Griezmann

Publicado: 24/05/2018
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Griezmann lleva tiempo dudando si cambia el Atlético por el Barcelona. Simeone ha sido su gran maestro. Y El Cholo crea un extraño sentido de pertenencia
Antoine Griezmann es un jugador francés y afrancesado. Pertenece todavía al Atlético de Madrid del Cholo Simeone, un equipo que admite cierta comparación con la cuadrilla de Curro Jiménez de aquella vieja serie televisiva. Godín sería ‘El Algarrobo’; Koke, ‘El Estudiante’, y Juanfran, ‘El Fraile’. Aquellos bandoleros buenos en 625 líneas luchaban por un ideal y olían a sudor y a pólvora. Vivían en un mundo de música de balas. Y algo parecido debe ser el vestuario del Atlético. Pero ahí ha caído Griezmann, perfumado, genial e impecable. Griezmann anuncia por televisión un champú contra la caspa para su cabello rubio, mientras a Godín, por ejemplo, el puñetazo de un portero en la boca durante la jugada de un partido, hace unas semanas, le arrancó tres dientes, que volaron por los aires y lo reflejaron las fotografías, y ahora juega con un protector bucal que le otorga una apariencia bestial.

 Antoine Griezmann es un tipo pusilánime, que desde hace tiempo parece reclamar los caprichos que en su día no tuvo cuando, muy joven, llegó a la cantera de la Real Sociedad para crecer entre chicarrones vascos. Hace algunos años marcó con la Real un gol al Getafe en el Alfonso Pérez y se fue hacia la banda, desafiante, señalándose la ikurriña de su camiseta, y Xavi Prieto corrió hasta él para que depusiese esa provocación absurda, ante un público laborioso y cansado del cinturón de Madrid en una fría noche de lunes.

Griezmann lleva tiempo dudando si cambia el Atlético por el Barcelona. Simeone ha sido su gran maestro. Y El Cholo crea un extraño sentido de pertenencia fuera del cual sus jugadores parecen abocados al fracaso. La prueba más contundente es Arda Turan, un futbolista estratosférico que se hundió en el Barcelona. Y Diego Costa se marchó en 2014 al Chelsea y ya quería regresar al Atlético a los pocos días de estar en Londres. Griezmann está todavía en un equipo en el que anuncia champú, mientras el defensa central José María Giménez ha puesto varias veces su cabeza como cebo, a ras de césped, para evitar un disparo a puerta del rival. Porque el vestuario del Atlético huele, decíamos, a sudor, a sangre y a plegaria. A incendio recién sofocado. A familia que lucha. Griezmann deberá decidir si lo sustituye ahora por otro vestuario con olor a Chanel.

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