Pina López Gay puso ojos negros a la Transición. Fue para un sector del electorado la esperanza rojaza y lista frente al socialismo infrarrojo de Glez (como llamaba Umbral a FG) y al eurocomunismo de Santiago Carrillo, que algunos rápidamente intuyeron que ambos serían solubles en Wall Street, el uno desde el ‘OTAN de entrada no’ y el otro por su inclinación a las alfombras azules de palacio. Pina iluminó con su imagen andaluza y remorena las elecciones generales de 1979 (segundas de la democracia) desde los carteles callejeros como líder de la Joven Guardia Roja, brazo juvenil del Partido del Trabajo de España. Pero Pina no logró escaño y tal vez hubiese sido un importante baluarte en aquellas remotas Cortes para que no se cometieran algunos errores en la Transición, que ahora expone Alberto San Juan en sus obras del Teatro del Barrio de Madrid, porque entre las parabéllum de ETA y el ruido de sables en los cuartes que culminó el 23-F en el ‘sesientencoño’, a gran parte de aquella sociedad poco a poco le ocurrió lo que decía la canción del grupo onubense Jarcha: “Pero yo sólo he visto gente muy obediente hasta en la cama”. Pina López Gay murió en el año 2000, siempre luchadora, aún joven, y hermosa.
Isa Serra irrumpió en la primavera de 2019 en los carteles de Podemos como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid con cierto parecido físico con Pina López Gay. Serra es una mujer que llegó a la Asamblea madrileña desde el activismo ciudadano, impulsada por Pablo Iglesias. El TSJ de Madrid ha condenado a Isa Serra a 19 meses de prisión por intentar parar en 2014 el desahucio de la vivienda de una persona con discapacidad. La sentencia, en la que ha prevalecido absolutamente el testimonio de tres policías, ha sido criticada incluso por medios de comunicación tradicionalmente conservadores. Pero esta resolución judicial avala políticamente -sin pretenderlo- a Serra, a quien los votantes, entre otras cosas, entregaron su confianza por acciones como la de evitar desahucios. Ada Colau, cuando tomó posesión como alcaldesa de Barcelona, explicó que no renunciaba a la insumisión ciudadana. La sentencia, por dura que sea, significa un éxito político de Isa Serra, porque muchos ciudadanos la consideran ahora como una servidora pública leal en estos tiempos en los que, como ha escrito Ignacio Camacho, hay quien ha convertido la política en el arte de embellecer la ineficacia.