El musical atraviesa un momento brillante en España por varios motivos. Entre ellos: la extraordinaria aceptación por parte del público y el cada vez mayor número de actores y actrices que saben interpretar, además de cantar y bailar. ‘Aladín, un musical genial’, que se ha representado en el teatro Alcázar de Madrid y ahora está de gira, tiene, sobre todo, una colosal calidad visual. Se trata de una obra construida con imaginación para obtener el máximo rendimiento de sus cualidades, que son muchas. En la atmósfera de la obra hay una magia que lo envuelve todo, a veces hecha de telones y de juegos de luces, de pericia por parte de los creadores para incentivar la imaginación del público y conducirlo a los recónditos rincones del cuento, de las historias imposibles que únicamente pertenecen al ámbito de los sueños, pero que finalmente logran introducir mentalmente a la gente en la lámpara maravillosa donde habita ese enigmático genio amigo de Aladín. La historia se conoce: el malvado Yasuf persigue a toda costa casarse con la hermosísima princesa Jasmín para convertirse en sultán y dominarlo todo. Y un personaje desliza durante la función una frase del cuento pero que pertenece a la realidad de todos los tiempos: “Y es que cuando tienes poder consigues todo lo que quieres”. Porque Yasuf anhela eso: El poder. Suena. Mucho. Tal vez esté en el periódico de hoy mismo.
Este ‘Aladín…’ lleno de color deslumbra a los niños pero gusta, sobre todo, a los adultos. Hay buenas voces, logradas coreografías, y canciones alegres y pegadizas. El libreto se dice y se interpreta bien. Y existe, ya está dicho, una atmósfera poética. Porque el espectáculo se inspira también en el cuento de ‘Las mil y una noches’, con su aroma a Oriente, con mercadillos en los que habita el amor entre mercancías jugosas y el joven mendigo inteligente y valiente que terminará haciéndose acreedor a los favores del genio de la lámpara. Este ‘Aladín…’ es una aventura extraordinaria con buenos momentos de music-hall en el interior de una remota cueva donde hay ratas amables y tesoros fabulosos. Al final, el malo es engullido por la lámpara. Y triunfan los buenos. Puro teatro, naturalmente.
