El paso de Lorena Roldán de Ciudadanos (Cs) al PP a sólo unos días de la celebración de las elecciones catalanas, previstas para el 14 de febrero, es consecuencia de la profesionalización de la política. Esos trasvases, durante la Transición, estaban mal vistos y eran objeto de rechazo social y político. Otros tiempos. Ahora los políticos se han profesionalizado, algunos se aferran -incluso con fiereza- a sus sueldos de diputados o concejales mientras se hacen llamar “servidores públicos”, y observan a los partidos como si se tratara de empresas. Esta circunstancia explica muchos males de la política actual, de su desvanecimiento hacia la mediocridad. “Estoy segura de que no voy a ser la única que dé este paso”, ha manifestado Lorena Roldán. Y en la sede de Cs, claro, se miran unos a otros con recelo, en un partido con la esencia herida desde las pasadas elecciones generales y la brújula ideológica extraviada. De Begoña Villacís, por ejemplo, dicen que espera su momento para dar el salto al PP, pero ella lo niega, mientras sale más en el ‘Hola’ por sus requiebros sentimentales que en ‘El País’ por sus propuestas, algo nada bueno en política.
Cs se debate en la encrucijada de mantener la autonomía con un proyecto independiente, aunque frágil, o sumar fuerzas con el PP en una coalición anti-Sánchez. Se trata de un partido de centro liberal, es decir, una formación necesaria en el espectro político, pero con antecedentes de triste desenlace en la historia de la democracia española, desde la UCD de Suárez a la UPyD de Rosa Díez, pasando por aquella fugaz ‘Operación Roca’. Un grupo de intelectuales -Sabater, Boadella, Félix de Azúa- impulsaron, junto a Albert Rivera, a Ciudadanos para ser una formación con aspiraciones de gobierno en Cataluña, y para convertirse en España en lo que se conoce como ‘partido bisagra’, pero todo se desbordó cuando Rivera intuyó que podía ser presidente del Gobierno durante la decadencia política de Rajoy y, es más, se lo hicieron considerar así en los salones wildeanos del poder financiero madriles. Pero llegó Pedro Sánchez, repuesto de aquel comité federal del 1 de octubre de 2016, en el que dicen que incluso hubo algún puñetazo entre socialistas como argumento ideológico. Ciudadanos, pues, se halla en el laberinto, porque desde el PP y el PSOE les hacen guiños a sus dirigentes con ojos de mujer fatal, y resultaría muy negativo para la política española que en Cs brotaran las ‘irenelozanos’ y de Inés Arrimadas se apoderara el alma en pena de Rosa Díez.