relojería.

Tranvía

Entre todos lo mataron. Fernández de Moya tira por la calle de en medio. Renuncia al sistema tranviario y, pese a la mastodóntica inversión pública realizada en su día -120 millones de euros- lo devuelve a corrales, a la Junta, como si el Gobierno andaluz tuviera  la capacidad real de desfacer semejante entuerto. La Junta prestó, avanzó financiación, pero la Junta nunca acabará siendo el titular del tranvía. El proyecto, no obstante, podría haberse reorientado, redimensionado, adquiriendo carácter metropolitano para que otros ayuntamientos del entorno e instituciones supramunicipales –la Diputación, sin ir más lejos- contribuyesen a hacer factible su gestión y explotación. Mas esa recomposición no puede imponerse, sino pactarse. El fiasco de ver al tranvía en vía muerta, día tras día, durante más de dos años, no puede imputarse a un solo partido político ni a una sola administración. Toda la clase política merece similar reprobación. Gastarse ese dineral, hacer las cuentas de la lechera y luego terminar mandándolo todo a hacer puñetas nos obliga a hacer un ejercicio severo de depuración de responsabilidades. Desde los que vendieron humo hasta los que se empecinaron en no montarse bajo ningún concepto aunque fuera a costa de fastidiar el legítimo sueño de ciudad de mucha gente de Jaén. Bárbaros.

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