Madrid la construyeron entre Carlos III y un albañil de Jaén, escribió Francisco Umbral. Madrid es meterse las manos en los bolsillos como nadie, dijo Gómez de la Serna. ‘Madrid, Madriz, Madrí’ es un sainete de Chatono Contreras, excelente dramaturgo al que condujeron al anonimato las extrañas tinieblas del teatro. Hay países y ciudades que parecen predestinados al sufrimiento. Como Polonia (Katim). O Madrid (con la devastadora gripe española - el trancazo- del siglo XIX, o con la resistencia miliciana en la Ciudad Universitaria a las tropas franquistas al final de la Guerra Civil). Madrid, ciudad cultísima, acogedora, solidaria, en la que se dice desde hace décadas, para bien y para mal, que a las ocho de la tarde o das una conferencia o te la dan. Madrid es simultaneidad, un lugar en el que están pasando muchísimas cosas al mismo tiempo. Pero Madrid es ahora la ciudad con mayor número de nuevos contagios por coronavirus, donde la pandemia ha atacado de manera más feroz la garganta de sus vecinos, como ocurría con los asesinos de las novelas de Sherlock Holmes, pero aquí en una realidad sin poesía, de muerte anónima. Porque se puede ser anónimo en vida, pero se necesita un nombre que alguien llore en la muerte. Madrid ha dado extraordinarios políticos, como Tierno Galván. Y un sensacional político actual, pero que parece equivocado de época: Ángel Gabilondo. Porque Gabilondo es un político de la Transición, sabio y dialogante, ideal para alcanzar acuerdos tras una conversación prolongada y reflexiva. Gabilondo hubiera desayunado churros con chocolate en el Café Comercial con Tierno antes de acudir a firmar un pacto con Fraga. Pero Ángel Gabilondo (PSOE) se ha diluido en una oposición estéril y suavona ante Isabel Díaz Ayuso (PP), la presidenta madrileña, mujer que también parece caída en una época que no es la suya, dado que asemeja, pese a su juventud, a esas señoronas con un bañadorazo gris en las playas en blanco y negro del No-Do. Ayuso es una apuesta fallida de Pablo Casado, un desastre político. Ha estado más pendiente de utilizar la pandemia como arma para desgastar al Gobierno/Sánchez que de combatir en Madrid el ataque del virus.
Madrid ha tenido tradicionalmente una alegría castiza y flamenca, como si se tratara de la novena provincia andaluza. Pero Madrid es ahora una ciudad fría y nublada, con un miedo que recorre en solitario las aceras de una Gran Vía vacía. Triste Madrid, Madriz, Madrí. Carlos III se ha exiliado y el albañil de Jaén ha muerto de coronavirus.