La escritura perpetua

Soraya

El ex ministro García-Margallo lo dijo recientemente en un programa de radio: “La bajita es la persona que más poder ha acumulado en España desde Godoy"

Publicado: 08/10/2018 ·
11:43
· Actualizado: 08/10/2018 · 11:43
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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El ex ministro José Manuel García-Margallo lo dijo recientemente en un programa de radio: “La bajita es la persona que más poder ha acumulado en España desde Godoy”. Se refería, claro, a Soraya Sáenz de Santamaría, la ex vicepresidenta, que el diez de septiembre anunció su retirada de la política con un gesto más de depresión que de tristeza. En todo caso, de absoluta desolación. Soraya se va -al menos así parece- sin nada que ocultar. Quizás lo que ha ocultado durante estos años es su inteligencia, porque ya lo dejó escrito Francisco Umbral con un decidido perfil visionario: “La política es la carrera brillante de los que no hacen carrera”. Soraya ha tenido algo de política de la Transición: una oratoria brillante y una sólida formación académica y cultural previa a su llegada a la política. Es abogada del Estado, a cuyo ejercicio decidirá ahora volver o no. Es decir, se trata de lo que el citado Umbral llamaba “un memorión”. Soraya ha sido en Las Cortes una excepción frente a tanto político forjado desde muy joven en las intrigas de las sedes de los partidos, gente de formación volátil, que se aferran al escaño no con toda la fuerza de sus manos, sino de las manos de Eduardo Manostijeras, aquel personaje de la sensacional película de los 90 de dedos que eran tijeras que le servían para podar los jardines. La nueva generación de políticos, que en muchos casos no conocen otra cosa que la política, la de los pasillos y los bares próximos a las sedes, que no han leído a los grandes teóricos, ha marcado una especie de ley interna que establece que la política se hace a través de los partidos -y así debe ser-, y Soraya, más pendiente de la cosa pública que de la sede nacional del PP, ha percibido finalmente que sin liderar un partido no se puede llegar a La Moncloa.

 Pero decíamos, se va Soraya. La ex vicepresidenta, eso sí, mantiene una diferencia esencial con los políticos de la Transición: cierta incapacidad para el diálogo. Haro Tecglen decía que “la vida es un pacto”. Y Soraya fracasó en el asunto catalán, la gran apuesta que le encargó Rajoy, después de que ella hubiera superado tantos retos. Tal vez Soraya soñó más de una vez en convertirse en la primera presidenta del Gobierno de España, en ser una Thatcher risueña en La Moncloa, pero ya lo advirtió Jardiel Poncela: “En la vida algunos sueños se cumplen, pero la mayoría de los sueños se roncan”.

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