Jerez

¿El tiempo es nuestro?

Nos dejamos engañar persiguiendo lo que no vamos a disfrutar y comprando lo que ya es nuestro

Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai

El tiempo es una magnitud compleja. Desde que Einstein habló de su relatividad se han realizado numerosos experimentos para comprobarla. Colocar dos relojes atómicos de alta precisión, uno en un avión y otro fijo, el que se movía ganaba tiempo al estático. A mayor velocidad, el tiempo transcurre más despacio. ¿Pero qué ocurre con la percepción humana del tiempo? Cuando nos movemos más deprisa de una actividad a otra sentimos que el tiempo nos falta.Desde que entramos en la era industrial al ser humano se le quiere exigir un plus de productividad para optimizarlo y para ello debe dejarse administrar por el reloj y ser como una buena máquina más.¡Cómo he perdido el tiempo hoy, qué pocas cosas he hecho! Y se ha conseguido de tal manera que todo el mundo anda loco corriendo de un lado a otro para no perder el tiempo que sentimos que nos falta. Hasta llegar a cerrar el círculo de la cadena del consumo, incitándonos a comprar aparatos que nos ahorren tiempo que pagamos trabajando más.
Nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de medidores de tiempo para sentirlo bajo control. La alarma del móvil nos avisa que debemos pasar de una actividad a otra. Se hace ejercicio con cronómetro para saber si mejoramos. Para ir de un lugar a otro, no medimos la distancia en kilómetros, el GPS nos dice cuánto tardaremos en llegar. Incluso en la calma de la lectura, el libro electrónico nos indica el tiempo que queda para terminar un capítulo.  Somos como el campesino ruso que ambicionaba más tierras y no dejaba de protestar de la escasa producción de su pequeño campo. Un día se le apareció el diablo y le dijo: “te daré toda la tierra que consigas corriendo desde la salida del sol hasta el ocaso”. El campesino corrió y corrió, primero hasta llegar al río para aprovechar sus aguas, luego hasta el bosque para beneficiarse de su madera, y luego no podía parar para conseguir más y más porque nada le parecía suficiente. Al terminar el día, el diablo le señaló una zanja, “toda la tierra que vas a necesitar está ahí”, porque el campesino extenuado murió de cansancio sin haber podido disfrutar de nada. Nos dejamos engañar persiguiendo lo que no vamos a disfrutar y comprando lo que ya es nuestro.No podremos tener minutos más largos que los que pasemos en un hospital esperando el término de la operación de un ser querido ni tiempo más valioso que el que no hayamos pasado con alguien a quien la muerte se lleva. 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN