Sin niños

Publicado: 22/04/2020
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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La pandemia nos ha arrebatado a los niños, convertidos de repente en seres potencialmente peligrosos por acción del Covid-19
La pandemia nos ha arrebatado a los niños, convertidos de repente en seres potencialmente peligrosos por acción del Covid-19, pero los niños son “esa corporeidad mortal y rosa donde el amor encuentra su infinito”, que escribió el poeta y tantas veces recordó Francisco Umbral. “¡El fin de la historia es un suburbio de Düsseldorf!”, exclamó alguien, pero el anuncio del fin de la historia quizá sean esos parques vacíos, sin niños que juegan a la pelota transformando el parque en un gran estadio de fútbol en su infinita imaginación de niños, porque de repente nos hemos encontrado sin esa atmósfera con olor a caramelo de voces infantiles a la hora de entrada y salida del colegio, estamos sin los niños, sí, que tienen mirada de dibujo animado y olor a mandarina. Los días transcurren todos iguales, los días son ahora una fría aritmética de contagiados y fallecidos, de porcentajes que ignoran que cada uno de esos números tenía alma, que en cada una de esas unidades había ilusiones y proyectos, amor y desamor, tal vez un libro sin terminar de leer. Y el único horizonte es la pesadilla, porque todos ignoran cuándo se producirá el final de la pandemia. Los expertos vaticinan que en invierno resurgirá el virus, después de una leve tregua durante el verano. El Covid-19 nos ha arrebatado los besos, las caricias, todo lo que distingue al ser humano. El amor se vive a distancia, como describía aquel personaje en un relato de Juan Villoro: “Admiraba su pelo fluvial y su silueta de seda con la distanciada atención con la que se contempla un crepúsculo”.    

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha propuesto una reedición de los Pactos de La Moncloa, aquellos acuerdos que firmaron en 1977 políticos que, efectivamente, consideraban que la vida es un pacto, en un país que vivía con esperanza la libertad sin ira, pactos que terminaron por incentivar la amistad entre políticos como Santiago Carrillo con sus manos nicotinadas de eurocomunismo, y Manuel Fraga, con su barrigón y la urgencia permanente del hombre en cuya cabeza cabía el Estado. Ahora, los nuevos pactos serán posibles o no, pero en todo caso resultan imprescindibles porque, como ha escrito Manuel Jabois, “el día que se avecina viene con hambre atrasada”. Y en este mundo sumergido en la desolación el virus se ha llevado al gran escritor Luis Sepúlveda, por lo que ya sabemos que también ha muerto el viejo que leía cartas de amor.

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