“Los menores van al botellódromo porque no tienen otro sitio”

Publicado: 30/09/2012
Las faltas por hurtos y temas de lesiones son las denuncias más frecuentes en el Juzgado de Menores, que en el último año instruyó dos casos por agresiones en el botellódromo con adolescentes menores de 18 años implicados. Para su titular Manuel Buitrago, en un recinto que reúne esta "amalgama" soci
La muerte de un joven de 17 años  el pasado verano en una pelea en el botellódromo ha reabierto el debate de la seguridad de estas instalaciones por la falta de control en sus accesos para estos adolescentes. Un menor no puede comprar bebidas pero sí beber en este recinto, ¿no es contradictorio?
— A ver, hay una serie de ideas que a veces pueden chocar entre sí. No está prohibido que un menor de 18 años consuma alcohol, lo que está prohibido es su venta, y consecuentemente está prohibido que lo consuma en un establecimiento de bar y restauración porque no se le puede vender. Ahora, que un menor beba en su domicilio con la total autorización de sus padres, o que un menor pueda hacerse con alcohol de distinta forma y lo consuma, no está prohibido. Está prohibido hacerlo en la calle pero es una infracción administrativa.


— A partir de ahí, ¿cómo ve las instalaciones donde se produjo el crimen?
— Creo que un análisis muy certero sobre todo en lo que se refiere a Andalucía, está en el último informe del  Defensor del Pueblo sobre este fenómeno. En este informe se analiza como ante la presión de los ayuntamientos la Junta creó la Ley Antibotellón y esta ley lo que hizo fue atribuir a los ayuntamientos la facultad de establecer o no un lugar para esta práctica. La inmensa mayoría de los ayuntamientos grandes de Andalucía, estableció un lugar, lo que suponía al mismo tiempo una serie de condiciones. En el informe, se cita a una capital andaluza donde el recinto del botellódromo no solamente está designado por el Ayuntamiento, sino vallado, y para entrar en él hay que ser mayor de edad y hay un control. Es una fórmula.


—En Jerez, en este sentido, la propia delegada de Juventud admitió de la imposibilidad de controlar a todos los menores que acuden al recinto.
— En otras otras capitales de provincia y algunas ciudades grandes como Jerez y Algeciras han optado por establecer un sitio donde practicar el botellódromo pero ni está el recinto cerrado ni hay control para su acceso. Bueno, son soluciones que nos podrán gustar más o menos y, como en todo, la evolución de la conciencia social es la que irá dando pautas y supongo que en algún momento los ayuntamientos irán también cambiando sus decisiones sobre como organizar esos botellódromos.


—A falta de que avance la instrucción del caso, se ha hablado de que en este y otros casos se utiliza la figura del menor para que que las consecuencias “penales” sean menos “malas”..¿le consta esta práctica?
—No sé que está resultando de la instrucción. Sobre si lo utilizaron o lo dejaron de utilizar (por el joven fallecido). El botellón es una amalgama: allí van desde chavales de 17 años hasta adultos de 35. Conozco a algunos por eso puedo dar ese dato de edad. Hay desde personas que lo que quieren es que les salga más barata la bebida con amigos que si fueran al bar, son superpacíficos y se ponen en un lugar donde procuran no molestar a otros, ni que los molesten, y, por el contrario, otros que en cuanto se toman dos copas suelen ser agresivos y basta que tropiecen con ellos para que pueda tener como mínimo un amago de conflicto. No hay una unidad en cuanto a todo el personal que hay en el botellódromo y por tanto las posibilidades de que puedan ocurrir unas cosas o las contrarias van a ir en función de la hora, el sitio, el momento, y de las personas implicadas.


—¿Por qué cree que acuden los menores?
—Yo creo que los menores que van al botellón en principio van simplemente porque no tienen otro sitio; porque no se les da otras alternativas de ocio, otras alternativas de combinación ocio- educación, porque se han acostumbrado a beber y porque saben que allí pueden conseguir bebidas y ya está. ¿Qué luego surjan peleas?Como en cualquier momento, los efectos del alcohol desinhiben los impulsos. Luego si encima encontramos a alguien que tenga ya de por sí una personalidad agresiva, si se pasa de copas es más agresiva.. No es porque haya un problema especial ni con los menores ni con los adultos. Ni por aprovechar que hay un menor al lado. Aquello es un amalgama de por qué se va allí, quienes van, de qué estrato social-cultural y económico son, y una chispa puede estallar en cualquier momento. Cuando ocurre una cosa llamativa todos nos llevamos las manos a la cabeza pero, ¿cuándo tiempo lleva el botellódromo ahí y cuantas veces ha habido una agresión con muerte?Que yo recuerde esta es la primera. ¿Qué pasa que hasta el día antes el botellódromo funcionaba muy bien y a partir de ese día ya es algo que haya que suprimir?No, simplemente surgió y surgió allí como podía haber surgido en cualquier otro lado.


—¿Le llegan muchas denuncias de peleas en las que se vean involucrados menores en este recinto?
— Estadísticamente no son especialmente significativas. Algunas de ellas ocurren en el botellódromo, pero como podían ocurrir en otro lugar. Hemos instruido dos en lo que va de año por peleas que han ocurrido allí pero que podían haber ocurrido a cincuenta metros dentro del parque González Hontoria. Como ocurre en la Feria, el botellódromo, aunque la comparación no sea aceptable, es como si fuera un día de Feria pero que se repite dos días a la semana: viernes y sábado.


—La familia del joven fallecido se ha quejado del tratamiento que se le ha dado al caso del joven, obviando su condición del menor.
— A nivel de Juzgado del Menor no tenemos ninguna competencia, ya que desde el punto de vista penal, esta es del Juzgado de Instrucción y del tribunal del jurado para sentenciar. Tengo opinión personal, pero es muy personal y creo que no debo expresarla ni siquiera, porque en algún momento alguien puede pensar que me estoy metiendo en su terreno y tampoco debo invadir terrenos de nadie.


— En este último caso, al ser los dos imputados mayores de 18 años, su proceso se escapa de la ley del Menor aunque la víctima no alcanzara esta edad. ¿Como ve ese eterno debate de una norma que cumple ya más de una década y que sucesos como la muerte de Marta del Castillo reavivan la petición de una reforma?
— Bueno, es un eterno debate que está en la calle pero yo creo que alimentado desde el punto de vista mediático. Indudablemente cuando sucede un crimen de los que los penalistas del siglo XVIII llamaban horrendo, llama la atención y más en este punto moderno con la facilidad de comunicación, no solo de la prensa digital, sino por la multiplicidad de canales de radio y televisión, redes sociales, etc. Cuando sucede un crimen de estos, a mí en principio me da igual que lo cometa un adulto o un menor. El problema no está en la ley. Creo que el tema de los menores se está saliendo un poco de madre desde el punto de vista mediático. Todas las leyes son mejorables, absolutamente todas, hasta la mejor ley del mundo, y por eso todas se van reformando con el tiempo. Nuestro Código Penal actual es del año 95, lleva ya bastantes reformas y el 95 está ahí al lado. Por ello, esta ley del año 2000 también ha tenido alguna reforma, pues es lógico que pueda ser modificada.


—¿Cree que llegado a este punto necesita otra reforma?
— Yo no creo que la ley del menor necesite reforma por el hecho de que un menor de vez en cuando sea especialmente “salvaje” y haga algo suficientemente grave. De hecho, la ley en general está funcionando muy bien. Hay que tener en cuenta que es una ley penal que afecta a personas por razón de su edad, en menores  entre 14 y 18 años. Podemos debatir si los 14 años están bien, si hay que rebajar, pero en algún sitio habrá que poner el tope, porque lo que no podemos es traer a niños de ocho 9 o 10 años a una jurisdicción penal y someterlos a un enjuiciamiento cuando su personalidad está en formación y no tiene una plena conciencia de distinguir entre el bien y el mal. En algún sitio hay que poner la línea, y a algunos les parecerá bien14, otros 13, otros 12, pero para eso está el legislador, para establecer una línea. Estaríamos cambiando las leyes todos los años y eso tampoco es bueno. La legislación tiene que tener una cierta estabilidad. Un altísimo porcentaje de menores que pasan por juzgados pasan una vez y no vuelve a  tener problemas con la justicia. Luego hay porcentajes mínimos que, sí, pueden ser reiterativos y pueden pasan hasta dos y tres veces y algunos pueden hacer algo gordo. Pero si hablamos porcentualmente es tan mínimo, tan mínimo que modificar una ley solo porque en España en un año natural  haya habido 15 ó 20 asuntos graves no me parece adecuado.


—Además de la rebaja de la edad penal a los 14, piden que los culpables cuando cumplan los 18 pasen al centro penitenciario y endurecer las medidas.
—Ya hubo una reforma en 2006 que aumentó el tiempo de las medidas de internamiento. Es que no es equiparable. Aunque parezca mentira, el internamiento para un menor, la privación de libertad, cómo pasa las horas, los días, no es equiparable al adulto. En homicidio al adulto se le castiga con mínimo 15 años, y al menor con 8 años de internamiento y privación de libertad, aunque no en un centro penitenciario.  No podemos olvidar la función reeducadora de la Ley del Menor. Si lo pasamos a un centro penitenciario no se reeduca, salvo que tenga un trabajo allí, va a estar todo el día o en el patio o en la celda, charlando de los demás internos de cosas que no son precisamente educación. En un centro de internamiento tiene todo el día ocupado en cosas que favorecen su educación desde un punto de vista psicológico, afectivo, etc. Yo creo que el aumento de años de internamiento en las medidas no sería en absoluto beneficioso.


—Pero el ministro de Justicia ha vuelto a anunciar cambios en esta ley
—No sé ni siquiera si se han iniciado estudios para una anteproyecto de reforma. Hay cosas que son muy mejorables. En los juicios de menores llevamos tiempo con el problema de en aquellos casos en los que intervienen mayores y menores. Va cada procedimiento por su lado, incluso el de menores suele verse con antelación porque los juzgados de adultos están más colapsados. Y eso nos parece que puede ser modificable. ¿En qué sentido?El ministro no lo ha anunciado.  Hay problemas también con todo el tema derivado de la responsabilidad civil y otros temas que pueden ser modificables también. 


—Pero eso es lo que sigue pidiendo la gente..
—Ya, bueno. Es lo que suele ocurrir en muchas ocasiones. El político quiere salir al paso de las críticas y entonces nada más hay un murmullo popular lo siguiente es anunciar “vamos a reformar” y ya todo el mundo espera que la reforma sea en función de lo que quiere el pueblo. Pero si las leyes se hacen en función de lo que pueda ir detrás de una pancarta, aquí podemos acabar como en el antiguo oeste, y no me parece que sea adecuado. Indudablemente, la gente tiene todo el derecho del mundo a pedir justicia, pero legislar en caliente es horrible y a golpe de telediario no es bueno.


—¿Hay un perfil claro de delincuente o infractor juvenil?
—En principio no. La gran diferencia de esta jurisdicción es que es una jurisdicción por razón de edad, eso significa que en los juzgados de menores vemos desde cuestiones ínfimas como una pequeña falta de hurto: la chica que va a una tienda e intenta llevarse sin pagar una falda de 10 euros, que está mal que lo haga, pero bueno no tiene la misma categoría desde el punto de vista penal de un homicidio, que también lo vemos en el Juzgado de lo Penal. A partir de ahí en ese abanico, pues las conductas leves son la mayoría, luego hay menores que sí cometen delitos que el  código penal ya ve más o menos graves como robo con fuerza, hurto, conducir sin carné, etc. Tienen un porcentaje relativamente significativo pero no responde luego a una personalidad particular. Muchas de estas cosas se hacen porque el menor no tiene plena conciencia de que está infringiendo el código penal. Creen incluso que a lo mejor es una pequeña gamberrada y después resulta que está en el código penal y tienen que pasar por aquí. Por eso no podemos hablar de un perfil del menor delincuente, aquí pasan desde niños de familias perfectamente estructuradas, predispuestas económicamente, con un nivel educativo alto, hasta niños que han abandonado los estudios,  que pertenecen a familias desestructuradas, viven en la marginación, e incluso así no podemos decir que unos cometen las faltas y otros los delitos graves, se puede mezclar todo.


—¿Cuáles son las denuncias que más se repiten en la que los menores son protagonistas?
—En general las faltas de hurtos y los temas de lesiones. Lo que sí va a aumentado respecto a los dos últimos años es la violencia domestica. Menores que tienen problemas con hermanos, padres y ejercen violencia física o psíquica. Hay más de esta última porque todavía se paran un poco antes de agredir a un padre o una madre.


—¿Se denuncian muchos casos en el partido judicial de Jerez de violencia doméstica?
—Si tenemos en cuenta que el partido judicial de Jerez abarca también a menores de Arcos, Ubrique, Sanlúcar y Rota, y que la población puede ser de 400.000 personas, de los cuales 60.000 o 70.000 corresponde a menores de entre 14 y 18 años, con 50 asuntos al año de violencia domestica tampoco hay que echarse las manos a la cabeza. Son menores que por diversas circunstancias están planteando problemas a nivel familiar, pero que con un adecuado tratamiento la inmensa mayoría de ellos vuelve a su seno familiar sin mayor problema, recomponen sus relaciones familiares.


—¿Hay padres que no denuncian a sus hijos por vergüenza?
—Por vergüenza no, hay padres que no se atreven a denunciar o por miedo a que la escalada de violencia suba o muchas veces porque tienen ese sentimiento de cómo voy a denunciar a mi hijo, qué le va a pasar a mi hijo, y qué va a pensar mi hijo de mí cuando le condenen a algo y diga que es de su padre y de su madre. Eso sí ocurre a veces. Hay padres que lo intentan hasta el límite.Lo que acaba ocurriendo es que al final presentan denuncias porque es una escalada; el menor, al igual que el adulto que ejerce violencia o acoso escolar  cuando ve que esa otra persona no reacciona va a aumentando en violencia hasta que hay momentos en los que esa persona reacciona, llegando a ser incluso más más agresivo que su agresor. Hace muchos años una jerezana llegó a matar a su hermano porque ya no podía aguantar más.

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