Juan José Campanella tiene una virtud insuperable como director cinematográfico: con la cámara no sólo filma a los personajes sino el alma de los personajes. Por eso sus películas están llenas de vida, aunque las historias que cuenta son muy cinematográficas, es decir, irreales o absolutamente imposibles. Campanella es consciente de que el cine viene del teatro, por eso trata de aprovechar para sus películas las principales armas del teatro, que son la palabra y el actor, pero él se sirve magistralmente de algo que únicamente posee el cine: el primer plano. En ‘El cuento de las comadrejas’, película recién estrenada, la cámara recoge los gestos de cuatro veteranos y colosales intérpretes argentinos, aunque en ocasiones lo que filme sea la ausencia de gesto, que es lo más difícil de trasladar al espectador porque se trata de algo del complicado ámbito del sentimiento. En ‘El secreto de sus ojos’, la anterior película de Campanella, galardonada con el Oscar en 2010, el objetivo recogió de manera sublime los ojos dolientes, hondos y llenos de nostalgia de la protagonista.
‘El cuento de las comadrejas’ es una película con mucha melancolía, ironía triste y sabiduría artística. Se trata de una cinta con varias capas, pero en toda su atmósfera añeja y de vida transitada pero no marchita anida el amor. No un amor punzante y afilado, como en ‘El secreto de sus ojos’, pero sí constante. Francisco Umbral dijo que el amor es un fenómeno superior del entendimiento.
Además, en ‘El cuento de las comadrejas’ no sólo está el amor romántico, sino que toda la cinta desprende un profundo, innegociable y eterno amor al cine. Porque esta película está rodada con profesionalidad e inspiración, pero sobre todo, con cariño. Y tal vez lo que se imponga al final sea el cariño al cine. Es sensacional la interpretación de Graciella Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni y Marcos Mundstock. Y también de Clara Lago, que clava su personaje perverso y de una maldad fría pero frágil. Luis Brandoni era aquel secretario de Juzgado insignificante y atropellado por el fútbol de ‘El secreto de sus ojos’. Y Marcos Mundstock es el motor de ‘Les Luthiers’. Todos grandes. Los personajes de ‘El cuento de las comadrejas’ terminan comprendiendo, como escribió alguien, que el éxito es un desorden y un equívoco.